Una década del Ni Una Menos, el grito colectivo que recorrió América Latina

En este artículo, investigadoras de la UNQ dialogan con activistas de la región sobre las formas de articulación y cambios que generó este movimiento en sus países.

Octava manifestación anual "Ni una Menos" contra la violencia de género frente al Congreso de la Nación Argentina en Buenos Aires. Créditos: Tomas Cuesta / AFP.
Octava manifestación anual “Ni una Menos” contra la violencia de género frente al Congreso de la Nación Argentina en Buenos Aires. Créditos: Tomas Cuesta / AFP.

Por Victoria Obregón y María Eugenia Dichano*

A una década del 3 de junio de 2015, cuando miles de mujeres, feministas y LGBTTNB+ salieron a las calles en Argentina al grito de Ni Una Menos, la consigna se transformó en bandera continental contra la violencia machista. Desde el Grupo de Estudios en Feminismos y Transfeminismos Populares Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Quilmes, conversamos con compañeras de Brasil, Uruguay, Ecuador y Perú, que hacen memoria y balance de este hito que transformó las luchas feministas en la región.

Hace diez años el femicidio de Chiara Páez en manos de su novio Manuel Mansilla encendió una chispa que no paró de multiplicarse. El 3 de junio de 2015, una convocatoria nacida desde escritoras, periodistas, activistas y artistas derivó en una de las movilizaciones más masivas que se recuerden en la historia reciente. Ni Una Menos fue un grito que se volvió colectivo, popular y latinoamericano.

Ese día, miles de mujeres y disidencias tomaron las calles para denunciar la violencia machista que atraviesa los cuerpos y las vidas. También, fue el inicio de un nuevo tiempo de tramas regionales, de organización, de resonancias entre territorios y nuevas formas de hacer política feminista. En esta nota, reconstruimos una memoria afectiva y política de lo que significó (y sigue significando) ese grito que se hizo consigna, movimiento, tejido y revolución.

Se logró fortalecer una conciencia feminista regional, un entendimiento compartido de que las violencias que vivimos no son casos aislados, sino parte de un sistema patriarcal, racista, colonial y capitalista, que precariza nuestras vidas de muchas maneras”, sostiene Thatiane Mandeli, investigadora y feminista brasilera.

Brasil: “El movimiento argentino encendió una chispa”

Mandeli sostiene que el Ni Una menos logró un importante avance para el movimiento feminista latinoamericano al politizar la violencia de género y denunciar al Estado como responsable por cada víctima de esta violencia estructural. “A partir de 2015, vimos crecer las marchas feministas en las principales ciudades brasileñas y ya en 2018 fuimos responsables de la movilización más grande del país en contra de Bolsonaro, diciendo ‘no’ a su gobierno”, recuerda Mandeli.

Créditos: Latfem.
Créditos: Latfem.

Si bien Brasil ya contaba con la Ley de Feminicidio, que tipificaba el asesinato de mujeres en contextos de violencia doméstica, familiar o motivados por misoginia como un delito autónomo con penas que van de 20 a 40 años de prisión, la movilización feminista fue la encargada de impulsar y vigilar la aplicación de la categoría legal. La investigadora agrega: “En estos 10 años, el feminismo latinoamericano demostró que no es sólo resistencia, sino que también creó redes, estrategias, cuidados colectivos, lenguaje y alianzas internacionales. Que esta década nos inspire a seguir juntas, aliadas, y crear un futuro donde las vidas de todas y todos sean dignas de ser vividas”.

Uruguay: “El feminismo te hace sentir parte de una historia”

En noviembre de 2014, Uruguay celebró el Primer encuentro de feminismos, donde el foco se puso en la dimensión de las articulaciones, los puntos comunes y las sinergias necesarias para fortalecer la voz del movimiento feminista y su lugar en las calles. Es ese el marco en el que resuena este grito de hartazgo de #NiUnaMenos en Uruguay.

“A nosotras nos tocó el crecimiento y la emergencia de la ola” sostiene Patricia Pata González Viñoly, politóloga y feminista uruguaya. Y continúa: “Tengo una sensación de que es tiempo para revisarnos, revisar los relatos, repensar lo que nos quedó, reordenar la casa y ser responsables también con la causa. El feminismo tiene muchos más años que nosotras y va a vivir mucho más que nosotras, entonces está bueno también parar un poco y dar tiempo al intercambio, la introspección y el pensamiento. Pero parar no es desmovilizarnos”.

En 2017, Uruguay aprobó la Ley 19.580 de Violencia basada en Género hacia las Mujeres, que define 18 formas de violencia y establece obligaciones para el Estado. A su vez, tipificó el femicidio como agravante del delito de homicidio mediante la ley n.º 19.538.

Créditos: El País Uruguay.
Créditos: El País Uruguay.

Viñoly piensa que siempre hubo gente que trató de hacer el mundo mejor, como nuestras compañeras y nuestros compañeros desaparecidos por las dictaduras latinoamericanas que seguimos buscando, como las personas con las que vamos a las marchas, o quienes eligen el amor y la empatía. “Elegir tejer con los demás es elegir una forma de política de la acción colectiva, como decía Hannah Arendt”, cita la polítologa

Ecuador y México: “Las cifras de femicidios son alarmantes”

Soledad Buendía es política y activista por los Derechos Humanos en Ecuador; se define como una feminista que “busca todos los días hermanarme para seguir transformando”. Ella recuerda que “en 2015, miles de voces se unieron en Argentina para gritar Ni Una Menos y fue una consigna con una potencia colectiva tan grande que resonó en toda Latinoamérica. ”Asimismo, sostiene que no sólo fue en respuesta al feminicidio de Chiara Páez, sino a reconocernos en la lucha por las muertes de muchas mujeres silenciadas por la violencia machista.

“El impacto del Ni Una Menos argentino trascendió fronteras, plataformas y generaciones y consolidó una revolución social contra la violencia patriarcal. Esa consigna del derecho a vivir sin miedo nos identificó y empezó pronto a replicarse en Ecuador, en Perú, en México, en Chile, en Bolivia, en Colombia y en otros países. Y el grito encontró ecos en estas sociedades que atraviesan la violencia estructural de género, la impunidad judicial y la desigualdad estructural”, expresa.

Créditos: Prensa Latina
Créditos: Prensa Latina

También reflexiona sobre cómo este movimiento impulsó formas más creativas de vincularnos al visibilizar el reclamo a través de redes sociales u ocupar el espacio público con pañuelos de otros colores. No sólo esto, sino que también se realizaron intervenciones artísticas, performance como “el violador eres tú” de Chile, lo que hizo convirtió el Ni Una Menos en un fenómeno cultural y político con reconocimiento y valor.

Buendía actualmente se vive en México y menciona que allí son asesinadas 10 mujeres por día por el hecho de ser mujeres. Por eso, “la lucha tiene que continuar, tiene que reencontrarse e integrar nuevas estrategias para enfrentar los desafíos”, afirma.

Perú: “Las calles son nuestros úteros y tenemos que ocuparlas”

Perú ha sido y es uno de los países con mayores tasas de violencia contra las mujeres, “con mayores números de feminicidios luego de Argentina, Brasil, Chile y México. Por eso, luego de un femicidio muy mediatizado en las afueras de Lima, el 13 de agosto de 2015, a unos meses de Ni Una Menos, se coordinó desde un chat chiquito y privado de mujeres feministas, una gran movilización” relata Parwa Oblitas, abogada peruana especialista en género y en Derechos Humanos. Meses después se generó una marcha multitudinaria en la capital de Perú con réplicas en todo el país. “Marcó un hito, un antes y un después frente a esta problemática”, rememora.

Gracias a esta lucha se comenzaron a generar normativas, a mejorar las que había, a problematizar el tratamiento en los medios de comunicación y se dejó de hablar de crímenes pasionales para pasar a hablar de feminicidio y violencia de género.

Créditos: Punto seguido.
Créditos: Punto seguido.

Además, la abogada reflexiona acerca de la coyuntura política social que nos encontramos atravesado, con un gran avance del odio y retroceso de nuestros derechos. En este sentido, sostiene que “se viven tiempos muy sombríos y que van a ser muy difíciles de salir de ellos”. “Sin embargo, guardo la esperanza de que si hace 10 años pudimos salir a las calles, movilizarnos y generar una revolución, esto va a volver a pasar. Estas calles están en disputa: son nuestros úteros y tenemos que volver a ocuparlos”, aporta.

Argentina: “El grito sigue latiendo”

A una década de aquel grito fundante, la realidad de Argentina es sombría. El gobierno de Javier Milei y sus políticas de odio y crueldad profundizan las rupturas de un tejido social que venía tensionado. Desde su asunción se profundizó la pobreza, se desarmaron políticas imprescindibles para la garantía de vidas libres de violencias y el cumplimiento de compromisos asumidos por nuestro país.

En un clima de creciente violencia los movimientos feministas y transfeministas buscamos unir las luchas. Se trata de un contexto donde el desfinanciamiento de la ciencia y tecnología tensiona el desarrollo y el crecimiento del país, se precariza a profesionales de la salud, se vulnera el derecho a la educación superior al vetar y postergar el tratamiento de la Ley de Financiamiento Educativo y donde cada miércoles se reprime a personas jubiladas, entre otras tantas vulneraciones.

Por eso, decimos que, a diez años de aquel “basta de violencias”, lo que se tejió fue mucho más que un movimiento. Se amplió la genealogía de nuestra historia de luchas, tomó forma un nuevo lenguaje compartido, se fortaleció una alianza continental y emergieron otras conversaciones respecto a la percepción de las mujeres y disidencias como sujetas de derechos.

El Movimiento Ni Una Menos, sigue reinventándose y ampliándose en las luchas feministas y transfeministas populares, que hacen del dolor, las injusticias y la crueldad una fuerza transformadora, y del encuentro, una práctica política. Hoy, frente a contextos de retrocesos, discursos de odio y embates conservadores, las luchas feministas de la región siguen haciendo historia. Porque no se trató solo de denunciar los femicidios, sino de poner en cuestión las bases de un sistema violento, colonial, racista y patriarcal. Porque el Ni Una Menos no terminó: sigue latiendo en cada ronda, en cada cartel, en cada marea. Y porque, como dijo Oblitas desde Perú, “si hace diez años pudimos, vamos a poder otra vez”.

*Integrantes del Grupo de Estudios en Feminismos y Transfeminismos Populares Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Quilmes.


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