Se trata de la gepotidacina, un fármaco oral que resultó eficaz y seguro para frenar la expansión de cepas resistentes. La voz de una especialista.

Primero fue una picazón que apenas se notaba. Después, un ardor sordo, una fiebre esquiva, la incomodidad de esas dolencias que avanzan sin pedir permiso. Y finalmente, el diagnóstico: gonorrea. Esa palabra que suena a siglo pasado pero que, lejos de ser un eco, es una presencia viva, terca, y cada vez más resistente.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, Gabriela Piovano, médica infectóloga del Hospital Muñiz, explica que la gonorrea es una infección de transmisión sexual que se contagia por contacto directo con secreciones genitales infectadas y puede causar síntomas notables, especialmente en los hombres, como secreción purulenta por el meato urinario. “Si no se trata, puede volverse crónica y provocar fibrosis en los tractos genitales, lo que puede derivar en esterilidad tanto en hombres como en mujeres. Además, los recién nacidos de madres infectadas pueden desarrollar ceguera al contagiarse durante el parto“, advierte.
Pero mientras el mundo se entusiasmaba con vacunas de ARN mensajero, viajes espaciales y ficciones generadas por inteligencia artificial, la Neisseria gonorrhoeae mutaba. En silencio. Con la precisión con que las bacterias suelen escribir sus manifiestos: invisibles, imparables, brutales. Y lo que antes se curaba con facilidad empezó a necesitar combinaciones, cócteles, tiros de gracia que a veces no funcionaban. Durante más de tres décadas, no apareció un nuevo antibiótico que pudiera detenerla. Hasta ahora.
Este abril, en Viena, científicos de cinco países tomaron la palabra frente a una audiencia expectante. Presentaron los resultados de un ensayo clínico de fase 3 que marcó un hito: una molécula experimental —la gepotidacina— resultó ser tan eficaz como los tratamientos actuales, incluso frente a cepas resistentes. La tasa de erradicación fue del 92,6 por ciento. Oral, de administración sencilla, sin efectos adversos graves. Una puerta donde, hasta ahora, sólo había pared.
“La gepotidacina es una alternativa bienvenida frente a los casos crecientes de gonorrea resistente, un problema asociado al uso indiscriminado de antibióticos. Muchas personas tienen infecciones sin saberlo y reciben tratamientos por otras causas, lo que favorece el desarrollo de resistencias. Esto reduce nuestras opciones terapéuticas para combatir estas enfermedades de forma efectiva“, sostiene Piovano.
Dos dosis, una esperanza
Publicado en The Lancet, el ensayo involucró a 628 personas con gonorrea urogenital no complicada. La mayoría, varones, adultos, blancos. El estudio comparó el tratamiento estándar —una inyección de ceftriaxona y una dosis de azitromicina— con dos tomas orales de gepotidacina. Las diferencias fueron mínimas en los resultados, pero abismales en lo simbólico: por primera vez en treinta años, una alternativa eficaz, fácil de distribuir, capaz de actuar incluso contra las formas más rebeldes de la infección.
La droga inhibe dos enzimas esenciales para la replicación del ADN bacteriano. Esa doble acción complica el desarrollo de resistencia. Ya había mostrado eficacia frente a infecciones urinarias, pero esta es la primera vez que se la enfrenta con la gonorrea. El resultado: un punto de inflexión.
La Organización Mundial de la Salud estima que más de 80 millones de personas contraen esta enfermedad al año. A menudo sin síntomas, especialmente en mujeres, donde puede provocar infertilidad o dolor crónico. También potencia el riesgo de transmisión del VIH. No se trata, entonces, de un detalle: se trata de una bomba de tiempo.
La droga no fue probada aún en adolescentes, en mujeres, en otras localizaciones de la infección ni en poblaciones históricamente excluidas de los ensayos médicos. Como toda promesa, viene acompañada de advertencias. Porque si se abusa, si se trivializa, si se receta como si fuera un caramelo, la gepotidacina perderá su efecto.
En ese sentido, la especialista del Hospital Muñiz asegura: “Su efectividad dependerá de que los profesionales de la salud la conozcan y recomienden, y de que esté disponible y sea accesible para los pacientes. Es clave que obras sociales y prepagas la incluyan en su cobertura para garantizar su alcance real”.
Con todo, la aparición de esta molécula no significa el fin del problema. Pero le da a la medicina algo que escasea: tiempo. Tiempo para prevenir. Para pensar. Para actuar antes del colapso. Porque incluso en las guerras largas, una tregua puede marcar la diferencia entre la esperanza y la derrota.