Investigadores estudian la ruta del gatopardo, el tiburón bonaerense

El único espacio de recién nacidos en abundancia se encuentra en San Clemente del Tuyú. Conocer sus movimientos permite diseñar mejores planes de conservación.

Un tiburón gatopardo navegando por la costa argentina. Créditos: Proyecto Arrecife – Laboratorio Ecología de Peces (Cesimar-Conicet)
Un tiburón gatopardo navegando por la costa argentina. Créditos: Proyecto Arrecife – Laboratorio Ecología de Peces (Cesimar-Conicet)

Aunque son más de 30 los tipos de tiburones que navegan por la costa bonaerense, hay uno que es especial: el gatopardo. Por un lado, es una de las dos únicas especies existentes a nivel global que cuenta con siete branquias. Por otro lado, en San Clemente del Tuyú está el único lugar en el mundo donde se crían en abundancia. Ante esta situación, diferentes equipos de investigación se dedican a la observación y análisis de este animal. Uno de ellos es el grupo Ecosistemas Costeros del Sudoeste Bonaerense de la Universidad Provincial del Sudoeste (UPSO), que coloca dispositivos satelitales en hembras para conocer en detalle los comportamientos, las rutas migratorias y los desplazamientos. En este sentido, el objetivo central es diseñar un plan de manejo y conservación adecuado para el gatopardo.

Si bien se lo conoce como gatopardo (también como tiburón hocico ancho), su nombre científico es Notorynchus cepedianus. Se trata de una especie nativa que puede llegar a medir tres metros de largo y en la provincia de Buenos Aires puede estar presente desde Punta Rasa, lugar que marca el límite del Río de La Plata con el Mar Argentino, hasta Bahía San Blas, ubicada en el partido de Patagones.

Al respecto, Andrés Jaureguizar, investigador de la UPSO y de la Comisión de Investigaciones Científicas, explica en conversación con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes: “En líneas generales, el gatopardo se distribuye desde Río de Janeiro hasta Ushuaia. No obstante, en el Cabo San Antonio (ubicado en San Clemente del Tuyú) se encuentra el área con mayor abundancia de recién nacidos. Creemos que se debe a que son aguas con mayor turbidez, que funcionan como protección para las crías y tienen alimentos de forma continua. Si bien es un predador tope y solo compite con orcas, la pesca artesanal y deportiva impacta de forma negativa en su población”.   

No alcanza con que los pescadores lo devuelvan al agua. En este aspecto, el estrés y las maniobras indebidas al momento de la captura, como arrastrarlos o levantarlos, son movimientos que pueden dañar el cuerpo y provocar la muerte de los tiburones en el corto o el mediano plazo. Así las cosas, existen protocolos para arrojarlos de nuevo al mar de forma segura, y hasta hay especies que cuentan con normativas que las protegen. No obstante, el desconocimiento y la falta de precaución hacen que su cumplimiento no sea efectivo. “Son especies longevas de maduración tardía, que tienen pocas crías con respecto a otros tiburones. Entonces, si no conservamos a las hembras, podemos causar mucho deterioro en la población. A pesar de que todavía no hay estudios específicos, el impacto de la pesca es grande”, detalla Jaureguizar.

Investigadores le realizan una ecografía a un tiburón gatopardo hembra. Créditos: CIC.

Además de ser una de las dos especies en el mundo con siete branquias, el gatopardo posee otro rasgo distintivo: es un predador tope. Esto significa que está en lo más alto de la cadena trófica: no solo se alimenta de otros animales (desde lobos marinos hasta delfines), sino que esa función natural le permite regular la cantidad y la salud de diferentes especies marinas. Si no estuviera el gatopardo, se desequilibraría el ecosistema.

De este modo, la tarea que comanda el investigador de la CIC consiste en elaborar informes que permitan desarrollar áreas de conservación para que el gatopardo no corra peligro de extinción. Para eso, él y otros especialistas instalaron dispositivos satelitales en cuatro hembras que están preñadas. El transmisor, conocido como pop-up, recolecta datos para que los científicos puedan comparar las rutas migratorias y ver si coinciden con las estimaciones que utilizan.

“La idea es definir áreas que puedan ser de conservación de tiburones. Hay diferentes sitios importantes que tienen funciones ecológicas y ayudan a regular la estructura de las comunidades. Queremos seguir trabajando para especificar lugares en la provincia de Buenos Aires”, subraya el investigador.

El estudio cuenta con la participación de las fundaciones Temaikén y la Blue Marine.


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