“Apuestas online: la tormenta perfecta”, llega un libro imprescindible sobre un tema urgente

Así se denomina el nuevo material coordinado por el psiquiatra Federico Pavlovsky que indaga adicciones emergentes, implicancias clínicas y lineamientos prácticos.

Las apuestas online crecen entre los más jóvenes. Créditos: TV Pública.
Las apuestas online crecen entre los más jóvenes. Créditos: TV Pública.

Editado por Noveduc, a continuación, la Agencia de noticias científicas de la UNQ, comparte un adelanto exclusivo del capítulo I, titulado “Guerra, algoritmos y adicciones emergentes”, escrito por Federico Pavlovsky.

Alvin Toffler (1971), señaló hace medio siglo que la irrupción de la tecnología crearía una “nueva sociedad”, no una sociedad cambiada o ampliada. Toffler señaló pilares constitutivos de esta revolución tecnológica: la transitoriedad, la novedad y la ética, en la medida que el límite no será la capacidad de desarrollo tecnológico, sino la posibilidad de regular esta ola por la misma sociedad: “Si algo puede hacerse, alguien lo hará sin duda, en alguna parte, a menos que se tomen medidas concretas para impedirlo”. 

Un cuarto elemento sería la automatización de las tareas, que allanaría el camino a una deslumbrante diversidad, dejando al humano las funciones que requieren habilidad interpersonal e imaginación. Pero la velocidad de estos cambios sociales produciría un shock: “Un estado de angustia, tanto física como psicológica nacida en la sobrecarga de los sistemas de adaptación del organismo humano y de sus procesos de toma de decisiones, donde se instala la duda, la apatía y en ocasiones, la ira. Un completo retiro emocional y físico frente a las ondas expansivas del shock cultural”.

Lo escribió en 1971 pero muchos lo estamos experimentando en este momento, desbordados por novedades, herramientas tecnológicas fabulosas, charlas TED geniales y ocurrentes, dispositivos y programas que deberíamos saber usar para no quedar por fuera del sistema social o laboral. Inundados por estímulos poderosos que nos atrapan, nos encantan y nos mortifican. Padres adictos a Instagram y chicos de 6 años que apenas leen y que han desarrollado una relación con los dispositivos electrónicos más allá de lo imaginable.

Les comparto una escena: voy al cine a ver una película apta para todo público con mis hijos. En los minutos previos a la película, las publicidades versan sobre las ventajas de un chat del Banco X con inteligencia artificial (IA) y luego en dos ocasiones una modelo me dice que si estoy aburrido, que si mi vida es aburrida, debería apostar. Que eso le daría adrenalina y sentido a mis tiempos muertos.

Toffler dio en el blanco con la inmensa mayoría de sus pronósticos, pero en uno de ellos, parece haber errado por mucho: no tenemos más tiempo libre, casi todo lo contrario. Es un buen momento para estar confundidos, como padres, como docentes, como líderes de opinión, como usuarios de tecnología. En los espacios de psicoterapia, siempre pensamos que es mejor permitirse estar confundido, antes que tomar decisiones simulando comprender. Estamos en shock. Da la impresión que vamos a una sociedad dual (Levi Yeyati, 2024), con insiders que se benefician del progreso económico y tecnológico y outsiders relegados con trabajos precarizados. Un estudio que cita Levi Yeyati del FMI (Fondo Monetario Internacional) explica que el 60 por ciento de los trabajos están “expuestos” a la IA, es decir, que podrían ser reemplazados por esta tecnología.

Películas como 2001 Odisea del Espacio, Juegos de Guerra, Brazil, Blade Runner, Matrix o series como Black Mirror, vienen mostrando por un lado escenarios tecnológico-apocalípticos, y al mismo tiempo, nos acercan la utopía transhumanista, donde el humano se nutre de la tecnología para mejorar sus capacidades e incluso ser inmortal. El transhumanismo comparte algunas ideas en relación al uso de tecnología: mejorar la especie humana y eliminar las enfermedades, la extensión de la vida en forma indefinida y la posibilidad de subir la mente a un sistema digital, entre otras. Mark Zuckerberg, Elon Musk, Sam Altman y Raymond Kurzweil son algunos de sus representantes corporativos más destacados. Kurzweil, antiguo alumno de Marvin Minsky en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha tenido una carrera importante como inventor: creó la primera máquina de conversión de texto en voz y uno de los mejores sintetizadores musicales del mundo. Pero no se lo conoce tanto por sus inventos como por sus pronósticos futuristas.

Kurzweil (Fundador de la Universidad de la Singularidad en Sillicon Valley y patrocinado por la NASA y Google) afirma en su libro La singularidad (2015) que en los próximos 100 años no veremos un despliegue tecnológico similar al del último siglo, sino que se parecerá más bien a experimentar como 20.000 años de desarrollo compactado. Vaticinó que se alcanzará un estado de “singularidad”, caracterizado por la existencia de una inteligencia artificial “general” o “super inteligente”, sintiente, muy superior tanto en velocidad como en capacidad, al intelecto humano y que dicha circunstancia, provocará un “quiebre en la historia”, una fábula exponencial de cambios que pocos podrán asimilar. También pronosticó que nuestros cerebros estarán conectados a internet antes de 2030, idea que la empresa Neuralink está desarrollando en vivo y en directo. Tanto la empresa OpenAI como Google están liderando iniciativas de inteligencia artificial general (AGI)

Vivimos en la época de “Tecnoceno” (Flavia Costa, 2021): combinación de cambios acelerados impulsados por desarrollos científico-técnico-industriales con consecuencias en la degradación del ecosistema y desigualdad cada vez más fuerte en relación a los recursos y posibilidades.

Uno de los intelectuales más preocupados sobre el desarrollo tecnológico y en particular la IA, Noah Yuval Harari, explica en Lecciones del siglo XXI que la autoridad a la hora de tomar decisiones cambió en los últimos siglos de los dioses a los humanos y que, recientemente, es posible que pase de los humanos a los algoritmos. Algoritmos de macrodatos que supervisarán y comprenderán los sentimientos. Según Harari: “oleadas de manipulación, publicidad y propaganda dirigidos con precisión”. 

Estos algoritmos utilizan como plataformas de entrenamiento y desarrollo, el campo del lenguaje, los juegos y las redes sociales. Esencialmente, productos gratuitos en los que somos creadores de contenido y proveedores de datos. Yuval Harari hace especial hincapié en el hecho de que si la IA puede dominar el lenguaje tendrá consecuencias dramáticas, en la medida que el lenguaje es el punto central de la humanidad. No es casualidad que la puntada final de popularización de la IA haya venido de la mano de un chat conversacional, el ya famoso Chat GPT.

En 2019 OpenAI decidió convertirse en una empresa y tomó una decisión bisagra con repercusiones mundiales: puso a disposición abierta una red neuronal Generativa, Pre Entrenada y basada en Transformers (GPT). El llamado “buscador de los buscadores”, que a través de prompts, palabras de entrada a la primera capa de la red neuronal, disparan una cascada de resultados. Encontrar el prompt exacto se volvió el desafío, existen múltiples cursos que ayudan con la ingeniería de las instrucciones. Sin embargo ya existen interfaces que ayudan a mejorar el prompt también automáticamente.

Como señalan Bilinkis y Sigman, la versión GPT-3 (2023) se transformó en un suceso mundial e introdujo en forma definitiva e irreversible el mundo de la inteligencia artificial al interior de todos los hogares, desde la tarea de los niños a profesionales. En sesenta días alcanzó 100 millones de usuarios y pasó a ser tema de conversación en cafés, colegios y taxis. Muchos descubrimos un tema que solo conocíamos en la ciencia ficción y empezamos a cambiar algunas de nuestras prácticas de estudio, de trabajo y de vida. Desde el año 2014 con la creación de las redes generativas adversarias (GAN), las máquinas estuvieron cada vez más capacitadas para inventar, para crear código, imágenes, voces y canciones.

Tapa del libro Apuestas online.
Tapa del libro Apuestas online.

ChatGPT ha aprendido a hablar con un estilo increíblemente humano y a decir cosas interesantes y trascendentes, sin tener la menor idea de lo que está diciendo. En algunos casos GPT puede brindar información falsa con plena seguridad, fenómeno que los programadores denominaron “alucinación”. El cúmulo de información y la velocidad de procesamiento es tal que puede convertirse en una herramienta peligrosa. En miras a disminuir el uso malicioso de estas herramientas, GPT-4 está implementando mecanismos de seguridad y alineación, desde la simple detección de contenido sexual o violento, incluyendo sistema de feedback con la participación de humanos. En las últimas horas fue lanzado el Chat GPT 4.0 Omni, que puede procesar texto, audio e imágenes y será de acceso libre.

En junio de 2022 el ingeniero de Google, Blake Lemoine, quien trabajaba en el proyecto LaMDA (Language Model for Dialogue Applications ) publicó una carta señalando que la empresa tenía en su poder un modelo de lenguaje masivo que era “sintiente” y que debía ser considerado una persona. Lemoine fue contradecido y despedido.

Pero lo de Lemoine no fue un hecho aislado. Mucho antes del furor del lanzamiento del chat GPT, más precisamente 50 años antes, Joseph Weinzembaun, un sobreviviente de los campos de concentración y científico del MIT, diseñó y lanzó en 1966 el primer chat conversacional de la historia al que bautizó ELIZA. Consistía en una suerte de parodia que incluía preguntas y respuestas de un psiquiatra formado en la escuela del terapeuta Carl Rogers. El programa analizaba frases o fragmentos de las mismas y respondía con un guion preformado, con palabras almacenadas.  Eliza no tenía idea de lo que estaba diciendo, pero causó una buena impresión.  Esto podría hablar muy bien de la máquina o también ser una crítica a los clichés de muchos terapeutas. El experimento informático cobró notoriedad y se transformó en un juguete nacional; miles de usuarios comenzaron a utilizarlo por su cuenta e incluso muchos psiquiatras lo señalaron como potencialmente útil. Ofrecía a bajo costo escucha y respuestas, frente a una demanda creciente de problemas de salud mental.

Weinzembaum advirtió, con preocupación y sorpresa, que en los usuarios del programa ocurrían algunas particularidades: se dejaba llevar por las emociones, se olvidaban que se trataba de un ordenador y creaban lazos afectivos, a tal punto de tomarse “muy en serio” las respuestas del programa. ELIZA, aun con frases breves y poco espontáneas, produjo la extraordinaria ilusión de haber logrado comprender las mentes de numerosas personas que conversaron con él, proceso al que denominó “antropomorfización”.

Quienes conversaban con ELIZA creían que estaban siendo comprendidos. Existía un proceso de significación e interpretación que realizaba la persona cuando leía lo que el programa escribía. Weinzembaum estableció una curiosa similitud entre los programadores y los jugadores compulsivos: ambos habitan en un sueño mágico, atemporal, sin horarios, más nocturno que diurno, donde prevalecen otras reglas por sobre la vida civil ordinaria; y ambos comparten un mundo psicológico en común: están convencidos que ganarán y confiados en sus habilidades. Estas sutiles observaciones, nos ayudan a entender el tipo social que comenzó a emerger en los 70 en Silicon Valley.

Weinzembaum dedicó gran parte de su vida a alertar los riesgos que la humanidad deposite en las máquinas la total responsabilidad de decisiones vitales, como decisiones judiciales o tratamientos médicos. ELIZA fue el primero, pero no el último intento de establecer un chat de conversación. En 1972 el psiquiatra de la Universidad de Stanford, Kenneth Colby, creó el programa Perry, que simulaba ser un paciente aquejado de paranoia y con el cual se entrenaba a los psiquiatras. En 2016, Microsoft lanzó el bot conversacional Tay, al que suspendió 24 hs de inaugurado, luego de una serie de comentarios racistas y más recientemente Google lanzó el chat Bard, por citar algunos ejemplos.

El chat Eliza volvió a ser noticia pública cuando en marzo de 2023 un hombre en Bélgica se suicidó luego de varios días de chateo con este “chat terapéutico”. El hombre, que experimentaba una crisis mental, utilizó el chat por días y según su pareja, ELIZA nunca lo contradecía e incluso estimulaba, en relación a su decisión de suicidarse “para salvar a la humanidad”.


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