Mitomanía: cuando los castillos se construyen en el aire

Inventar episodios novelescos y narrarlos como si realmente hubieran ocurrido, es una conducta adictiva difícil de tratar, que desafía las normas para vivir en sociedad.

El mitómano perfecciona su mentira, la hace rica en detalles y se regocija dentro de esa realidad inventada. Crédito: 4ever
El mitómano perfecciona su mentira, la hace rica en detalles y se regocija dentro de esa realidad inventada. Crédito: 4ever

Con lujo de detalles y un relato conmovedor, Alicia Esteve Head, más conocida como por Tania Head por la falsa identidad que asumió para presentarse públicamente, contó a los medios de comunicación cómo había sobrevivido a la destrucción de las Torres Gemelas, aquel 11 de septiembre del 2001, a pesar de haber estado en los últimos pisos de la torre sur. Su historia era inventada pero logró convencer a tantos que hasta llegó a ser presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center y una de las voceras más buscadas por los periodistas. Mintió, además, cuando dijo que tenía estudios en Harvard y que había participado en los grupos de ayuda durante el tsunami de Indonesia y las inundaciones que destruyeron Nueva Orleans. 

El caso de Tania es uno de los más citados cuando los especialistas hablan sobre la mitomanía, un tema tan antiguo como la humanidad, al que refieren constantemente desde la Biblia hasta La Divina Comedia de Dante Alighieri. Si bien la mentira es un comportamiento social frecuente, el mitómano se caracteriza por recurrir a ella continuamente sin valorar las consecuencias. Actúa su fábula en la sociedad y puede convertirse en el personaje que su imaginación creó, generando en todos la sensación de que están frente a un personaje verdadero.

Según el tratado de psiquiatría de E. Bleuler, en esta patología el paciente inventa episodios novelescos y los narra como si realmente hubieran ocurrido. Es consciente de la fantasía pero, a veces, por periodos de duración variable, puede creerlas y vivir así en un mundo de irrealidad. El psiquiatra Federico Pavlovsky, en diálogo con esta Agencia, explica que muchas veces “la construcción sistemática de mentiras y la elaboración de una realidad paralela, forman parte de una estrategia de sobrevivencia, quizá frente a un dolor psicológico o frente a una dificultad para tolerar la realidad”.

Pavlovsky dice que la mentira también puede estar presente en otros problemas mentales, como el trastorno límite de la personalidad, trastorno bipolar o el trastorno de esquizofrenia; incluso es habitual que se presente junto a otras adicciones como la del consumo de sustancias ilegales o la ludopatía.

¿Mitómano o mentiroso?

No es lo mismo un mentiroso compulsivo que un mitómano: el primero sabe que está mintiendo y planifica lo que va a decir. El mitómano, en cambio, miente por impulso, sin darse cuenta de lo que está haciendo y creyéndose él mismo, incluso, lo que inventa. Tampoco discrimina qué tan grande es la mentira o que tan fuera de contexto está. Para la psicóloga Miriam Bustamante, miembro del Colegio Estudios Analíticos, la mitomanía es una fabulación constante, “algo que la persona no puede dejar de hacer y que tiene que ver con el exceso y con la falta de control”. En ese sentido, “excede a la situación consciente de quien lo padece”.

Rara vez estas personas buscan ayuda terapéutica, y cuando lo hacen suelen romper el vínculo ante cualquier pequeña frustración. A veces consultan por motivos marginales a la propia mitomanía, lo que podría ser aprovechado para iniciar una relación terapéutica. Según detalla Bustamante, el exceso siempre produce una desarmonía, y es sobre esa desarmonía donde el psicoanálisis puede trabajar: “No necesariamente para lograr una armonía, sino para que quien lo padece pueda tener un tratamiento y logre transformarlo en algo que los satisfaga sin tanto padecimiento”.

Desde esta perspectiva no hay garantías de cura en la mitomanía, pero lo que sí es factible es ayudar a la persona a interrogarse e implicarse en lo que está haciendo y poder superar algunas cosas; aunque siempre existe el riesgo de volver a caer. En cualquiera de sus formas, la mentira es destructiva porque ataca a una de las condiciones más esenciales para las relaciones humanas: la confianza. Y por mucho que la mentira avance, la verdad la alcanzará algún día.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.