
¿Hasta qué punto puede seguir aumentando la esperanza de vida? Durante más de un siglo, se creyó que cada nueva generación viviría más tiempo que la anterior, impulsada por avances en medicina, higiene y nutrición. Sin embargo, un estudio reciente pone en duda esta creencia, sugiriendo que las generaciones actuales podrían no alcanzar los 100 años de esperanza de vida. Los avances en longevidad parecen haber tocado techo, y la pregunta es: ¿realmente el ser humano está acercándose al límite de la vida?
En lugar de seguir los enfoques tradicionales, que se centran en analizar la mortalidad de un año específico (como los cálculos anuales), los investigadores optaron por estudiar a las personas en función de la cohorte a la que pertenecen. Es decir, no se enfocaron en los datos de un solo año, sino que siguieron a un grupo de personas nacidas en el mismo año a lo largo de su vida, desde su nacimiento hasta la muerte. Este enfoque, conocido como proyecciones de mortalidad por cohortes, ofrece una visión más precisa del verdadero recorrido de vida de una generación, ya que se toma en cuenta cómo cambia la esperanza de vida a lo largo de toda su existencia.
Para obtener resultados más robustos, los investigadores aplicaron seis modelos diferentes, que incluyen tanto métodos tradicionales como innovadores. Entre ellos, destacaron el modelo Lee-Carter, el modelo CoDa y el modelo C-STAD. Lo interesante de estos modelos es que, a pesar de sus diferencias, todos llegaron a la misma conclusión: la esperanza de vida está aumentando a un ritmo mucho más lento que antes.
Según los datos del estudio, el ritmo de mejora de la esperanza de vida, que antes era de 0,46 años por cohorte, ahora se ha reducido entre un 37 y un 52 por ciento, dependiendo del modelo utilizado. Este patrón se mantuvo constante incluso cuando los investigadores probaron escenarios más optimistas. Es decir, al simular situaciones en las que las mejoras en la mortalidad fueran el doble de lo esperado, los resultados seguían sin alcanzar los niveles de crecimiento que se observaban en la primera mitad del siglo XX.
¿Por qué está ocurriendo esto? La principal razón radica en los avances alcanzados en los primeros años de vida. Durante el siglo pasado, la causa fundamental del aumento en la esperanza de vida fue la drástica reducción de la mortalidad infantil y juvenil. Las vacunas, los antibióticos y las mejoras en la nutrición hicieron que muchos niños sobrevivieran a enfermedades que anteriormente eran mortales. Sin embargo, ahora que las tasas de mortalidad infantil disminuyeron significativamente, ese factor ya no contribuye de manera tan decisiva al incremento de la esperanza de vida.
En cambio, las mejoras en la longevidad de las personas mayores, que es donde ocurren la mayoría de las muertes, están avanzando a un ritmo mucho más lento. A pesar de los avances médicos, los científicos aseguran que no se encontró una solución suficientemente eficaz para revertir el envejecimiento o mejorar la salud en edades avanzadas con la misma velocidad que se redujo la mortalidad infantil.
Implicaciones sociales
Hasta hace poco, la idea de vivir cada vez más parecía una certeza. Gobiernos, sistemas de salud y pensiones, todos se acomodaron a esa promesa. Pero hoy, la cosa está cambiando. La desaceleración en el aumento de la esperanza de vida no es solo un dato estadístico, es una bomba para la planificación social. Esos cálculos que venían ajustando las pensiones, los seguros y las políticas públicas bajo la creencia de que las personas vivirían más, ahora hay que cuestionarlos. Si esa curva ya no sigue subiendo, los modelos económicos y previsionales tendrán que reinventarse, y rápido.
Si esto ya es un dolor de cabeza para los gobiernos, para los individuos la cosa no es mucho mejor. La percepción de que la vida será más corta, aunque sea solo por una desaceleración en el crecimiento de la esperanza de vida, puede cambiarlo todo. Desde cómo se ahorra hasta cómo se piensa en la jubilación, pasando por la forma en que se proyecta el futuro.
Pero lo más preocupante de todo esto es que las desigualdades sociales podrían hacer este freno aún más profundo. El estudio se centra en países ricos, pero la realidad es que el acceso a la educación, el empleo o los servicios de salud sigue siendo una brecha gigantesca. Si la esperanza de vida se estabiliza, podría haber menos disparidad globalmente, pero las diferencias internas entre los distintos grupos sociales se podrían agrandar aún más. Y eso, en términos prácticos, significa que algunos seguirán llegando a los 80 y otros se quedarán en el camino mucho antes.
Con todo, lo que parecía ser una constante de progreso humano, la promesa de vivir cada vez más se enfrenta a un desafío inesperado. Aunque la ciencia y la medicina siguen avanzando, el sueño de alcanzar los 100 años de vida parece más difícil de cumplir. Como sugieren los investigadores, aún no se alcanzó un “límite biológico” a la longevidad, pero las condiciones sociales y los avances médicos más lentos nos han llevado a un punto de estancamiento. ¿Es este el final del sueño de la longevidad eterna o apenas un paso más hacia una nueva fase de la ciencia de la longevidad?

