Eder Romero y su “ejército” de nanopartículas para combatir enfermedades
Con un enfoque en nanomedicina, la científica de la UNQ investiga tratamientos específicos que puedan cambiar el futuro de la salud en Argentina.
¿Qué tan pequeño puede ser un avance científico para cambiarlo todo? En el laboratorio de Eder Romero, en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), la respuesta es certera: increíblemente pequeño.
El Centro de Investigación y Desarrollo en Nanomedicinas (CIDeN) en la UNQ es uno de los epicentros de este cambio. Allí, un equipo de científicos, encabezado por Romero, borra los límites de lo que se creía posible. Con sus investigaciones, crean terapias basadas en partículas tan diminutas que su tamaño solo se puede comparar con una fracción infinitesimal del grosor de un cabello humano.
¿Qué hacen estas pequeñas partículas? Dirigen con precisión láser los medicamentos hacia las células afectadas, sin dañar las células sanas. Es decir, nada de tratamientos invasivos ni efectos secundarios dolorosos. Esto podría significar un futuro libre de los efectos adversos de los tratamientos actuales para enfermedades como el cáncer o el Alzheimer.
La capacidad para sanar el cuerpo es lo fascinante de la nanomedicina. Pero también su enfoque ético. En tiempos donde el desarrollo de fármacos implica a menudo pruebas en animales, los avances en CIDeN evitan ese maltrato. En lugar de experimentar con animales, los investigadores diseñan terapias personalizadas utilizando materiales biocompatibles que se integran de forma natural al cuerpo.
“Lo que buscamos es un enfoque más ético. Queremos que la ciencia avance sin dañar otras formas de vida. Y lo estamos logrando”, cuenta Romero, Doctora en Ciencias Exactas y Licenciada en Bioquímica, egresada de la Universidad Nacional de La Plata, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Romero inició su trayectoria en laboratorios de Europa, pero decidió volver a Argentina para concretar su visión de terapias nanomédicas avanzadas. “Cuando regresé, no mucha gente entendía lo que significaba la nanomedicina. Era un concepto nuevo, casi de ciencia ficción. Hoy estamos viendo cómo esos sueños se están haciendo realidad aquí, en Quilmes”.
Conquistar lo invisible
La científica de la UNQ recorre sus pasillos con la misma soltura con la que habla de nanomedicina, nanotecnología o de su rol como directora del Centro de I+D en Nanomedicinas . Pero detrás de esa tranquilidad y confianza, se oculta una historia mucho más profunda, una historia marcada por el esfuerzo incansable y una obsesión constante: la de encontrar respuestas, incluso cuando eso la llevó a enfrentar el aislamiento dentro del mundo científico. “El mayor desafío fue integrarme a la comunidad científica. Estoy aquí, pero muchas veces me pregunto cómo lo logré”, confiesa.
Ser investigadora en un campo tan complejo no es tarea sencilla. “Siempre me sentí como Susanita”, admite, en alusión al emblemático personaje de Mafalda, tratando de describir una sensación de desconexión o de no encajar en la comunidad científica. “Aunque la ciencia avanza a través del trabajo en equipo, muchas veces ese equipo no está presente. Es una labor solitaria, donde las respuestas no siempre llegan con el reconocimiento inmediato”.
Lejos de rendirse ante la falta de retroalimentación, encontró en la financiación y el apoyo institucional de la UNQ la motivación para seguir adelante. Con esfuerzo, formó un equipo sólido de investigadores, respaldada por becas y recursos humanos que obtuvo a base de perseverancia. “Sin el respaldo institucional, no habría podido superar esa falta de interacción con mis colegas”.
A medida que las partículas invisibles que desarrollan en el CIDeN siguen avanzando, las expectativas para el futuro de la medicina crecen. ¿Será posible, algún día, decir adiós a las terapias tradicionales? ¿Podrán los tratamientos personalizados llegar a todos los rincones del mundo? El potencial de la nanomedicina es ilimitado, y Argentina parece estar marcando el rumbo. Porque. a veces, la revolución más grande es la más pequeña, y la nanomedicina es la prueba de que lo pequeño puede hacer una diferencia enorme.
¿El futuro de la medicina? Ya está aquí. Y está mucho más cerca de lo que se cree. Aunque quizás Eder Romero nunca se sienta completamente parte de la comunidad científica, su trabajo habla por sí solo.