
“Esta convocatoria visibilizó las voces de quienes atravesamos la infancia en el exilio. La obra recorre la experiencia de personas que estuvieron distribuidas en 27 países, y aborda cuestiones no solo desde una mirada dramática, sino que también tiene narraciones que son más simpáticas. El libro realmente es hermoso y buscamos que llegue a la mayor cantidad de gente, para que lo pueda leer y discutir”, cuenta Diego Torres, integrante de Hijas e Hijos del Exilio, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
El libro tiene más de 300 páginas y alberga a personas que narraron su experiencia desde formatos tradicionales hasta obras de teatro, obras plásticas y videos. Por eso, el material tiene diferentes códigos QR para que los lectores pueden acceder a esos materiales que se salen del papel. La preventa por la página web ya se agotó y a partir de septiembre podrá conseguirse en las principales librerías del país.
Para la agrupación, la presentación del libro no es la culminación del proyecto que comenzó en 2020, sino que se trata de un nuevo punto de partida. “La idea es continuar con presentaciones en todas las provincias de Argentina, y el dinero que vamos recaudando es para sustentar este proyecto. El objetivo es un poco ambicioso, pero queremos seguir contando esta parte de la historia que se suma al recorrido de memoria, verdad y justicia”, relata Torres, quien además es especialista en informática y docente de la Universidad Nacional de Quilmes.

Marcas indelebles
Torres nació en 1980 en un pueblo pequeño ubicado al sur de Italia y volvió a Argentina cuatro años más tarde. Aunque estuvo relativamente poco tiempo, las huellas todavía persisten. Desde el idioma en el jardín hasta el documento nacional de identidad, el exilio y sus consecuencias están presentes de forma constante.
“Lamentablemente, el exilio deja muchas marcas. En el caso de la identidad, aunque parece algo tonto, es sumamente importante definir quién sos, de dónde sos y por qué sos así. Crecimos en un contexto desfavorable porque nos obligaron a irnos del país para sobrevivir y sufrimos el avasallamiento de nuestros derechos. Además, la vuelta fue muy dura porque había familias en las que no se hablaba del tema y ser exiliado era un estigma a la hora de conseguir trabajo o encajar en la escuela”, explica el integrante de Hijas e Hijos del Exilio.
Aunque la agrupación se creó en 2006, Torres se sumó antes de la pandemia gracias a una casualidad. “Nosotros nos detectamos, nos reconocemos. En mi caso, estaba llenando una planilla con el número de DNI y otros datos para un proyecto de extensión en la Universidad Nacional de La Plata. Cuando la persona recibió la planilla y miró mis datos, me dijo ‘vos naciste en el exilio’”, recuerda.

