Semana Mundial de la Lactancia Materna: la industria lo hizo de nuevo

María Eugenia Dichano describe los beneficios de la leche materna, repasa la historia de las nodrizas y de Henri Nestlé, así como también desnuda las acciones de la industria que buscan reemplazarla.  

La leche materna es tejido vivo, cambia su composición a lo largo del día en función de la información que le va pasando la saliva del/la lactante. Créditos: Pixabay.com.
La leche materna es tejido vivo, cambia su composición a lo largo del día en función de la información que le va pasando la saliva del/la lactante. Créditos: Pixabay.com.

Los cuerpos de mujeres y feminidades suelen estar sujetos a entes externos que condicionan nuestras decisiones. El patriarcado cree tener el derecho a opinar y regular nuestros partos, nuestros abortos y hasta nuestras lactancias.

Por fortuna, una vez al año, del 1ro al 7 de agosto, tenemos una semana entera para promocionar, reflexionar y dar a conocer los beneficios inherentes a la lactancia materna, tanto para la madre, la persona recién nacida, como para toda la sociedad.

La lactancia genera impactos positivos a nivel global. Una persona recién nacida que toma teta recibe anticuerpos que la protegen de enfermedades infeccionas, refuerzan su sistema inmunológico y reducen las posibilidades de padecer enfermedades crónicas como obesidad, diabetes, apneas y cáncer en el futuro. La persona que amamanta se protege del cáncer de mama, ovario y cuello de útero, reduciendo significativamente el riesgo a padecerlo, como así también ayuda a la disminución de la depresión posparto, aparición de anemia, hipertensión, osteoporosis, artritis reumatoidea, afecciones cardiacas y refuerza el vínculo con su hijo o hija.

A nivel social, la lactancia materna aumenta lazos afectivos, reduce las posibilidades de muerte súbitas y, al prevenir muchas de las enfermedades mencionadas, también implica una “estrategia sanitaria”, tal como sostiene la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).

En términos ambientales, dar la teta disminuye la huella hídrica y la huella de carbono. Producir leches de fórmula no solo requiere de muchísima agua sino que también se necesita de toda una industria ganadera generadora de gas metano, principal responsable del efecto invernadero. Es aquí donde llagamos a ver cómo la industria se metió (también) en nuestras lactancias, sin hacer mención a que somos los únicos mamíferos que consumimos leche de otro animal luego del destete.

Un poco de historia: las nodrizas y Henri Nestlé

Tiempo atrás, cuando una madre no podía amamantar (por enfermedades, muerte puerperal que era muy frecuente o estatus social, ya que las mujeres ricas o de la aristocracia no solían amamantar), se recurría a nodrizas. La leche materna seguía siendo la mejor opción, pero el costo de las nodrizas era muy elevado y las condiciones de higiene no eran las más apropiadas. Se empezó a considerar la leche de los animales para estos casos. Al no existir aún la pasteurización, la supervivencia de los/as lactantes seguía siendo muy baja.

Con la llegada de la Revolución Industrial, las familias se mudaron a las grandes ciudades, las mujeres comenzaron a trabajar al poco tiempo de parir (no existían las licencias en ese entonces) y las personas recién nacidas quedaban al cuidado de otras que debían encargarse de su alimentación.

A mediados del siglo XIX, Henri Nestlé creo la “harina lacteada”, fórmula a base de leche, azúcar y harina de trigo que conquistó el mercado internacional en muy poco tiempo. Sabrina Critzmann, pediatra y puericultora, además de realizar esta historización sobre el surgimiento de las leches artificiales en su libro “Hoy no es siempre. Guía pediátrica para una crianza respetuosa” (2019) afirma que “el surgimiento de la leche de fórmula no ocurre para ayudar a los bebés prematuros a sobrevivir o porque las mujeres no tenían leche: surge como una necesidad del mercado de separar a los bebes de sus madres para que ellas pudieran trabajar más”.

El poder de la teta vs. el poder de la industria

La 2ª Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS2, 2018-19) de Argentina indica que “la prevalencia de lactancia al momento del nacimiento es del 96.9 por ciento y más de la mitad de los niños (56.5 por ciento) fue puesto al pecho por primera vez en la primera hora de nacidos. Sin embargo, a los 6 meses, la lactancia exclusiva se reduce bruscamente al 43.7 por ciento”. Esto se relaciona con el retorno al empleo remunerado y la imposibilidad para sostener la lactancia en esos espacios que, en la mayoría de los casos, no cuentan con lactarios.

Por más que la industria se esfuerce por crear un “alimento” que se asemeje a le leche materna, el resultado es nulo. La leche materna es tejido vivo, cambia su composición a lo largo del día en función de la información que le va pasando la saliva del/la lactante según la etapa de la vida en la que se encuentre, su estado de salud y sus necesidades. ¿Cómo podría la industria lograr esto?

El marketing no solo llegó a los comerciales televisivos, sino que también aparece en consultorios médicos o pasillos de instituciones. Esas jeringas, tetinas y demás objetos plásticos nos vienen a decir que no podemos hacerlo. Que nuestros cuerpos no saben amamantar, nuestras tetas no tienen leche o esta no es suficiente para alimentar. “Se queda con hambre”, “no lo llena”, “dale una mamadera, pobrecito”. Ahí, con esa presión, aceptamos la fórmula creada por Henri Nestlé creyendo que es lo mejor que podamos hacer. El triunfo de la industria sobre la salud de nuestros hijos e hijas. El triunfo de la industria sobre nuestras decisiones.

La normativa en carne viva

Si bien contamos con normativas como la  Ley N° 26.873 de “Lactancia Materna. Promoción y concientización publica” o la recientemente sancionada “Ley de los 1000 días“, que tienen por objetivo proteger, fortalecer y acompañar el cuidado integral de la vida y la salud de las personas gestantes y niños/as en sus primeros 3 años, y el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna que “regula” la comercialización de sustitutos parciales o totales de este alimento, sabemos que en los pasillos y consultorios se nos sigue cuestionando y confundiendo.

Amamantar tiene que volverse una opción para todas las que queramos hacerlo. Ante el primer impedimento, la información es la aliada, no la fórmula. La escucha empática de profesionales y la corresponsabilidad social (familia, pareja, entorno laboral, etc.) se deben constituir como eslabones indispensables para construir sociedades equitativas desde el inicio de la vida, siempre que el deseo de amamantar esté presente.

La SAP sostiene que “todos los bebes tienen derecho a alimentarse de la mejor forma”. La lactancia siempre es la opción más conveniente; es preciso analizar los riesgos que implican la alimentación con fórmula si no está indicada. No estamos hablando de romantizar la maternidad ni la lactancia, sino de ciencia.



*María Eugenia Dichano es investigadora en género y derechos humanos de la UNQ.

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