
“La mayoría de los sitios de exhumación son cementerios donde las personas desaparecidas fueron enterradas sin identidad, pero también hay excentros clandestinos donde hubo hallazgos y fosas clandestinas localizadas en distintos predios. Todas están geolocalizadas y tienen fichas detalladas con el trabajo realizado”, explica Mariella Fumagalli, directora para Argentina del EAAF, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Además, el sitio web incluye la sección “Historias” que narra la evidencia forense sobre 76 víctimas de los Vuelos de la Muerte, datos que se utilizaron para demostrar que el arrojo de personas al mar fue uno de los métodos de desaparición usados durante la última dictadura militar. También, esta sección incluye la recuperación arqueológica de 245 cuerpos en el sector 134 del cementerio de Avellaneda y el análisis de 38 mil restos óseos recuperados en Pozo de Vargas, la fosa común más grande del país y donde de manera reciente se identificó a Aída Villegas, la víctima 121 de este lugar.
“El objetivo de la plataforma es visibilizar un trabajo que aporta evidencias científicas sobre la verdad de lo ocurrido, tanto para las familias como para la justicia y la sociedad, con un enfoque accesible e interactivo. La Búsqueda permite que investigadores, periodistas, estudiantes y el público general pueda acceder a datos sistematizados y georreferenciados para ampliar el conocimiento y contribuir a investigaciones”, explica la antropóloga forense.
Así, desde 1984 el Equipo Argentino de Antropología Forense combina metodologías y técnicas de diferentes ramas científicas para localizar, recuperar y restituir la identidad de personas desaparecidas en contextos de violencia. Participan profesionales de la antropología, arqueología, medicina, biología, genética, física, arquitectura, informática y geografía.
De esta manera, “la plataforma también reúne información sobre los métodos científicos y estrategias de investigación utilizados en las exhumaciones e identificaciones, aportando herramientas para el análisis y la difusión del trabajo forense”, describe Fumagalli ante la Agencia.
Un trabajo de hormiga
Tal como se detalla en el sitio web, una vez que se detecta un posible lugar de inhumación, el EAAF realiza excavaciones arqueológicas para recuperar restos óseos y evidencias que permitan reconstruir las circunstancias y el contexto de inhumación, como material balístico, vestimenta y objetos personales.
Los restos óseos son acondicionados y analizados en el Laboratorio de Antropología, donde son resguardados. El análisis permite construir un perfil biológico, que implica determinar el sexo, estimar la edad y la estatura, analizar las características odontológicas, las patologías y lesiones óseas anteriores al fallecimiento y, en algunas oportunidades, brindar información sobre la causa de muerte. Cuando los restos óseos están mezclados, el Laboratorio realiza tareas de reasociación esquelética.
De estos restos óseos se toman fragmentos que se procesan en el Laboratorio de Genética Forense y es comparado con los datos genéticos que son aportados por familiares de las personas desaparecidas. A su vez, otro elemento clave son las huellas dactilares. “En muchos casos, las autoridades policiales y judiciales tomaban impresiones digitales de los cadáveres que recogían de la vía pública. Desde los años noventa, el EAAF trabaja en la recopilación y codificación de esos registros y los compara con las huellas digitales de las personas denunciadas como desaparecidas”, manifiesta el EAAF en el sitio web.