Influencers fitness: entre la sexualización y el disfraz de la salud

El algoritmo de Instagram prefiere a mujeres voluminosas con ropa ajustada. Bajo la premisa de promover una buena salud, el cuerpo aparece en primer plano.

Vikika Acosta, una de las principales influencers fitness. Créditos: El mundo.
Vikika Acosta, una de las principales influencers fitness. Créditos: El mundo.

La española Vikika Acosta posee 1,4 millones de seguidores en Instagram y ofrece rutinas de ejercicio físico en el programa Entrena Virtual. Entre sus publicaciones, se destaca un reel en el que se la ve de espaldas ejercitando y plantea: “Si estás debatiendo entre entrenar más glúteos o abdominales, recuerda que nadie escribe canciones sobre abdominales”. De esta manera, las influencers fitness, a la vez que ofrecen programas y rutinas de entrenamiento, reproducen el ideal del cuerpo perfecto y acentúan la sexualización e individualización en la que está inserta la población.

Este tipo de publicaciones maneja mucho la hipocresía. Por ejemplo, cuando en una publicidad tradicional de cigarrillos ponían a una mujer al lado, por lo menos se hacían cargo. Todos sabíamos que la chica linda estaba para venderte algo que no era ella, sino el cigarrillo. No digo que esté bien pero, en las redes es peor porque está camuflado”, relata Ludmila Fernández López, licenciada en Comunicación Social por la UNQ e investigadora de deporte y género, a la Agencia de Noticias Científicas.

Las influencers aprovechan la propuesta de compartir videos en donde hacen sentadillas o rutinas de piernas, bajo el disfraz de promover la salud, para mostrar su cuerpo y generar tráfico con ello. “Podrían compartir solo una lista de entrenamientos pero eso no mueve el algoritmo, este solo nos muestra estas publicaciones si hay un culo. Si no se ven sus posteos, las influencers no reciben likes y, por ende, no perciben una gratificación psicológica ni monetaria”, detalla la integrante de Comunicar Igualdad, una asociación civil dedicada a fomentar los derechos humanos, la inclusión e igualdad de género en la comunicación.

La realidad sigue siendo más o menos la misma de siempre pero, en otros medios: la sexualización vende. De hecho, así lo demuestra una investigación hecha por la organización Algorithm Watch y la Red Europea de Periodismo de Datos. Allí, 26 usuarios de Instagram, mediante una extensión en el navegador, siguieron a 37 creadores de contenido de diferentes nichos, como alimentación, viajes, fitness, moda o belleza. Si el algoritmo no interfiriera, los usuarios podrían tener una variedad de temas en las publicaciones que aparecen en el inicio.

No obstante, observaron que aquellas fotos de mujeres en ropa interior o bikini tenían un 54 por ciento más de probabilidades de aparecer en las noticias de los voluntarios. A su vez, las publicaciones con fotos de hombres con el torso desnudo tenían un 28 por ciento más de chances de aparecer. Por el contrario, las publicaciones con fotos de comida o paisajes tenían un 60 por ciento menos de probabilidades de aparecer en las noticias.

Para atrás en todos los aspectos

El caso de Vikika Acosta es un ejemplo que se suma a otros como Julieta Puente (Argentina) o Patri Jordán (España). A la hipersexualización de las mujeres en las redes sociales se le añade la reproducción de los estándares de belleza: blanca, heterosexual, delgada y curvas marcadas. A su vez, sus cuentas de Instagram dan lugar a ver su aparente vida perfecta: casadas, su relación es con un hombre que las acompaña en las tareas de cuidado, viven en una casa lujosa y sus hijos. 

Si hace unos años la sociedad hablaba de relaciones abiertas, poliamorosas y la diversidad de cuerpos, hoy el contexto es otro. La familia tipo parece haber vuelto a estar en el centro de la escena, el casamiento es un objetivo buscado y el cuerpo hegemónico es al que aspiran muchas. De hecho, que la moda de los jeans tiro bajo de los 2000 haya vuelto, con Emilia Mernes como una de las principales referentes, da cuenta de una regresión en este sentido. 

“Esto nunca hay que pensarlo fuera de contexto. Argentina es el segundo país con más trastornos de conducta alimentaria (TCA), la ley de talles que contemplaba la diversidad de cuerpos nunca se cumplió y ahora se le suma la sobreinformación de este tipo de discursos que dan influencers fitness como las artistas actuales”, explica Fernández López.

Además, en las narrativas de estas influencers es típico escuchar las palabras resiliencia, motivación, autosuperación, “tú puedes” y el autocuidado. Así, en pos del autocuidado, se promueve el individualismo. “Tenés que dedicar dos horas al día a cuidar tu piel, treinta minutos a tu físico y una buena alimentación. Te perdés de hacer la actividad con otros o de mirar una buena película. Además de que promueve el consumismo porque para hacer la rutina de skyncare, tenés que comprar cinco productos. Es capitalismo puro”, afirma la becaria del Conicet.

El objetivo no es criticar a quienes realizan sus emprendimientos en la red social que, en términos de Fernández López, no son más que empleadas de Instagram que obedecen el algoritmo y dan un servicio. Sino, más bien, echar luz sobre una práctica que parece saludable pero que puede tener consecuencias que afecten a gran parte de la población, sobre todo, si se tiene en cuenta las exigencias que recaen sobre los cuerpos de las mujeres en un país que sufre fuertemente el TCA.


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