Carne humana y canibalismo: del tabú ancestral a la mesa del futuro
El derecho, la biotecnología y la ética se enfrentan en un debate que explora tabúes ancestrales y el futuro de la alimentación sostenible. Cuando la vida está en juego, ¿todo vale?
El canibalismo, definido como el acto de consumir carne humana, es una práctica que provoca rechazo y fascinación en partes iguales. Desde rituales ancestrales hasta episodios extremos de supervivencia, es parte de la historia de la humanidad y desafía los límites de lo ético, lo cultural y lo legal.
Para comprender su complejidad, basta recordar el dilema planteado en El caso de los exploradores de cavernas, un ejercicio jurídico ficticio del filósofo Lon Fuller. En esta historia, un grupo de hombres queda atrapado sin alimentos, enfrentándose a una decisión imposible: sacrificar a uno de ellos para garantizar la supervivencia del resto. Aunque ficticio, este ejemplo expone preguntas fundamentales: ¿es justificable el canibalismo en situaciones extremas? ¿Puede la necesidad superar los tabúes más arraigados de una sociedad? Pero el debate no termina ahí. La ciencia y la cultura moderna también lo retoman y plantean nuevos dilemas que obligan a reflexionar sobre los límites de la humanidad.
¿Sacrificios y supersticiones?
El canibalismo no siempre fue cosa de villanos de película. En muchas culturas antiguas, comer carne humana tenía un significado simbólico, casi sagrado. Los aztecas, por ejemplo, creían que ingerir a sus enemigos sacrificados transfería fuerza espiritual y complacía a sus dioses. Algo así como “alimentar el alma”, pero en su versión más literal.
Los pueblos de Papúa Nueva Guinea practicaban el canibalismo como un ritual funerario, convencidos de que consumir a sus muertos aseguraba que su espíritu viviera en la comunidad. ¿Suena macabro? Tal vez. Pero en ese contexto, el acto no era visto como un crimen, sino como una muestra de amor y conexión.
En el cine y la literatura, el canibalismo siempre es un gran recurso para explorar los límites de la humanidad en la ficción. Desde Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes, hasta la brutalidad sin sentido de La masacre de Texas, Hollywood encontró en este tema una mina de oro para el morbo y el horror.
Pero no todo es sangre y cuchillos. La novela Cadáver exquisito, de la argentina Agustina Bazterrica, lleva el tema a otro nivel. En su distopía, el canibalismo no es un acto aislado o salvaje, sino un sistema industrializado y aceptado socialmente. La autora no solo explora lo grotesco, sino también la banalidad del mal: ¿qué tan fácil sería normalizar lo impensable si se lo pinta de “ético” y “necesario”?
La desesperación no pide permiso
Si se pasa al lado oscuro, donde el hambre manda y no hay lugar para los rituales y el arte, la historia está salpicada de casos extremos, como el de la expedición Donner en el siglo XIX. Atrapados en las montañas de Sierra Nevada, sin comida ni esperanzas, los sobrevivientes hicieron lo impensable: se comieron a sus muertos. Fue eso o morir.
Más cerca en el tiempo, está el accidente aéreo de los Andes en 1972, donde los jugadores uruguayos de rugby sobrevivieron 72 días alimentándose con los cuerpos de sus compañeros. ¿Es esto menos chocante que los rituales aztecas? Quizás, porque no hay dioses ni símbolos, solo la fría necesidad de sobrevivir.
Sin embargo, la ley no está ciega ante estas situaciones. En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), el Doctor Darío Hernández, juez penal, explica que el estado de necesidad está contemplado en el Código Penal argentino para escenarios extremos vinculados a la supervivencia. “En casos de situaciones extremas como la supervivencia está regulado en nuestro Código Penal como estado de necesidad. Según el artículo 34, inciso 3, “no son punibles: el que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño”.
Ciencia moderna: ¿se puede cultivar un tabú?
Aquí es donde el canibalismo deja de ser un tema del pasado o de la ficción para colarse en el futuro. En un mundo que busca alternativas a la producción masiva de carne, algunos científicos comenzaron a preguntarse: ¿y si pudiéramos cultivar carne humana en el laboratorio?
No están hablando de Hannibal con un delantal de chef, sino de avances como los de BIFE, un proyecto argentino que produce carne cultivada en condiciones controladas. Si se puede fabricar carne de vaca sin matar vacas, ¿por qué no hacer lo mismo con la carne humana?
Por ahora, la idea sigue siendo tabú. Pero tal vez se puede plantear de otra manera: si no hay sufrimiento ni muerte involucrados, ¿qué lo hace tan diferente? ¿La biotecnología podría convertir el canibalismo en algo éticamente aceptable?
Con todo, quizás, algún día, lo que hoy aterra o repugna sea tan común como comer sushi. O tal vez siempre será el gran “no” de la especie humana. Sea como sea, el canibalismo recuerda que la línea entre lo humano y lo inhumano es, a veces, más delgada de lo que se quiere admitir.