Roberto Abdala: “El problema es que la escuela acumula contenidos y no enseña tanto a pensar”
El director de la licenciatura en Educación de la Universidad Nacional de Quilmes reflexiona sobre el rol de la escuela secundaria y sus dilemas actuales.
“Hay que buscar modelos que flexibilicen o rompan esa idea del curso y los compañeros que empiezan en primero y tienen que terminar todos juntos en sexto”, afirma Roberto Abdala, director de la licenciatura en Educación de la Universidad Nacional de Quilmes. No es una novedad que la escuela secundaria atraviesa dificultades para garantizar determinados aprendizajes. Desde verdades simplificadas y mitos como que “quedó obsoleta” y “se aprende cada vez menos”, hasta estadísticas nacionales e internacionales, la educación recorre un camino sinuoso donde todas las personas la critican, pero pocas se animan a realizar cambios estructurales. Aunque siempre se dice que los que piensan políticas educativas no conocen las aulas y las realidades de los docentes, los directivos y los estudiantes, no es el caso de Abdala.
Además de su rol en la Universidad, donde también acompaña las trayectorias de los futuros profesores en las prácticas educativas, fue docente y director de una escuela secundaria en Berazategui. Es decir, no solo conoce a través de los libros, sino de la experiencia en primera persona. En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, Abdala reflexiona sobre la educación secundaria y las particularidades de las escuelas.
“Cada escuela tiene características muy particulares que tienen que ver con el plantel docente, las condiciones edilicias y la cantidad de cursos. Mi mayor dificultad como director era que tenía una escuela con 32 cursos, 21 a la mañana y 11 a la tarde, y más de 100 docentes. Entonces, tenía que hacer las adaptaciones pensando en los profesores, en todas las secciones y en los horarios que los diferentes grupos tenían a contraturno”, señala el director de la Licenciatura en Educación de la UNQ.
-Se le hacen muchas críticas a la escuela secundaria en Argentina y tuvo pocos cambios en las últimas décadas. ¿Qué acciones se podrían llevar a cabo para que mejore?
-Varios de los que investigamos sobre políticas educativas pensamos que hay que buscar modelos que flexibilicen o rompan esa idea del curso y los compañeros que empiezan en primero y tienen que terminar todos juntos en sexto o en el año que sea. Además de forzar trayectorias, esto hace que haya materias que no tienen el grado de exigencia que tendrían que tener y después eso se nota en los pasos posteriores.
-Otra cuestión tiene que ver con la cantidad de materias que tienen por día y por año los estudiantes en la secundaria.
-El mayor problema es la fragmentación que tiene la escuela. Si tenés 15 o 16 años y tenés una hora de física, dos de inglés, una de biología y otra de matemática, tu cerebro tiene que ir haciendo constantes cambios de adecuación de qué te están hablando y de qué se trata, sumado a las distracciones propias de cualquier adolescente. En este aspecto, la enseñanza por áreas podría dar un tipo de flexibilidad y también mayor sentido para que el estudiante vea geografía, historia y ciudadanía como un campo de las ciencias sociales que puede vincularse, y no como algo que memoriza y se olvida a la media hora.
-La gran pregunta para reflexionar es sobre el sentido de la escuela secundaria en la actualidad.
–El gran desafío de todo el sistema es que el tiempo que transitan los estudiantes en la escuela sea un tiempo ganado y se le brinden herramientas realmente útiles, no sólo para vincularlo al mundo del trabajo, sino para que puedan crecer también como personas y que puedan pensar más. El problema de nuestra escuela es que es una acumulación de contenidos y no enseña tanto a pensar. Tenemos que apostar a que sea una escuela que ayude a pensar y a generar sentido desde los contenidos de cada materia.
¿Rumbo a otra matriz educativa?
A principios de junio, el director de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, anunció un nuevo régimen académico para 2025 en las más de 4700 escuelas que existen en la Provincia. Entre la actualización de los diseños curriculares y la titularización de cargos jerárquicos, la medida más sobresaliente fue el fin de la repitencia para los estudiantes secundarios, es decir, que ya no tendrán que volver a cursar materias que hayan aprobado y sí deberán acreditar solo aquellas desaprobadas.
-¿Es correcta la decisión de la provincia de Buenos Aires de eliminar la repitencia?
-En el amplio espectro ideológico de las ciencias de la educación no hay casi nadie que acuerde en que la repitencia es buena o tiene algún fruto positivo. De hecho, las pruebas estandarizadas realizadas en Argentina y en otros países indican que aquel estudiante que repite tiene más chances de volver a recursar un año o ese mismo que está recursando, que lograr los aprendizajes que no logró previamente. Eso está demostrado estadísticamente en Argentina y en países de América Latina y de Europa.
-Sin embargo, hay mucha gente que se escandaliza cuando se anuncia este tipo de medidas.
-Creo que la indignación también está dirigida a cómo hacemos para que los estudiantes aprendan más y mejor, porque tenemos problemas de aprendizaje y es una deuda de los 40 años del regreso de la democracia. Es cierto que hay un deterioro de los aprendizajes, pero también de las condiciones materiales, sociales, económicas y culturales en las que muchos estudiantes viven. Ahora bien, no está demostrado que la repitencia mejora los aprendizajes.
-¿Y es posible llevarlo a cabo?
-Toda esta experiencia tiene un lindo correlato teórico y habrá que ver cómo se pone en marcha el año que viene, donde cada escuela y cada directivo tendrá que encarar esta propuesta de que no se repita más. Va a costar un montón, pero es cierto que la norma puede llevar a que con el paso del tiempo se pueda ir adecuando también la cultura institucional y la familiar.