Atrévete a desconectar: los desafíos de la psicología en la era digital

En este artículo, el docente e investigador de la UNQ Gustavo Demartín se pregunta qué significa ser sujeto en tiempos de redes sociales, algoritmos e IA.

La híperconexión en la época contemporánea. Créditos: Palabra Pública.
La híperconexión en la época contemporánea. Créditos: Palabra Pública.

En tiempos donde la hiperconectividad se volvió norma, la pregunta por la identidad -por aquello que denominamos “yo”- adquiere nuevas complejidades. ¿Qué significa ser sujeto en la era de las redes sociales, los algoritmos y la inteligencia artificial? ¿Cómo afecta este nuevo escenario a nuestra salud mental, nuestras relaciones y nuestras formas de comprendernos? A continuación, Demartín ensaya un recorrido para comprender la subjetividad contemporánea, a partir de los principales aportes filosóficos, psicológicos y tecnológicos que reconfiguraron la noción de sujeto desde la modernidad hasta nuestros días. Un recorrido veloz por los autores y las autoras que iluminan nuestros días.

Un sujeto fragmentado

Durante siglos, el pensamiento occidental sostuvo una imagen del sujeto como unidad indivisible, racional y autónoma. Esta concepción, de raíz cartesiana, fue central para el liberalismo moderno y la noción de derechos individuales.

Sin embargo, el siglo XX marcó el inicio de su desmontaje. El psicoanálisis lacaniano introdujo un sujeto escindido, efecto del lenguaje más que portador de una esencia sustancial. A su vez, pensadores como Michel Foucault y Judith Butler mostraron que el yo es una construcción histórica, discursiva y performativa, atravesada por relaciones de poder y normas sociales.

Ya hacia fines de siglo, autores como Zygmunt Bauman hablaron de una “identidad líquida”, mientras que Slavoj Žižek y otros pensadores posmodernos profundizaron la idea de un yo fracturado y sostenido por ficciones ideológicas necesarias para habitar lo real.

Las nuevas tecnologías del yo

Las últimas décadas introdujeron una nueva mutación, con la emergencia de un sujeto digital y posthumano. Las redes sociales, los algoritmos y las tecnologías de autoexposición han transformado la subjetividad en un producto mediatizado y comercializable.

Shoshana Zuboff ha denominado este fenómeno capitalismo de la vigilancia, en el que nuestros datos, emociones y hábitos son recolectados, procesados y vendidos. Éric Sadin advierte sobre un yo hiperindividualizado y narcisista, autosometido a la lógica del mercado y el control. Desde una perspectiva crítica, Donna Haraway propone la figura del cyborg, un ser híbrido que diluye las fronteras entre lo humano y lo tecnológico.

Por su parte, el posthumanismo, con autoras como Rosi Braidotti, denuncia que el sujeto moderno fue históricamente blanco, masculino y autónomo, y propone en cambio una ética de la interdependencia, que reconozca vínculos con lo no humano, lo animal, lo artificial y lo ambiental.

La clínica también se transforma

Esta transformación no se limita al plano conceptual. Tiene efectos concretos sobre la salud psíquica. El aumento de trastornos como la ansiedad, la depresión juvenil, el FOMO o la nomofobia, evidencia el impacto de una subjetividad exigida a performar constantemente en el espacio virtual.

Byung-Chul Han ha descripto este fenómeno como el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento, en la cual el sujeto ya no es oprimido desde fuera, sino que se explota a sí mismo en nombre de la autenticidad y la libertad. El resultado, lejos de una emancipación, es un incremento del cansancio psíquico y el malestar subjetivo.

En este contexto, la clínica psicológica también se transforma. Surgen nuevas modalidades terapéuticas: psicoterapia online, intervenciones por chat o incluso mediadas por inteligencia artificial. Estas prácticas no solo cambian el dispositivo clínico tradicional, sino también las formas de construir la relación terapéutica y el rol del terapeuta.

Una prótesis del alma

Pensar la subjetividad hoy exige un abordaje complejo, que evite tanto la nostalgia por el sujeto moderno como el entusiasmo acrítico por las tecnologías. En la interfase entre cuerpos, máquinas y discursos se juega un nuevo modo de ser-en-el-mundo, que transforma nuestras capacidades cognitivas, afectivas y sociales.

Siguiendo a autores como Bruno Latour, se propone pensar en redes de agencia híbridas, donde humanos y dispositivos tecnológicos co-constituyen la experiencia. Así, el yo digital ya no es una máscara, sino una extensión encarnada: una especie de prótesis del alma, que reorganiza la atención, la memoria y la forma de vincularnos con los otros.

En este umbral, más que asistir al ocaso del sujeto, tal vez estemos ante un proceso de transición radical. Comprenderlo implica un esfuerzo interdisciplinario sostenido entre la filosofía, la psicología, las ciencias sociales y las tecnologías emergentes.

Desconectar, en este contexto, no significa rechazar lo digital, sino tomarse el tiempo para pensar cómo y desde dónde habitamos esta nueva forma de subjetividad.

*Gustavo Demartin, profesor de Filosofía, miembro del Observatorio de Prácticas Públicas de la Historia y Filosofía, y colaborador de la Agencia en la UNQ.


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