Manzanas famosas en la historia: de Adán y Eva a Blancanieves y Newton

Tres mordidas le bastaron para arruinar el paraíso, intoxicar a una princesa y encender la chispa de la física. ¿Qué dice la ciencia sobre su fama mundial?

Crédito: Ideogram.
Pecado, cuento y física: todo en un mismo fruto. Créditos: Ideogram.

La manzana tiene mala prensa: se oxida rápido y algunos la consideran un fruto modesto en nutrientes. Pero aun con esa reputación, fue la elegida para encarnar el pecado original, el veneno de bruja y la chispa de la genialidad científica.

En el Génesis, Adán y Eva no mordieron una manzana. Mordieron un “fruto prohibido”. Punto. El resto es culpa de la Edad Media, cuando un juego de palabras en latín –malum (fruto) y malum (mal)– convirtió a la fruta más inocente de la mesa en la responsable del primer pecado. La Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes accedió al artículo “How the Forbidden Fruit Became an Apple” (Cómo el fruto prohibido se convirtió en una manzana), publicado en Rutgers University, que reconstruye cómo traducciones ingeniosas y, sobre todo, pinturas europeas obsesionadas con dar forma al Edén, fijaron para siempre la imagen de Eva y su mordisco a una manzana. Resultado: la mujer condenada, la manzana inmortalizada.

El especialista Azzan Yadin-Israel, profesor de Estudios Judíos y Clásicos en la Escuela de Artes y Ciencias de Rutgers, llevó esta investigación a su libro Temptation Transformed: The Story of How the Forbidden Fruit Became an Apple (La tentación transformada: La historia de cómo el fruto prohibido se convirtió en una manzana). Un trabajo que muestra cómo la cultura hizo lo que la biología nunca dijo: convertir una fruta común en símbolo de la tentación universal.

La manzana envenenada de Blancanieves

Si la manzana del Edén fue famosa por lo que nunca hizo —porque, recuerden, nunca fue manzana—, la de Blancanieves se ganó su lugar a mordiscos: roja, brillante y perfecta para esconder veneno. Disney no tuvo dudas: fruta reluciente, princesa dormida, bruja malvada y merchandising asegurado.

Otro estudio consultado por la Agencia fue el realizado por investigadores de la Universidad de Friburgo, Alemania, y publicado en ScienceDirect. La investigación mostró que los relatos informativos, cuando tienen trama y personajes, captan mucho más la atención de los estudiantes, incrementan su interés por la ciencia y facilitan la comprensión y retención de los conceptos.

En otras palabras, Blancanieves, sin proponérselo, terminó siendo una aliada de la pedagogía científica: su manzana envenenada no solo dormía princesas, sino que ahora despierta curiosidad por el conocimiento. Moraleja moderna: para enseñar ciencia no hacen falta laboratorios espectaculares; basta con un buen relato… y, si se quiere, una manzana venenosa de mentira.

Newton y la manzana que sigue desafiando al tiempo

Si alguna vez alguien pensó que las leyes de Newton servían solo para calcular la caída de una manzana, la física moderna tiene algo que decir: la gravedad podría estar jugando a algo mucho más extraño. Un equipo de físicos europeos demostró que dos partículas pueden “enredarse” únicamente por la gravedad, sin necesidad de gravitones ni campos cuánticos exóticos.

Para visualizarlo sin fórmulas: imaginen dos pelotitas diminutas que pueden estar en varios lugares a la vez, como fantasmas jugando al escondite. Según los investigadores, estas partículas logran conectarse instantáneamente siguiendo únicamente las leyes de Newton y la atracción gravitatoria. No hace falta física cuántica sofisticada: la gravedad clásica alcanza para generar un vínculo que antes se creía imposible. Es como si Newton y Einstein se dieran la mano a escondidas y mostraran un truco de magia.

Según el estudio, publicado recientemente en Physical Review, los cálculos muestran que el entrelazamiento —ese fenómeno donde las partículas “se sienten” a distancia— puede generarse con un potencial gravitatorio aproximado y una evolución temporal clásica. Para visualizarlo sin fórmulas: las partículas pueden imaginarse como dos globos en el parque. No tienen hilo entre ellos, ni walkie-talkies, ni magia cuántica rara… y, sin embargo, logran bailar al mismo ritmo, aunque estén separados, solo porque la gravedad, ese empujoncito invisible que hace que las cosas caigan, los mantiene conectados. La física que Newton enseñó en la escuela, la misma que inspiró la famosa manzana, puede generar efectos que antes se creían exclusivos de la física cuántica.

Con todo, la manzana nunca pidió ser protagonista, y sin embargo lo fue todo: tentación, peligro, descubrimiento, ciencia. Una fruta humilde que marca cultura, imaginación y laboratorios, y que demuestra que a veces, los cambios más grandes empiezan con un mordisco aparentemente insignificante.


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