Matías Penhos: “Debemos resignificar el horizonte de sentido que implica el Nunca Más”

El especialista de la UNQ dialogó sobre la necesidad de redoblar esfuerzos para sostener la lucha de los derechos humanos y educar para construir una ciudadanía crítica.

Matías Penhos es integrante del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone de la UNQ. Créditos: Nicolás Retamar.
Matías Penhos es integrante del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone de la UNQ. Créditos: Nicolás Retamar.

Hace algunos años aparecieron discursos que cuestionaron la cifra de desaparecidos, la visión “politizada” que llevaron a cabo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner en torno a los derechos humanos, e incluso, la detención frustrada de Hebe de Bonafini en agosto de 2016. En el último tiempo, la notoriedad que adquirió la defensora de genocidas Victoria Villarruel y el negacionismo impulsado por Javier Milei, muestra por qué es necesario volver a explicar aquello que se daba por sabido. Para reflexionar sobre este fenómeno y sus implicancias, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes dialogó con Matías Penhos, especialista en DD.HH. e integrante del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone (CeDHEM) de la UNQ.

-¿Parece que Argentina ingresa a un terreno pantanoso donde se vuelven a cuestionar premisas que parecían indiscutibles y se reviven discursos que estaban debajo de la alfombra. ¿Qué análisis hace al respecto?

Lo que vemos en estos tiempos es que la lucha es permanente, y así como hay momentos de avance, también puede haber de retroceso. Eso lo vivimos en carne propia con el gobierno macrista. Siempre cuento en mis clases que en 2017 hicimos un abrazo simbólico en nuestra Universidad para que no nos sigan recortando el presupuesto. Esto ya lo padecimos y sabemos que los derechos humanos son mala palabra para un sector de la dirigencia política, sobre todo la más acomodada y más funcional al poder corporativo.

-¿Cuál es el desafío, entonces, para enfrentar estos discursos negacionistas?

-Tenemos que generar organización y consenso, educar y no adoctrinar, eso se lo dejamos para la derecha.

-¿Cuál sería la diferencia?

-Desde la educación en derechos humanos, lo que nosotros queremos es formar sujetos de derecho. Ningún sujeto de derecho es capaz de seguir un lineamiento que baja otra persona, porque deja de ser sujeto y pasa a ser objeto. Es vital construir una ciudadanía crítica y autorreflexiva. Por supuesto que me defino desde un lugar ético y político frente a la realidad, pero eso no significa que estoy adoctrinando. Esta es una falacia muy grande que lograron instalar en estos tiempos de campaña y con el marketing de por medio.

-Un sector de la izquierda y del campo nacional y popular pareciera estar ofendido porque hay que volver a explicar el último Golpe de Estado, la importancia de los derechos humanos y la cuestión de los 30 mil desaparecidos...

-No nos tenemos que enojar. Por el contrario, hay que tener mucha paciencia y dar todas las explicaciones que sean necesarias, especialmente a la juventud. Hay una cuestión generacional que no podemos soslayar y está ligada a que estos jóvenes del siglo XXI no tuvieron ni de cerca los desafíos que implicó la dictadura. En todo caso, hay que insistir y pelear por esta lucha de sentido.

-¿Qué rol le cabe a la educación en derechos humanos al respecto?

-Debemos encontrar los caminos para que esa sensibilidad se conecte con la realidad de esa piba o ese pibe. Hoy no tenemos los peligros del terrorismo de Estado, pero sí tenemos personas que niegan las desapariciones forzadas, dicen que hubo guerra y reinstalan la teoría de los dos demonios. Si esto está instalado, nuestro esfuerzo es resignificar el horizonte de sentido que implica el Nunca Más y que una parte de la industria cultural y de los proyectos políticos intentan desdibujar o nublar.

-Imagino que lo mismo vale para la frase del “curro de los derechos humanos” …

-En Argentina se logró construir un sentido común alrededor de los derechos humanos. Culturalmente, el discurso de los DD.HH. no solo se plasmó en palabras lindas, sino en colectivos y en una lucha del pueblo que la reivindica. Eso se ve claramente en el Ni Una Menos, que es el movimiento colectivo más importante en los últimos 20 años. Por otra parte, que Macri hable del curro de los derechos humanos es algo que nos debe dignificar. Sobre todo, si pensamos que es una persona que curró toda su vida y cuya principal adjetivación es un tipo que no se levantó de la reposera.

-En esta lucha de redoblar esfuerzos, uno de los objetivos del CeDHEM es que haya una materia obligatoria sobre Derechos Humanos en la Universidad.

Creemos que cualquier persona que está estudiando, tiene la obligación de adecuarse a valores y a una ética práctica vinculada a las demandas de la vida social. En ese sentido, desde la acordada de 2022 del Consejo Interuniversitario Nacional, la Universidad, con las principales autoridades a la cabeza, está acompañando nuestra apuesta para generar un currículum común que pueda impulsarse a través de materias específicas en cada uno de los departamentos.

Penhos posa con el libro Universidad y Derechos Humanos, donde aborda el caso de la UNQ. Créditos: Nicolás Retamar.

Un encuentro para tejer vínculos

Del 11 al 13 de octubre se realizará el décimo coloquio de Educación en Derechos Humanos de Latinoamérica y el Caribe. La particularidad de esta edición será el reencuentro presencial, ya que el de 2019 se suspendió a causa del estallido social en Chile y luego llegó la pandemia. En este sentido, el CeDHEM fue uno de los pioneros ya que la primera reunión realizada en 2006 fue impulsada por el Centro.  

-¿Qué significa pensar en educación y en derechos humanos en esta región tan compleja?

-Es de público conocimiento que los derechos humanos en general no vienen cumpliendo todos los esfuerzos que se han impulsado desde la Segunda Guerra Mundial, la Declaración Universal de 1948 y la ONU. El primer mundo cada vez menciona menos estos temas, al punto tal que somos los latinoamericanos y los caribeños los que hablamos de educación y derechos humanos. En otros lugares se habla de educación en ciudadanía o educación para la paz, pero no es frecuente esta apropiación.

-¿Por qué Latinoamérica se constituyó como faro en la lucha de los derechos humanos?

-En parte se debe al legado que tenemos de la educación popular, que es precisamente la que puso en la agenda la necesidad de desnaturalizar y deconstruir las relaciones de desigualdad estructural que atraviesan nuestras sociedades. Aunque la principal es la económica, también hay otras como la racial y la patriarcal. En este contexto nos volvemos bastante peligrosos porque desarrollamos con mucha fuerza nuestras líneas en educación y derechos humanos. Si bien en Argentina hay leyes que son claras, en otras partes de la región las personas parecían subversivas para ciertos sectores del poder. Por ejemplo, muchos colegas de Brasil no podían hablar de género o de educación sexual integral durante la presidencia de Bolsonaro.

-¿Cuáles son los objetivos de la Red?

-La principal apuesta es establecer vínculos más allá del Congreso. Es vital que nos volvamos a encontrar para identificar los procesos y las experiencias que nos ayuden a impulsar una integración en el plano cultural, que sigue siendo una cuenta pendiente para nuestros pueblos. Debemos definir una universidad latinoamericana integrada con un perfil educativo definido, con saberes incorporados de los pueblos originarios, las culturas de buen vivir, de comunidades y de diversidades que no tienen la posibilidad de dialogar con el ámbito académico.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.