
“Venimos trabajando desde 2012 y nos centramos en Las Conchitas porque está cerca de nuestra universidad. Empezamos haciendo muestras puntuales de calidad de agua en un día y en una hora determinada, pero no representaban la dinámica de lo que pasaba en el arroyo. Entonces, nos juntamos con especialistas del Instituto de Ingeniería y desarrollamos un sistema de sensores que miden pH, conductividad, turbidez y temperatura, y mandan la información en tiempo real a través de internet”, cuenta Alejandro Crojethovich, coordinador del trabajo, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Y continúa: “Con el tema de las inundaciones, vimos que esos sensores también pueden medir la profundidad del agua. Entonces, si se ponen varios y mandan informes en tiempo real, se puede crear un sistema de alerta temprana. En principio podrían utilizarlo los municipios para tener información. No obstante, se puede elaborar una aplicación que avise cuando suben los arroyos para que los vecinos sepan con anticipación y puedan reducir los daños que provoca el agua”.
Según investigadores de la Universidad Nacional de Avellaneda, la Cuenca Arroyo Las Conchitas tiene una superficie de 111 km2. Aunque hace cien años era un lugar para bañarse y pasear, investigadores de la Universidad Nacional de La Plata y organizaciones civiles denuncian hace tiempo que “hay más desechos cloacales en el arroyo que en una cloaca”. De hecho, diferentes informes destacaron la presencia de Eschirichia Coli, una bacteria que puede provocar enfermedades graves como el síndrome hemolítico urémico.
En este sentido, algunas de las causas están ligadas al uso de plaguicidas en la agricultura, los efluentes industriales que vierten las fábricas, la instalación de barrios privados en zonas aledañas, residuos cloacales y basura. A pesar de que el agua de los arroyos que atraviesan la zona no es apta para consumo humano, es importante saber qué nivel de contaminación tiene.