¿Es posible que la Inteligencia Artificial genere poesía?

En este artículo, Lía Gómez, coordinadora del Programa de Cultura de la UNQ, analiza cómo influye el aprendizaje automático en la producción artística.

Corazón binario
Créditos: Unsplash.

La poesía es una composición, una estructura métrica de sentidos que expone en su forma un contenido estético, pero también ético. No reproduce una lógica narrativa singular, sino que más bien el/la poeta busca su expresión única en ese hilo del lenguaje que configura una poética.

La poesía no es reproducción, es fundamentalmente interpretación. Bajo esta premisa, ¿la IA genera o no genera poesía? Para empezar, se podría decir que la IA funciona por repetición, replica lógicas que los/as usuarios/as le proporcionan a través de su uso. Cada imagen, palabra, sonido que cargamos en la web es asimilada por los algoritmos para crear un gran repositorio de datos que le permite luego generar obras por patrones de colores, texturas, formas y palabras múltiples. Ahora bien, la poética narrativa es algo más complejo, no es sólo la imitación de patrones, sino que configura una mirada de mundo, que representa una experiencia.

Todo proceso creativo es tecnológico, y la reproducción de la obra de arte, su original y su copia es parte de las teorías de la historia del arte desde hace mucho tiempo. Recordemos el primer embate entre la fotografía y la pintura. Con la aparición de la cámara la pintura deja su lugar mimético y muta hacia otras posibilidades estéticas y narrativas. El avance de ese dispositivo democratiza el acceso a la representación de los pueblos y la foto se hace masiva como posibilidad para las grandes mayorías entrado en siglo XX.

Si hacemos un repaso por el archivo familiar veremos que pocas son las fotografías de nuestros/as abuelos/as, en mayor medida de nuestros/as padres y madres, quizás algún video en súper ocho o ya más entrado el siglo XX en VHS en nuestra propia memoria visual. En cambio, hoy en día los/as niñas tienen centenares de imágenes (por momentos efímeras) en una cajita rectangular como el celular.

Santiago Caruso, artista quilmeño, pintor, dibujante, editor, colaborador de la revista Caras y Caretas, en diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, provee de una preocupación: “La tecnología siempre propuso atajos a la modernidad, en un sistema capitalista el uso del espacio-tiempo como premisa para el desarrollo ha provocado la aceleración de esos atajos. La I.A. presenta un aceleramiento de todos esos procesos”. Entonces, ya no es solo esperar el revelado de la foto, sino la creación de imagen a la velocidad de la luz multiplicada por millones. El problema radica en que no hay tiempo para el conocimiento, para la creación de experiencia, para la sensibilidad que el arte expone.

La I.A. genera obra en segundos sin siquiera pensar en el mundo que la provee. ¿cómo sostenemos el deseo en un mundo como este? ¿Es posible la poesía sin deseo?

La experiencia humana se cuantifica, se encripta y se sistematiza en una especie de caja negra que convierte todo a unos y ceros. Puede haber una imitación hiperreal en la poesía y en la obra de múltiples artistas, se pueden crear acciones que rompen la barrera del tiempo como Carlos Gardel cantando la versión “Muchachos” del Mundial de fútbol de 2022, pero ¿es eso una acción poética?

¿Qué sucede con la ética?

Caruso se pregunta: “¿Hay dignidad en esta acción con el arte? ¿Qué futuro le espera al trabajo artístico? ¿Cómo impacta este desarrollo en el proceso de la cultura? La IA  generativa trabaja con robo de nombres e imágenes, los usan como parte de los comandos de textos al software que genera la obra. Esto no solo viola la identidad de los/as artistas y los derechos sobre sus obras, sino que además involucra a los/as usuarios/a que en muchos casos sin saber son parte de la trama”.

Cada sujeto/a real que interactúa con los bots de estos desarrollos tecnológicos alimenta a la máquina siendo parte del camino del engaño. Los humanos son un fragmento de la cadena de montaje de la obra generada, pero no construyen la mirada final. La lógica de la creación artística en la IA se convierte así en una secuencia de producción mecánica. La interpretación está ausente, y por ende el mundo lo está.

La regulación de los Estados es una clave indispensable para todo este proceso. Es necesario concientizar, conocer y trabajar para que la comunicación triunfe en un escenario de subjetividades solitarias. Si bien parece fácil crear con la IA, lo que en realidad sucede es que está en riesgo la posibilidad de imaginar.

Sin imaginación la poesía no existe, sin poesía las artes se desdibujan. Entonces ¿es posible que la IA genere poesía? La respuesta está en todos/as nosotros/as.


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