Ciencia que toca el territorio: el impacto de la economía social y solidaria
Desde la UNQ, Bárbara Altschuler y el Observatorio CREES convierten la investigación en soluciones concretas para impulsar y fortalecer a los sectores que más necesitan.
Desde el Observatorio del Sur de la Economía Social y Solidaria de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Bárbara Altschuler pone en diálogo la investigación con la extensión, la formación y la innovación/incubación de experiencias para co-construir conocimientos aplicados que fortalezcan a las organizaciones sociales y los sectores más vulnerables.
Como docente investigadora de la UNQ, construye caminos que trascienden las fronteras del conocimiento teórico. En el marco del proyecto Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social y Solidaria (CREES), junto a un equipo de docentes, investigadores, extensionistas, estudiantes y graduados, evidencia cómo la investigación-acción-participativa se transforma en una herramienta valiosa para generar conocimientos útiles y aplicables, orientados a fortalecer los saberes colectivos y las prácticas de las experiencias, organizaciones y redes de la economía popular social y solidaria.
Altschuler, con su mirada serena y determinante, hace de la investigación social un espacio de encuentro entre el saber académico y las necesidades comunitarias. “La inserción en la Universidad fue clave para nosotros”, comenta a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, dejando claro que el respaldo institucional fue importante para llevar adelante su trabajo. La posibilidad de participar en proyectos de investigación, extensión e incubación permitió que su equipo se fortalezca y su impacto se multiplique.
Uno de los primeros instrumentos que impactaron su trayectoria como investigadora fueron los proyectos orientados a la práctica profesional, los cuales permitieron trabajar desde un enfoque que se combina con una perspectiva participativa. “Estos proyectos nos ofrecieron la oportunidad de realizar una investigación profunda, crítica y rigurosa, pero también aplicada y orientada a la acción”, explica. Gracias a ellos, el equipo pudo sistematizar y generar conocimientos desde las experiencias que venían desarrollando tanto desde la extensión como desde la incubación universitaria.
Década de impacto social
El Observatorio del Sur de la Economía Social y Solidaria, que ya celebró su 10º aniversario, es uno de los hitos más relevantes de su carrera. Esta unidad, del Departamento de Economía y Administración, se consolidó como un laboratorio de ideas y acciones, donde se promueven búsquedas científicas que generan cambios tangibles. “Nos sentimos orgullosos de haber consolidado un espacio que no solo analiza la realidad sino también la transforma”, afirma.
Dentro del Observatorio, desarrollan varias líneas indagación y análisis destacando así su trabajo en educación y el papel de las universidades en la extensión y la investigación. También estudian los mercados de la economía social y el turismo social de base comunitaria. En ese sentido, menciona dos investigaciones significativas: una sobre la asistencia alimentaria en comedores de Quilmes durante la pandemia, y otra sobre circuitos socioeconómicos de la economía popular y el consumo organizado, que analiza mercados alternativos que ofrecen acceso a alimentos de calidad, provenientes de cooperativas y de la agricultura familiar en transición agroecológica.
En plena covid, el equipo desarrolló el proyecto Fortalecimiento de circuitos socioeconómicos alimentarios, para la atención de la emergencia alimentaria ante el COVID-19, dirigido por Rodolfo Pastore y financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, (MINCyT), en el cual se relevaron 250 comedores comunitarios y centros complementarios de alimentación de Quilmes.
En medio del caos global, lograron mapear cómo se organizaban estos espacios y cómo las cooperativas de alimentos sostenían a las familias más afectadas. “Fue un desafío enorme, pero los resultados nos mostraron la resiliencia y el ingenio de las comunidades para enfrentar la crisis”, relata. Es en ese terreno, en la cotidianidad de la necesidad, donde su trabajo cobra mayor sentido.
La línea de estudio centrada en los circuitos socioeconómicos de la economía popular, social y solidaria, pone el foco en aquellos mercados alternativos que ofrecen acceso a alimentos de calidad, sin agrotóxicos, provenientes de cooperativas y pequeños productores. “Estamos trabajando fuertemente en esto, combinando investigación y acción participativa con proyectos interuniversitarios”, comenta.
Desde el trabajo con cooperativas y emprendimientos asociativos hasta el fortalecimiento de las economías populares, el equipo refleja su convicción de que la ciencia social no solo se trata de entender la realidad, sino de transformarla. En ese orden, muestra que el verdadero impacto se mide en las vidas que cambian y en las redes que se tejen para construir un futuro más justo y solidario.