
La Quema, el nombre popular con el que se lo conoce, ocupa más de 12 hectáreas y tiene cincuenta años de existencia. En octubre de 2022, se iniciaron las tareas de cierre del basural y la instalación de un Centro Ambiental, dando respuesta a una demanda histórica de los vecinos. Entre los objetivos, se encuentran tratar la basura de una manera adecuada, subsanar el ambiente contaminado y remediar las condiciones en las que trabajan los recolectores informales. Sin embargo, su avance se vio interrumpido en reiteradas ocasiones por recursos judiciales presentados por la Asociación Civil Nuevo Ambiente, un grupo de vecinos y vecinas liderado por Viviana Novelle y Carlos Reyes Terrabusi.
Ellos son propietarios del campo de polo Haras La Picaza y del emprendimiento de huerta orgánica Tallo Verde que se encuentran colindantes al nuevo Centro Ambiental. Acusan que el proyecto tiene falencias técnicas y carece de investigación sobre el impacto ambiental, lo que afectaría las actividades frutihortícolas que desarrollan. En este sentido, en ocasiones, el exviceministro de Ambiente, Sergio Federovisky, afirmó que el cierre del basural y una buena gestión de los residuos en el Centro mejorarían las condiciones ambientales en el entorno de los emprendimientos agrícolas, a diferencia de la actualidad. Finalmente, la Corte desestimó los recursos de la Asociación Civil Nuevo Ambiente y ordenó la continuación de las obras.
“La contaminación que produce el basural y los incendios que genera acarrea enfermedades como las respiratorias, de piel o de hueso. Por ejemplo, mis nietas son enfermas crónicas de los bronquios”, relata Sergio Almada, presidente de la Sociedad Fomento del Barrio San Pedro de Luján y referente de la lucha, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Sucede que, al no tener una gestión correcta de los residuos, las consecuencias impactan directamente en el ambiente y, por ende, en las personas. La basura, que está a cielo abierto, es quemada, genera humo tóxico, emite gases de efecto invernadero como el metano, y a su vez contamina las aguas superficiales y las subterráneas por el desprendimiento de los líquidos lixiviados.
Sumado a esto, trabajadores informales, como cartoneros, buscan materiales que puedan revender o reciclar, como cartón, metal, papel o ropa. La exposición diaria y sin protección alguna a los gases y toxicidades desencadena enfermedades crónicas en ellos, sus familias o vecinos cercanos al basural. Lo que se solucionaría con la instalación del centro ambiental.
Cómo funciona un centro ambiental
“Se trata de un lugar donde se acumulan los distintos residuos, pero de una manera ordenada. Se los separa por clase y se trabaja con residuos y no con basura, es decir, que se lo piensa como un material que tiene valor. Entonces, se los concentra, se los divide, se los prensa para comercializarlo y se envía a algún centro de reciclado o se recicla directamente”, explica David Adonis Giogi, investigador del Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de Luján, a la Agencia.
Y continúa: “Para reutilizar, se termina de separar lo orgánico de lo inorgánico. Lo primero puede aprovecharse como fertilizante, mientras que lo segundo puede ser aprovechado por las mismas industrias que, muchas veces, necesitan plásticos, vidrios o metales”.
Así, el Centro Ambiental Laudato Sí, financiado con 18 millones de dólares por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tendrá celdas de disposición final para evitar la contaminación y sectores de compostaje y restos de poda. Además, se instalarán oficinas de admisión, baños y vestuarios para proteger a quienes trabajan allí.

“En la actualidad, todos los residuos están mezclados y se los quema para separar y obtener aquellos que pueden generar valor. El humo que surge es el que trae las consecuencias más graves. El hecho que esté ordenado y funcione bien, reduce la cantidad de humo, mejora la calidad del aire y, además, las cosas de más riesgo y difíciles de reciclar pueden ser llevadas a lugares especiales de tratamiento, como son las baterías o pinturas”, detalla el doctor en Ciencias Naturales.
De hecho, este trabajo hoy es realizado por los cartoneros. Ante la Agencia, Ivo Botto, responsable del área de cartoneros y cartoneras de Luján del Movimiento de Trabajadores Excluidos (que impulsa la causa junto con el municipio), cuenta: “Antes el basural tenía 12 km cuadrados y se podía disponer de cualquier lado, ahora solo funciona el 30 por ciento de ese espacio. Las máquinas o colas de pato vuelcan los residuos y un grupo de cartoneros y cartoneras separa aquello que se puede valorizar. Algunas de las quemas, las producen los compañeros que juntan metal y necesitan encender residuos para recuperar, por ejemplo, el cobre, pero otras se dan por el mismo Sol. La Quema tiene 30 metros de alto: se forman los lixiviados y, entre chispa y chispa con el Sol, se enciende“.
Botto recuerda que, al principio, costó consensuar con la creación de un centro ambiental porque podía correr riesgo el trabajo de los cartoneros. “Comprendimos, y así lo entiende el municipio, que sin cartoneros no hay reciclado y el Centro tiene que estar poblado de quienes históricamente trabajan con la basura. Nuestras condiciones mejorarían mucho porque ya no estaríamos expuestos a las enfermedades crónicas y, además, nos encontraríamos incluidos de un sistema de trabajo que le da dignidad a la tarea del reciclador urbano“, declara.
Antes y después de la basura
Ahora bien, ¿qué sucederá con el espacio donde hoy se encuentran las toneladas de basura? Almada, que pelea hace más de veinte años junto a otros vecinos por la instalación de un centro ambiental, plantea: “Una vez que se cierre el basural, ese espacio será rellenado con tierra. Se le pondrán respiradores para que no se junten gases y la superficie será reforestada. Hay mucha basura hoy por lo que es imposible moverla del todo, así que se remediará la situación con distintas capas de tierra y árboles autóctonos”.

Por su parte, Giogi, que también es vecino de Luján, manifiesta que hay distintas técnicas para descontaminar el agua, por ejemplo, a través de procesos de ósmosis inversa para separar las moléculas o mediante el carbón activado para filtrarla. A su vez, para el suelo se pueden utilizar vegetales que acumulen las sustancias que están contaminándolo y recuperarlas.