Identidad y poder: ¿Cómo se construye un campo intelectual?
Desde el Centro de Historia Intelectual de la UNQ, Adrián Gorelik reflexiona sobre las ideas y movimientos culturales que moldean a América Latina.
Adrián Gorelik, arquitecto y doctor en Historia, es una figura destacada en el ámbito de las ciencias sociales. Académico comprometido, hace de las preguntas complejas el punto de partida para proyectos colectivos. Una de ellas, “¿Quiénes somos los latinoamericanos?“, atraviesa el núcleo de sus investigaciones. Para este docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), no se trata de una cuestión anclada en el pasado, sino de un problema urgente que moldea el presente y define las posibilidades del futuro. “La identidad no es algo estático, es un proceso. Es una pregunta sin respuesta definitiva, pero que seguimos intentando responder”, señala en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Cuando comenzó su travesía intelectual, la historia intelectual de América Latina era poco más que un campo inexplorado. Según recuerda, eran apenas “cinco personas” trabajando en lo que hoy es un bastión del pensamiento regional. “Hace 25 años, el campo prácticamente no existía. Lo que logramos fue gracias a proyectos colectivos, equipos grandes y una visión clara de hacia dónde queríamos ir”, explica.
El Centro de Historia Intelectual de la UNQ, que dirigió hasta 2017, es una muestra de lo que puede lograrse con previsión y trabajo en equipo. Este espacio se consolidó como un referente en el ámbito académico y formó a una generación entera de investigadores jóvenes. “La clave estuvo en combinar la previsibilidad del financiamiento con una dinámica colaborativa”, dice y destaca cómo el sistema de Investigación y Desarrollo (I+D) de la UNQ les permitió planificar a largo plazo.
Más que un tema académico
Su profundo interés por la identidad trasciende los debates académicos. Es una temática que permea la política, la cultura y las luchas sociales de la región. Como él mismo expresa: “Cada generación se pregunta quiénes somos, y cada vez esa pregunta genera nuevas tensiones y respuestas”.
Lo que distingue su enfoque es su capacidad para ir más allá de las figuras consagradas y sumergirse en los contextos históricos que las rodearon. ¿Qué significaba ser “latinoamericano” para un pensador de principios del siglo XX? ¿Qué intereses dieron forma a esa idea? ¿Cómo se convirtió en un discurso político, cultural o ideológico? Su proyecto no se limita a responder estas preguntas; busca desentrañar las representaciones simbólicas y los conflictos que las atraviesan. Es un análisis que ilumina tanto a los intelectuales como a los contextos sociales que moldearon sus ideas.
Desafíos actuales y futuros
A pesar de sus logros, Gorelik comprende los desafíos que enfrenta la investigación en Argentina: las restricciones presupuestarias y las tensiones políticas son obstáculos recurrentes. Sin embargo, mantiene el optimismo: “La clave está en no perder la chispa vocacional, esa pasión que nos impulsa a plantear nuevas preguntas”. Su consejo para las nuevas generaciones de investigadores es contundente: “La vocación es fundamental. Las condiciones no siempre serán ideales, pero mantener viva esa pasión permite dejar una huella”.
En un contexto donde la previsibilidad es un lujo, el Centro de Historia Intelectual es una referencia sólida. “Logramos construir algo que trasciende, algo que perdura”, afirma. En ese sentido, en el marco del 25º aniversario de la Secretaría de Investigaciones de la UNQ, su trabajo demuestra que, más allá de los libros, revistas y proyectos, es posible construir un campo académico sólido y aportar a la eterna pregunta: ¿quiénes somos los latinoamericanos?
Mientras tanto, desde la UNQ, entre congresos y debates, la historia intelectual de la región sigue escribiéndose. Como la identidad misma, es un proceso siempre inacabado, siempre en construcción.