
El brainrot italiano presenta personajes como Trallallero Trallala, un tiburón que sale del agua y utiliza zapatillas Nike en sus aletas; Tung Tung Tung Sahur, un palo de madera con características antropomórficas que camina con un bate de béisbol en la mano; o Frigo Cammello Buffo Fardello, un camello con cuerpo de heladera que calza zapatos estilo Timberland.
A su vez, los diferentes personajes tienen historias y rivalidades que los cruzan entre sí. Por ejemplo, Ballerina Cappuccina es una joven bailarina de la danza clásica con una taza de café en lugar de cabeza y está casada con Cappuccino Assassino, aunque se la vio en ocasiones con Tung Tung Tung Sahur. Además, Cappuccino Assassino tiene toda una familia de brainrots armada: su ex esposa Espressona Signora, su hermano Ballerino Lololo, su cuñado Ballerino Cappuccino y su hermanastro Apollino Cappuccino.


También, Bombardiro Croccodilo tiene su propia historia. Se trata de un cocodrilo convertido en un avión bombardero que se enfrentó y le ganó a su hermano Gusini Bombombini, otro portaaviones con cabeza de ganso, en la guerra entre cocodrilos y pájaros.
Un éxito que excede el mundo digital
Hay más de una decena de personajes creados con historias entrelazadas entre sí creando de esta manera un universo: el brainrot italiano. Como si esto fuera poco, la temática excedió los límites digitales y ya hay merchandising, como remeras, juguetes físicos y canciones.
“Lo consumen infancias, jóvenes y adultos. En las escuelas secundarias hay mucho chiste sobre esto y juegos. Los chicos les crean poderes, inventan historias, los rivalizan, o incluso intentan hablar como ellos”, cuenta Malena Sartoretto, psicóloga especialista en infancias y ciudadanía digital, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
“Tienen mucho éxito porque, en apariencia, son solo personajes sin sentido que buscan hacer gracia, pero lo que está por detrás es el interés del algoritmo de permanecer en el scrolleo constante para no salir de las plataformas. Es la lógica del consumo en repetición incesante”, explica.

Según detalla la especialista, no hay que mirar sólo el fenómeno sino el todo: “Hay que preguntarnos cómo se construye el hábito de adicción a estos memes y cómo la economía de la atención está por detrás: lo que se está proponiendo es que nuestra atención sea una mercancía más y así nos entrenan como consumidores”.