Especialistas crean un sensor para detectar hierro en el vino blanco
Este mineral se encuentra presente en la uva de forma natural, pero su exceso puede afectar la bebida al modificar el color y crear sedimentos indeseados.
Científicos de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), la Universidad Nacional de La Plata, el Conicet y el Centro Atómico Bariloche desarrollaron un sensor para la detección de hierro en el vino blanco. Este mineral que contienen las uvas y se encuentra en la bebida de forma natural, puede tener efectos negativos sobre la calidad y el sabor si su concentración excede los parámetros esperados. Aunque la herramienta se encuentra en fase de laboratorio, los investigadores no descartan su comercialización a futuro.
El sensor funciona con un material diminuto y fluorescente que cuantifica el hierro presente en el vino. “El nanomaterial ingresa con una cantidad de luz determinada y el hierro la disminuye. Midiendo cuánto se apagó esa luz emitida podemos calcular su presencia en la bebida”, cuenta Mauricio Llaver, parte del equipo de investigación en el Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas, dependiente del Conicet y la UNCUYO.
Para optimizar su rendimiento, primero utilizaron la herramienta en agua proveniente del río, la represa y la canilla, hasta calibrarla y corroborar su eficacia. Si bien se puede detectar la cantidad de hierro durante el proceso de elaboración del vino, lo ideal es realizarlo una vez que el producto está listo. Esto se debe a que muchas veces se agrega este metal de forma involuntaria a través del uso de instrumentos sin el mantenimiento adecuado. Cuando el mosto circula por ellas, el hierro puede trasladarse a la bebida y perjudicar su calidad.
Además, los especialistas trabajan en dos líneas de investigación más. En primer lugar, tratan de obtener un sensor que pueda detectar hierro en el vino tinto. “Hasta ahora pudimos analizar únicamente vinos blancos por el hecho de que la composición química es mucho más simple. Además, nos basamos en una propiedad óptica del material que tiene que ver con la luz que recibe y la que emite. Justamente, en el tinto hay un montón de moléculas que absorben la luz, toman el color e interfieren en nuestras mediciones”, explica Llaver.
Por otro lado, trabajan en el diseño de una herramienta que detecta otros componentes que pueden ser contaminantes como el mercurio, el plomo, el arsénico y el talio. A su vez, el objetivo es complementar estos sensores mediante inteligencia artificial para identificar en simultáneo los distintos compuestos y simplificar el análisis de los datos a través de algoritmos.
“Tenemos el beneficio que la técnica que empleamos es bastante accesible, mucho más barata que otras que usualmente se utilizan para determinar estos elementos. Entonces, lo que buscamos es una aplicación amplia con una herramienta de mucho menor costo que las habituales”, destaca el científico.
Argentina es el quinto productor de vino, detrás de Italia, Francia, España y Estados Unidos. El país cuenta con 215.169 hectáreas cultivadas en 18 provincias y más de 23 mil viñedos que están en producción. Según el Instituto Nacional de Vitivinicultura, en 2020 se registraron 1237 bodegas. Se trata de un sector que genera 146 mil puestos de trabajo directos y 240 mil indirectos. Del total de la producción, el 75 por ciento se comercializa en el mercado interno, mientras que el 25 por ciento restante se destina al mercado externo. En 2022, las exportaciones de vinos y mostos superaron los 700 millones de dólares.
* Nota publicada originalmente en Página 12