Escarabajos peloteros: científicos aportan un dato alimenticio que reescribe su historia evolutiva

El trabajo reveló que algunas especies comenzaron a alimentarse de carroña decenas de millones de años antes de lo que se creía.

Imagen del escarabajo pelotero. Créditos: Conicet.
Imagen del escarabajo pelotero. Créditos: Conicet.

Por Santiago López*

Un estudio liderado por especialistas de la División Icnología del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Macnbr-Conicet) analizó más de 5 mil bolas de cría fósiles de escarabajos de la subfamilia Scarabaeinae. De esta forma, descubrieron que en algunos insectos el paso de una alimentación basada en la ingestión de heces (coprofagia) hacia el consumo de cadáveres en descomposición o carroña (necrofagia) tuvo lugar decenas de millones de años antes de lo que se pensaba. El trabajo fue publicado recientemente en la revista científica Paleontology.

Los escarabajos de la subfamilia Scarabaeinae, conocidos popularmente como escarabajos peloteros, habitan casi exclusivamente el suelo sudamericano y cumplen funciones ecológicas fundamentales para el equilibrio de lo ecosistemas. El objetivo del estudio realizado por científicos del Conicet era reconstruir su historia evolutiva. Para ello, recurrieron a la Icnología, es decir, el estudio de las trazas actuales y fósiles que registran el comportamiento de los organismos.

Bajo esta premisa, se analizaron más de cinco mil bolas de cría (estructuras que los escarabajos adultos construyen para proteger a su descendencia) de 9 formaciones geológicas de Argentina, Chile, Uruguay y Ecuador que abarcan toda la Era Cenozoica (que inició hace 66 millones de años y llega al presente). “Las trazas fósiles ofrecen una ventana única para ‘espiar’ cómo vivían los insectos en el pasado: registran directamente sus hábitos y brindan información clave tanto sobre su historia evolutiva como sobre los ambientes que habitaron”, esclarece a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Liliana Cantil, primera autora del trabajo e investigadora del Conicet en el Museo.

El análisis del comportamiento de nidificación de especies actuales permitió identificar marcadas diferencias entre las bolas de cría elaboradas por escarabajos coprófagos y las producidas por escarabajos necrófagos. Al estudiar las estructuras fósiles se encontraron algunas con características típicas de las especies que hoy se alimentan de carroña. “A partir de estos registros pudimos reconstruir el origen de la necrofagia, mostrar que este hábito alimenticio fue evolutivamente exitoso y analizar cómo estos escarabajos respondieron a distintos escenarios paleoambientales durante los últimos 50 millones de años”, señala Cantil.

Cambiar para sobrevivir

La historia evolutiva de los escarabajos Scarabaeinae sostenía que la transición hacia la necrofagia se debió a la escasez de estiércol de herbívoros durante la extinción masiva de la megafauna del Pleistoceno Tardío, hace unos 129 mil años atrás. Sin embargo, la evidencia icnológica reunida por los científicos del Museo Argentino de Ciencias Naturales refuta esta hipótesis y plantea un escenario muy distinto.

Los resultados obtenidos evidencian que ese cambio alimenticio habría ocurrido hace unos 37.7 millones de años en los pastizales de la Patagonia, un entorno habitado por grandes herbívoros y donde tuvo lugar un notable incremento en la cantidad y variedad de escarabajos coprófagos. Esto generó un desplazamiento del nicho ecológico: “Cuando la competencia por un recurso (en este caso, la bosta) se intensifica, algunas especies modifican su uso del ambiente y exploran nuevos recursos (en este caso, carroña). Así, mientras algunos escarabajos coprófagos continuaron alimentándose de la bosta de los herbívoros vivos, otros comenzaron a aprovechar la carroña que dejaban esos mismos herbívoros al morir”, explica Cantil.

Este hallazgo permite comprender mejor la historia evolutiva de un grupo de escarabajos que cumple funciones ecológicas fundamentales para el equilibrio de los ecosistemas. Así lo ilustra a la Agencia la bióloga del Museo: “Durante la nidificación, estos insectos entierran bosta o carroña, y con esa actividad contribuyen a mejorar la calidad del suelo, dispersar semillas, controlar parásitos y reciclar nutrientes. Además, al acelerar la descomposición de la materia orgánica, ayudan a reducir la emisión de gases de efecto invernadero”.

*Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNQ y colaborador de la Agencia.


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