
“Sucede que no hay una batalla cultural, sino una guerra cognitiva que busca enloquecernos, como explica el psicólogo Unai Rivas Campo. Según su visión, hay una comunicación psicopática en la que todos los días cambian las reglas del juego”, explica Ludmila Fernández López, comunicadora social de la UNQ e integrante de la asociación civil Comunicar Igualdad, a la Agencia de Noticias Científicas. Así, ejemplifica la becaria del Conicet, no era válido sugerir que el presidente tenga una relación con la hermana, pero sí lo es hacerlo ahora con una periodista mediante deep fakes. “De la misma manera, no es válido que el gobierno diga que no interviene la economía a la vez que visita a los supermercados para exigir que no suban los precios, y encima eso lo presenta como una medida que los trolls le festejan. Hace lo que critica”, define.
En este marco, hay algo que va más allá de instalar discursos de odio ultraderechistas y es el objetivo de “enloquecer a la población”. “Ya no importa si el video es real o no, o qué cosa dijo el presidente porque estaba enojado y qué dijo en serio, lo que buscan es que no importe tanto cuál es la verdad y así desestabilizarnos”, plantea Fernández López.
En este sentido, en una nota que escribió para Revista Anfibia recientemente, Mengolini calificó el “vuelto” del presidente como un mensaje mafioso y como un reconocimiento de que la fake news es fake. “Lo que importa es este mensaje: ‘Ahora vas a ver lo que podemos hacer con tu vida y la de tu familia, te vamos a volver loca a pura maldad y mentiras aunque sean una estupidez’. Es un disciplinamiento sobre mí pero también sobre los demás”, sentenció la comunicadora.
La cuestión de que no importe si es real o no lo que circula en las redes sociales y los medios masivos es algo que excede a este gobierno (pero que este lo elige y exacerba mediante fakes y el uso de la IA) que va de la mano con la era de la posverdad: no importa la verosimilitud de los hechos que se consumen en las redes sociales ni los datos fáciles de chequear, sino que se prefiere aquello que encaje con las creencias que tiene el usuario.
“A diferencia de otros regímenes autoritarios que buscaban instalar un relato único, lo que busca este es que ya no importe tanto cuál es la verdad. Entonces, por ejemplo, pasa que uno le dice a su tía: ‘El video de Mengolini es falso” y ella dice: ‘Ah, bueno, igual es kuka. Entonces, lo kirchnerista ya está asociado a algo despreciable, a una vida que no vale lo mismo que las demás y eso es peligrosísimo”, describe Fernández López ante la Agencia.
Al igual que la idea de “un vuelto”, la estereotipación de que está mal ser kirchnerista, zurdo, marxista o comunista (por nombrar algunos adjetivos que circulan en la sociedad) repite un discurso de los años 70 y deja a la sociedad a un paso del ya conocido “algo habrán hecho”. Una frase que costó la desaparición de 30 mil personas, una sociedad que miró hacia el costado por un tiempo, y también un dicho que se suele usar aún hoy cuando se cometen, por ejemplo, femicidios, ataques contra el colectivo LGBT o se reivindica la dictadura.
Un delito que no está penado
Por otra parte, esta libertad con la que se viralizan fake news y videos realizados con IA que perjudican a personas específicas es un tipo de violencia digital que puede terminar en violencia física. Todo lo que sucede en el micromundo de X (y de cualquier red social) tiene su correlato en la vida tangible. Sin embargo, no hay legislaciones alrededor de este tipo de acción.
“La organización de miles de cuentas de trolls, más bots pagos, más dirigentes nacionales libertarios, más el propio presidente para instalar esa mentira, constituyen un entramado que todavía no está tipificado y al que habrá que empezar a ponerle un nombre que todavía no tiene”, sostiene Mengolini en su nota.