
Por Santiago López*
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se producen más de 430 millones de toneladas de plástico al año, dos tercios de los cuales son desechados rápidamente y se convierten en residuos que invaden los océanos y alteran la cadena alimentaria de las especies, incluyendo la humana.
Las playas arenosas son puntos críticos para la acumulación de microplásticos. El estudio, publicado en la revista Environmental Pollution y de la que participan científicas y científicos del Conicet, señala que los microplásticos son muy abundantes en las zonas de rompiente, principalmente en forma de fibras (filamentos) menores a 1 mm.
Quién se come a quién
Las diferentes cadenas alimentarias se interconectan de manera natural entre sí. De forma que, lo que sucede en las profundidades termina por afectar a lo que ocurre en la superficie. A este proceso se lo conoce como red trófica o red alimentaria y explica, a grandes rasgos, quién se come a quién.
Los copépodos abundan en el mar y son la base alimenticia para muchos animales marinos, por lo que su rol en la red trófica es de vital importancia. Estos organismos, al ingerir microplásticos por error funcionan como “reservorios” de esas partículas. Esto aumenta la probabilidad de que sus depredadores también las consuman, al alimentarse de ellos.
En comparación con otros animales, los copépodos ingieren por individuo una cantidad relativamente escasa de microplásticos. Sin embargo, si se considera que estos organismos son uno de los más abundantes del océano, la ecuación cambia: “Aunque cada uno coma poco, en conjunto pueden retener cientos o miles de partículas por metro cúbico, lo que los convierte en un reservorio importante dentro del ciclo del plástico marino”, esclarece Menéndez.
No todos consumen lo mismo
Asimismo, en la investigación se divisaron diferentes tendencias de consumo entre los tipos de copépodos analizados. A partir del estudio de 350 individuos de Acartia tonsa, 500 de Paracalanus parvus, y 500 de Euterpina acutifrons, observaron que mientras que el primer tipo de copépodo fue propenso a consumir una variedad más amplia de tipos, tamaños y colores de microplásticos, las otras especies mostraron una ingesta más limitada. “Estas diferencias parecen estar vinculadas con el tamaño de cada especie y sus estrategias de alimentación”, explica la bióloga.
Teniendo en cuenta que el consumo de microplásticos en animales marinos se debe principalmente a la confusión con sus presas naturales, el color resulta un aspecto fundamental. Entre los colores de microplásticos consumidos por las especies recolectadas, el transparente fue el más abundante, representando casi la mitad de las partículas halladas, seguido del azul, el negro y el amarillo, mayormente en forma de fibras y films.

