Menos salpicaduras, más higiene: la física y la geometría al rescate de los baños públicos

Científicos canadienses diseñan urinarios que reducen el rebote del chorro en un 95 por ciento y podrían ahorrar hasta 10 millones de litros de agua por día.

Un diseño geométrico podría evitar el derrame de un millón de litros de orina al día., Crédito: PNAS Nexus.
Un diseño geométrico podría evitar el derrame de un millón de litros de orina al día. Crédito: PNAS Nexus.

¿Cuánto vale un buen diseño? A veces, lo suficiente como para evitar que se derramen más de un millón de litros de orina al día. Literalmente. Porque eso es lo que está en juego en baños públicos de todo el mundo: salpicaduras invisibles que ensucian el suelo, impregnan el ambiente de olores y convierten la higiene en una batalla perdida. Aunque parezca un detalle menor, este problema acompaña a los urinarios masculinos desde hace más de un siglo.

Un estudio reciente de la Universidad de Waterloo, en Canadá, combinó simulaciones físicas, modelos matemáticos y prototipos para encontrar una solución precisa al problema de las salpicaduras en los urinarios. El resultado: un nuevo diseño que reduce en un 95 por ciento el rebote del chorro, con implicancias directas en la higiene, el consumo de agua y los costos de limpieza. Y no lo hicieron con sensores inteligentes, inteligencia artificial ni materiales exóticos, sino con física de fluidos, geometría y ecuaciones diferenciales.

La Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes tuvo acceso al trabajo, publicado en la revista científica PNAS Nexus, y pudo verificar los detalles y resultados presentados por el equipo. Detrás de cada salpicadura hay una historia de ángulos mal calculados. Cuando un chorro de orina impacta casi perpendicularmente sobre una superficie plana, las gotas no solo rebotan: se dispersan y se multiplican. En un baño concurrido, este fenómeno puede convertir un espacio limpio en un foco bacteriano en cuestión de minutos.

Curvas que cambian todo

Para investigar esto, el equipo realizó una serie de experimentos controlados en laboratorio. Utilizaron chorros de líquido simulando distintos patrones urinarios, variando el ángulo de impacto, la velocidad, la altura y el tipo de superficie. En paralelo, aplicaron modelos matemáticos de dinámica de fluidos computacionales (CFD) para simular el comportamiento de los chorros y verificar los puntos críticos de rebote.

El hallazgo fue contundente: si el ángulo de impacto se mantiene por debajo de los 30 grados con respecto a la superficie, las salpicaduras se reducen significativamente. En sus prototipos, lograron disminuirlas hasta en un 95 por ciento, con independencia de la intensidad del chorro o la estatura del usuario. Esta conclusión fue validada tanto en simulaciones por computadora como en pruebas físicas con cámaras de alta velocidad y sensores de humedad en los puntos de rebote.

La solución llegó desde la geometría. Los investigadores diseñan dos modelos de urinarios basados ​​en curvas isogonales, es decir, superficies que mantienen constante el ángulo de incidencia del chorro sin importar desde qué punto provenga. Así nació Cornucopia, con forma de espiral inspirada en el cuerno de la abundancia, y Nautilus, cuyo diseño imita la concha del molusco homónimo, famosa por sus proporciones armónicas.

Ambos modelos garantizan que cualquier chorro impactará con una inclinación inferior a los 30 grados, eliminando el rebote. Además, los diseños fueron pensados ​​para ser accesibles a personas de distintas alturas y usuarios en silla de ruedas, promoviendo la inclusión en el mobiliario urbano.

Ciencia cotidiana con impacto global

En Estados Unidos se estima que hay más de 56 millones de urinarios públicos. Las pérdidas por salpicaduras alcanzan el millón de litros de orina derramada diariamente. Pero eso no es todo: por cada litro derramado, se utilizan aproximadamente 10 litros de agua para la limpieza, lo que eleva el desperdicio a 10 millones de litros diarios.

El impacto económico también es significativo. En el sistema de metro de Toronto , por ejemplo, se estima que cada baño público consume más de 120 mil dólares canadienses anuales en tareas de limpieza. La adopción de modelos como Cornucopia y Nautilus no solo tendría beneficios sanitarios, sino también ambientales y financieros.

El estudio también tuvo una derivación inesperada: el diseño inverso. Si las curvas suaves evitan salpicaduras, una superficie plana y vertical las potencia. Así nació el concepto de “orina-no”, una propuesta de mobiliario urbano para disuadir a quienes orinan en la vía pública. Estas superficies devolverían el chorro al infractor, generando una forma de pedagogía sin carteles, basada únicamente en la vergüenza y las leyes de la física.

Por ahora, los modelos no fueron industrializados, pero no presentan barreras técnicas ni costos elevados para su fabricación. Solo falta voluntad política e interés comercial para que puedan implementarse a gran escala. El trabajo demuestra que, incluso en lo más cotidiano, la ciencia puede transformar la realidad. Resolver un problema higiénico con ecuaciones no es una excentricidad, sino un acto de sentido común. 

Con todo, el trabajo del equipo canadiense demuestra que incluso los problemas más invisibles pueden resolverse con ciencia aplicada y una mirada precisa. Porque a veces, mejorar el mundo no requiere grandes gestos: alcanza con cambiar el ángulo justo.

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