
“Es un reconocimiento muy valioso porque lo otorga el Banco Interamericano de Desarrollo y destaca proyectos que aplican inteligencia artificial con impacto social y ético. En nuestro caso, muestra que desde lo público (un hospital y una universidad) se puede desarrollar tecnología innovadora, ética y útil”, sostiene Pérez, quien además es director del proyecto de extensión OpenLab de la UNQ, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Además, el desarrollo fue seleccionado para ser presentado en el Smart City Expo LATAM Congress 2025. Allí, su director participará en un panel internacional en representación conjunta del Hospital Larraín y de la Universidad Nacional de Quilmes. “Es una oportunidad para mostrar lo que se puede hacer desde el Estado cuando se articulan conocimiento, tecnología y vocación pública”, resalta.
La aplicación creada por la UNQ y la Sala de Docencia e Investigación del Hospital fue una de las tres elegidas en la categoría Inteligencia artificial para mejorar la gestión de servicios gubernamentales subnacionales. Las otras dos son de Ecuador y Brasil. Mientras que el primer caso está ligado al uso de la IA para mejorar la gestión de riesgos climáticos, el segundo está vinculado con el mantenimiento urbano para prevenir inundaciones. En este aspecto, el BID reconoce el rol de las nuevas tecnologías y su impacto en la innovación pública.
Artificial y natural
Según cuenta el director de OpenLab, este asistente académico permite hacer consultas complejas en lenguaje natural. Algunas de las preguntas que puede responder son qué estudiantes no se conectaron en el último tiempo, cuántos siguen activos, qué mensajes quedaron sin respuesta y si hay comentarios no éticos en los foros.
En este sentido, el sistema interpreta las preguntas y devuelve la información de forma automática en tablas o indicadores visuales. También, se espera que a la brevedad incluya alertas automáticas para anticipar situaciones como baja participación en los foros. “Todo el desarrollo es de código abierto, lo que permite adaptarlo y replicarlo en otras instituciones públicas sin depender de soluciones privativas. A su vez, esta herramienta no almacena datos sensibles y cuida la privacidad de los estudiantes”, explica Pérez.
La idea surgió en 2025 como una evolución del trabajo conjunto entre el Hospital Larraín y el proyecto de extensión OpenLab de la UNQ. “Vimos que había mucha información en la plataforma que podía ayudar a tomar decisiones, pero no siempre era fácil acceder. Entonces, pensamos en una herramienta que hablara el mismo lenguaje que las personas y que además tuviera una mirada ética, transparente y centrada en lo público”, destaca.
