
Las políticas que ya no existen tenían que ver con, por ejemplo, la promoción de la igualdad, la capacitación en género y diversidades, la prevención o protección para quienes sufren violencia de género y acceso a derechos para personas trans. Puntualmente, a través del Programa MenstruAR, se entregaban copas menstruales a municipios de todo el país para garantizar el acceso igualitario de las personas menstruantes a insumos de gestión menstrual. Además, se promovía el cuidado ambiental a través de la utilización de productos sustentables como toallitas reutilizables y copas, entre otras. Según Cúneo Libarona, la eliminación de este y otros programas, calificados de despilfarros absurdos, permitirá ahorrar 6 mil millones de pesos; así el gobierno busca enfocar los recursos en políticas de “mayor impacto y eficiencia” y “optimizar el gasto público”.
Ahora bien, el ministro calificó como “insólito” el programa MenstruAR: ¿por qué sería insólito menstruar? ¿Cuántas son las personas menstruantes? ¿Constituirán una reducida minoría y por eso se quita el programa? No. Según el informe “Síntesis del Censo de 2022” elaborado en 2025, el total de la población es de 46.834.830 de personas y las mujeres representan un 52 por ciento de ese total (23.705.494). La franja etaria que constituye la población de mujeres definida en el informe como “en edad reproductiva” (entre 14 y 49 años) es de 12.382.860. O sea, el 52 por ciento de la totalidad de las mujeres. Entonces, ¿habría un derroche en la política destinada a atender a aquellas que menstrúan?
El plan tenía por objetivo promover la reducción del costo de la canasta básica menstrual en sectores populares. Dado que, de no mediar incidentes de salud, todas aquellas asignadas como mujeres al nacer menstrúan: ¿cómo podría definirse de “insólito” o “ideológico” el acto de menstruar que las mujeres insisten en realizar mes a mes?
El temita de tener hijes
Además de las políticas eliminadas, otra de las acusaciones que hizo este gobierno fue culpar a las mujeres por el descenso de la natalidad y responsabilizó a las feministas. Pero, ¿se redujo drásticamente desde 2022 el promedio de hijes nacidos vivos? Según el censo, del total de mujeres en edad reproductiva, el 57, 5 por ciento tiene hijes nacidos vivos, mientras que el 42, 5 por ciento no los tiene.
Además, en 2001 el promedio de hijes por mujer fue de 1,7; en 2010 de 1,5 y en 2022 es de 1,4. Sin embargo, su distribución no es homogénea en todo el país. Debemos situar este promedio geográficamente: en 2022 el porcentaje de Santiago del Estero, Misiones y Formosa fue de 1,7 y cayó en el resto de las provincias hasta alcanzar el 0,9 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.Es falso que las mujeres eligen tener menos hijes o no tenerlos por el discurso feministas, muchas queremos tenerlos y deberíamos sin que la sobrecarga de los cuidados nos reste salud mental, emocional o física.
De todas maneras, la buena noticia es que se redujeron los embarazos en mujeres con edades entre 10 y 19 años. Fue claro el impacto del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia puesto en marcha desde 2018 y desestructurado en 2025. Logró que la tasa de embarazo en niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años disminuyera hasta un 49 por ciento.
¿Será que lo que molesta es el ejercicio de autonomía que mujeres (y varones) están ejerciendo respecto de la no reproducción en un país donde la explotación, la inestabilidad laboral, el desempleo, la carencia económica y los problemas de vivienda castigan a todos y todas? ¿En qué condiciones materiales deberíamos mapaternar? En marzo, según el INDEC, se necesitaron 410.524 pesos para criar a un bebé menor de 1 año y 515.984 pesos para niños, niñas y adolescentes de 6 a 12 años. Mientras que el salario mínimo es de 308.000 pesos. Por otra parte, hoy no tener hijes es una opción, que era impensada para generaciones anteriores.
Hay que rebelarse
El breve recorrido por los datos del censo lleva a la percepción de que hay disfrute por parte del gobierno en la amputación de derechos. En todos los espacios se recortan beneficios para la población, se exagera el número de despidos de empleados públicos y se celebra con deleite el “ajuste más grande de la humanidad”. Nos encontramos, entonces, frente a un régimen violento de opresión que descarga su mayor rigor sobre mujeres, que además son la mayoría de la población.
En lo que respecta a las políticas de género, la crueldad y la violencia se traducen no sólo en femicidios, sino también en un sistema de opresión que ajusta específicamente corporalidades femeninas, feminizadas o percibidas como débiles. En este sentido, la referente feminista Dora Barrancos plantea que la crueldad presidencial asentada en políticas devastadoras para la mayoría de la población cuenta con el acompañamiento de un conjunto de funcionarios que constituyen el sistema de crueldad gubernamental.
Podríamos pensar que la agenda que produjo avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos, de las moratorias jubilatorias, del respeto de identidades sexuales diversas, el acceso a la salud, la protección de las infancias contra abusos y de las mujeres contra las violencias es el objetivo de esta guerra mafiosa y destructiva que rapiña nuestras economías, nuestras vidas y nuestros cuerpos transformados en último resguardo de nuestra autonomía.
Si el cuerpo es nuestro último espacio de soberanía, unamos nuestros cuerpos en las calles, tomemos la palabra y desvelemos las mentiras, arrimémonos en redes. Sin pecar de esencialistas, digamos que las mujeres han tenido gestos estratégicos a lo largo de la historia. Por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo que politizaron el papel maternal y llevaron sus reclamos al espacio público. Otros ejemplos son el grito de Ni Una Menos y la larga marcha contra la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que representaron, por un lado, nuestro hartazgo contra los femicidios y, por el otro, el reconocimiento de la autonomía sobre nuestros cuerpos con la aprobación de la Ley de IVE en 2020.