Oncología Molecular: un nuevo paso para estar más cerca de los pacientes

El Laboratorio de la UNQ se convirtió en Centro de Oncología Molecular y Traslacional. Buscan que los avances de investigación lleguen más rápido a los hospitales.

Crédito : Magalí Sánchez / Agencia de Noticias Científicas
La investigadora Valeria Segatori observando células tumorales en el COMTra. Crédito : Magalí Sánchez / Agencia de Noticias Científicas

El Laboratorio de Oncología Molecular de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), destinado a estudiar la inmunoterapia en pacientes con cáncer, se convirtió en un Centro de Oncología Molecular y Traslacional (COMTra). Este cambio implica un nuevo compromiso: trasladar lo más rápido posible y de la mejor manera la investigación que se hace en el laboratorio a los hospitales para beneficiar a los pacientes.

Mientras la ciencia busca soluciones definitivas, se han propuesto diversos tratamientos que, complementados, buscan enfrentar la enfermedad y dar una mejor calidad de vida a los pacientes. Entre ellos, está la oncología molecular, objeto de estudio del Centro de la Universidad Nacional de Quilmes.

El cáncer es una de las enfermedades más viejas y más agresivas que ha conocido el mundo. Algo muy llamativo es que surge por acción del mismo cuerpo. En el organismo, existen organizaciones en diversos niveles de complejidad: células, tejidos y órganos. Si bien en un marco de normalidad todo funciona de manera sistémica, en ocasiones las células sufren alteraciones genéticas que hacen que se multipliquen sin control y se acumulen, generando así un “tumor”. Eventualmente, esta gran cantidad de células anómalas tienden a querer escapar y colonizar otros tejidos. Esto se da mediante el proceso que se conoce como “metástasis”.

“La oncología molecular estudia las enfermedades a través de las moléculas que se alteran en las células afectadas. Es decir, miramos a la enfermedad a través de un microscopio y buscamos las moléculas que están dañadas y perturban el funcionamiento de las células, los tejidos y que comprometen al organismo del paciente” cuenta Daniel Alonso, primer director interino del COMTra e investigador del CONICET. Luego agrega: “Una vez que se detectan los genes y las moléculas dañadas, se pueden diseñar tratamientos más específicos para tratar la enfermedad”.

Si bien este trabajo ya se hacía en el exLaboratorio de Oncología Molecular, ahora se le suma un nuevo aspecto: lo traslacional. Esto implica trasladar la investigación hecha en el laboratorio “lo más rápido posible y de la mejor manera aplicada al ámbito médico en beneficio del paciente y de la salud pública. Buscamos así nuevos diagnósticos y terapias”.

Alonso señala que la investigación oncológica y de la medicina en general debe ser solidaria y de forma horizontal. “Hemos aprendido que debemos involucrar a los hospitales y a la industria farmacéutica en las etapas tempranas de la investigación. De esa manera, los médicos dicen exactamente qué necesitan sus pacientes y las industrias nos brindan su logística a la hora de fabricar un medicamento”.

El Centro de Oncología Molecular y Traslacional tuvo, en su primera etapa de gestión, a Daniel Alonso como director provisorio y, en diciembre, fue reemplazado por Daniel Gómez. Además cuenta con un Consejo Asesor y seis unidades de investigación: oncología molecular, oncología celular, inmunoterapia, fitoterapia, oncología traslacional y la evaluación y desarrollo de drogas antitumorales. Además, está compuesto por investigadores formados y en formación, becarios y estudiantes.

Nuevas terapias

Al investigar los mecanismos moleculares y celulares, han surgido nuevas formas de afrontar el cáncer, además de las más conocidas como quimio o radioterapia. Una de ellas es la antivascular que se basa en utilizar anticuerpos creados en laboratorios, cuyo objetivo es neutralizar las señales que emite el tumor para promover y nutrirse de vasos sanguíneos. Al neutralizarlas, las células malignas se quedan sin nutrición y fallecen.

Otra estrategia para combatir la enfermedad es la inmunoterapia, que se basa en estimular el sistema inmune del paciente para que reconozca el tumor como algo anormal en el organismo y lo ataque. Esta estrategia parte de la base de que las células tumorales son derivadas del propio cuerpo, por lo cual buscan “enmascararse” y pasar desapercibidas frente a las defensas del paciente. “La inmunoterapia es un gran desafío porque los tumores son muy hábiles en esconderse para que el sistema inmune del propio paciente lo tolere. Entonces, esta terapia debe romper esa tolerancia y lograr que el sistema inmune identifique las células tumorales como algo raro”, explica Alonso.

Sin embargo, “las nuevas formas de combatir el cáncer están pensadas para complementar a las que ya se usan y no para reemplazarlas” advierte Valeria Segatori, investigadora de la Unidad de Inmunoterapia del COMTra y del Conicet y docente adjunta de la UNQ. Generalmente, la quimioterapia es un tratamiento inicial para afrontar el cáncer en el paciente y, luego, se utilizan las otras medicinas: “La idea es que todo lo que funciona, se mantiene”, agrega la investigadora.

Células tumorales creadas en el COMTra. Crédito: Magalí Sánchez / Agencia de Noticias Científicas
Células tumorales creadas en el COMTra. Crédito: Magalí Sánchez / Agencia de Noticias Científicas

Antecedentes

Que las nuevas estrategias hayan llegado a las clínicas, habla del aspecto traslacional. En el Laboratorio, hubo dos medicamentos que ya han llegado a los pacientes: “racotumomab” y “desmopresina”.

El primero es un producto originado en el Centro de Inmunología Molecular de Cuba que contó con la participación del Laboratorio de Oncología Molecular de la UNQ -ahora devenido en Centro-. Fue aprobado para pacientes de cáncer pulmonar de células no pequeñas -un tipo particular de cáncer-  en 2013. En principio, se aprobó solo en Argentina y Cuba y luego se extendió a otros países como Chile y Turquía. Asimismo, ya comenzó a producirse en territorio argentino.

Además, esta droga está siendo evaluada también para el neuroblastoma, un tipo de tumor pediátrico. Aún no se da como terapia, sino que se encuentra en la fase II de ensayos clínicos; esto es, probar en un grupo de pacientes dentro de un protocolo. Para comprender mejor, se puede establecer una analogía de los ensayos que se hicieron con la vacuna contra el Covid-19: en primer lugar, se probó en animales, luego en un pequeño grupo de personas, más tarde en uno mayor y así se completaron distintas fases clínicas hasta ser aprobado y llegar a la sociedad.

“En un principio, a Racotumomab se le llamó vacuna porque funciona como un estímulo al sistema inmune a través de inyectar antígenos a las células”, cuenta Segatori, que participó directamente en este proyecto. Sin embargo, “llamarlo así resultaba una confusión porque las vacunas están asociadas a la prevención y, en este caso, es un tratamiento para personas ya diagnosticadas”.

Por otro lado, registró avances al implementar el uso de la desmopresina para tratar el cáncer de mama y el colorrectal. Esta es una droga que se usa hace mucho tiempo en la medicina en general para contener sangrados. A partir de esa base, el grupo de investigación de la UNQ aplicó este mecanismo para el sangrado de cáncer y de metástasis.

“Empezamos a usar la desmopresina primero en el Laboratorio, luego en animales de investigación y, por último, en ensayos clínicos en mujeres con cáncer de mama y en personas con cáncer colorrectal”, comenta Alonso. “Utilizamos la droga en acontecimientos de sangrado del paciente para que el mismo disminuya y, por ende, haya un menor riesgo de diseminación del cáncer. Al dejar de sangrar, pueden ser operados o sometidos a quimioterapia. Fue una herramienta muy útil para la cirugía de la enfermedad”

La aplicación de esta droga para tratar el cáncer de mama y de colorrectal fue aprobada en 2015 y 2020, respectivamente. Los protocolos de ensayos duraron entre ocho y diez años.

Al interior del laboratorio

Generalmente, la sociedad conoce una droga cuando un médico la diagnostica. Sin embargo, ese es el eslabón final de una cadena que se genera mucho tiempo antes y con la participación de tres actores: el laboratorio, los hospitales y la industria farmacéutica. Pero ¿cómo se investiga si una droga es efectiva para determinada enfermedad? Segatori responde esa pregunta a partir de su trabajo.

La investigadora es biotecnóloga y trabaja en el COMTra hace quince años. Se encarga de desarrollar modelos preclínicos para evaluar inmunoterapias. En otras palabras, desarrolla células tumorales en el laboratorio para, luego, inyectarlas en ratones. Una vez que el tumor se desarrolla dentro del animal, se le inyecta una droga que buscará estimular su sistema inmune -inmunoterapia- y reconocer la célula tumoral para afrontarla.

“Si bien los ratones son modelos bárbaros para la enfermedad oncológica ya que la reacción del sistema inmune y el desarrollo de los tumores en los animales se comporta de manera similar a lo que sucede en los humanos, sigue siendo un modelo. En el Laboratorio, hacemos ensayos que duran determinado tiempo y luego se sacrifican a esos animales. Lo que nos permite esto es saber si habrá una respuesta terapéutica, si disminuirá la cantidad de metástasis o si vivirán más tiempo” afirma Segatori, y remata: “De todas maneras, hay una brecha enorme entre lo que funciona en ratones y lo que llega a los pacientes pero aún así nos permite hacer un primer chequeo de eficacia terapéutica y de toxicidad”.


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Luciana Mazzini Puga

Licenciada en Comunicación Social (UNQ).