
“Nos interesaba el cruce entre la dimensión política, los usos de las tecnologías que hacen las juventudes, y la cultura pop, que es lo masivo, lo popular. Ahí, nos encontramos con influencers, que además de cocinar o hablar de cine, también se posicionan políticamente, partidaria o no partidariamente, sobre algunos temas de la agenda pública. Vimos que hay influencers progresistas y conservadores”, explica Murolo en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ. El docente habla en plural porque, cuenta, que el libro surgió al calor del trabajo hecho en su proyecto de investigación “Tecnopolítica y cultura pop”.
A su vez, Murolo pone el foco en cómo los políticos profesionales, como presidentes, hacen uso de las redes sociales. Lo que incluye, también, el diálogo o la discusión con figuras del espectáculo o jugadores de fútbol y, desde ahí, la búsqueda por llegar a los públicos más jóvenes.
En ese sentido, el autor describe al capítulo “La diva y el presidente” como el “corazón del libro”. Allí, analiza los usos tecnológicos que hacen los presidentes y las divas pop de las redes sociales y cómo estas últimas se meten en la arena política convocadas por los mismos mandatarios o en reacción a un hecho particular.
“El primer caso que tratamos tiene que ver con la banda Pussy Riot vs. Vladimir Putin: su posicionamiento les costó estar presas, luego exiliadas y dando conferencias por el mundo sobre su situación. Después, tocamos algunos casos más cercanos como el versus de las cantantes Taylor Swift y Donald Trump, Anitta y Jair Bolsonaro, y Lali Espósito y Javier Milei”, relata Murolo.

Y continúa: “Esos escenarios nos demuestran que hay una planificación comunicacional por parte de las derechas alternativas o neofascitas, como se elige llamarlas ahora, para proponerle a la sociedad una discusión en la que se tienen que posicionar de un lado o del otro. Para eso, se pelean con personas famosas que son señaladas como lo depositario de todo lo malo, se las acusa de ser de izquierda, guerreras de la justicia social, woke”.
Detrás de estas personas, entonces, se engloban una serie de derechos que le otorgan aún más notoriedad, como universidades públicas, salud pública, cultura popular en general, ciencia. “Se encarnan los derechos en ese sujeto señalado”, define Murolo ante la Agencia.
Criptobros, apuestas y contenido erótico
Murolo explora el detrás de escena político que hay en las nuevas figuras que surgieron en el plano digital: criptobros, apostadores y vendedores de contenido erótico o sexual. En sus palabras, hay una “subjetividad piramidal” al construir un modelo de juventud basado en la meritocracia, la competencia, la acumulación de dinero específicamente en dólares, la búsqueda de éxito y el individualismo.
“El criptobro compra criptomonedas para que trabajen, es decir, ellos son emprendedores y lo que trabaja es el dinero. En el caso de las apuestas digitales ya no es por entretenimiento, sino por hacer plata fácil y rápido. Lo mismo sucede con la venta de contenido, por detrás está la plata. Todos ellos lo que hacen es relegar pedazos de la democracia”, manifiesta el docente.

