
La tos convulsa o coqueluche es una enfermedad respiratoria causada por la bacteria Bordetella pertussis. Se caracteriza por una tos intensa y persistente, que puede durar varias semanas, es altamente contagiosa y afecta a todos los grupos de edad. No obstante, es especialmente grave en niños pequeños, lactantes y personas con enfermedades crónicas, ya que puede ocasionar complicaciones graves, como neumonía, convulsiones o incluso la muerte en los casos más severos.
En junio, la Organización Panamericana de la Salud había alertado sobre el resurgimiento de casos de coqueluche en la región e instó a los estados miembro a reforzar sus sistemas de vigilancia epidemiológica. A la fecha, en Argentina, se notificaron un total de 5.110 casos con sospecha de coqueluche, de los cuales 688 fueron confirmados.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Daniela Hozbor, doctora en Ciencias Bioquímicas e investigadora del Conicet, relata: “Estamos atravesando un momento crítico en donde la cobertura de vacunación es baja. Tenemos que volver a confiar en estos insumos que han cambiado la calidad de vida de toda la población, no solamente contra la tos convulsa, sino contra todas las enfermedades infectocontagiosas. Es necesario recuperar los esquemas de vacunación para que las enfermedades que estaban controladas no nos hagan tanto daño”.
Existen principalmente dos tipos de vacunas contra Bordetella pertussis: la vacuna de células enteras y la acelular. La primera está compuesta por la bacteria inactivada por el calor, y está combinada con otros inmunógenos para que el paciente esté cubierto contra más de un patógeno. En tanto que, la acelular está compuesta por fragmentos proteicos de la bacteria que inducen una respuesta inmunológica.
El esquema que se necesita para alcanzar la inmunización se da en tres dosis: una a los dos meses de vida, otra a los cuatro y otra a los seis. Luego, se da un refuerzo al año y medio, otro a los cinco años y otro a los 11. Además, se indica una dosis para personas embarazadas.
En esta línea, la docente de la Universidad Nacional de La Plata explica que la tos convulsa es extremadamente contagiosa, al igual que el sarampión, y se calcula que una persona infectada puede transmitir la enfermedad a otras 17. Por su parte, Mario Lozano, virólogo y docente de la UNQ, cuenta a la Agencia: “Cuando nos infectamos y sobrevivimos, el sistema inmune genera anticuerpos, pero en los chicos, sobre todo en los lactantes, es mucho más difícil porque no tienen su sistema inmune desarrollado y lo que necesitan es la vacunación”.
A su vez, el exrector de la UNQ explica que si bien los adultos no sufren grandes problemas con la tos convulsa, sí ayudan a su circulación. “Cuando estamos cerca de un bebé, de un chico desnutrido o que no tiene buenas defensas, un adulto puede transmitir la bacteria y ese niño o niña puede tener problemas y llegar a la muerte. Eso es lo que hay que evitar y se logra con vacunación”.

