Influencers virtuales en Instagram: ¿cómo son las nuevas celebridades que no existen?
Están creadas con Inteligencia Artificial, poseen rostro humano, miles de seguidores, promocionan marcas y productos e incluso presentan programas de televisión.
Lil Miquela tiene 21 años, posee más de 2 millones y medio de seguidores en Instagram y vive en Los Ángeles. Aitana López es una influencer española con más de 320 mil seguidores en la misma red social y se define a sí misma como gamer y amante del fitness. Kenza Layli es otra influencer marroquí que cuenta con casi 210 mil seguidores. Las tres tienen algo en común: son influencers virtuales digitales, es decir están creadas con Inteligencia Artificial (IA) y no existen en la realidad –de hecho, Layli fue coronada recientemente como la primera Miss Inteligencia Artificial–. Se trata de un nuevo formato digital y un nuevo tipo de negocio que da mucho que hablar.
Los influencers virtuales son similares a los humanos en las redes sociales: tienen miles o millones de seguidores, promocionan marcas y tendencias de moda a través de fotos y videos, realizan tutoriales, se muestran en distintas ciudades y en situaciones cotidianas o graciosas. Incluso, pueden ser la cara de algún producto, como es el caso de Alba Renai, una influencer creada con IA, que es una de las presentadoras virtuales del reality Supervivientes de España, o como Lil Miquela que promocionó el lanzamiento de un BMW y participó en campañas de Calvin Klein y Prada.
Lingyao Ivy Yuan, especialista en la materia de la Universidad Estatal de Iowa, explica en un artículo que las empresas prefieren influencers virtuales antes que reales porque trabajan todos los días de la semana a cualquier hora, no piden aumentos y “siempre siguen la política de la empresa”. “Los rostros humanos realistas pueden ser un fuerte estímulo para que las personas traten a los humanos digitales como si fueran reales, incluso si no es la única forma. Creo que tanto lo visual como la inteligencia deben estar presentes”, plantea Yuan.
Así, por ejemplo, Lil Miquela se define como un robot de 21 años que vive en Los Ángeles y es defensora del movimiento Blacks Lives Matter (Las vidas negras importan). En su perfil se puede ver contenido de belleza, moda, gaming, comida y publicidades de marcas. Por su parte, Lu do Magalu es una influencer virtual 3D y creadora de contenido. Fue diseñada por Magazine Luiza, una minorista brasileña dedicada al comercio digital, y sus posteos van desde promocionar productos de la empresa hasta moda e, incluso, participó del lanzamiento de un perfume de Antonio Banderas.
Otro ejemplo es Olivia C. de Portugal, que se define en su biografía de Instagram como una inspiración de IA en el mundo real. En línea con esto, su perfil muestra fotos y videos de ella en países como Perú, Portugal e Inglaterra, así como también libros que –si fuera real–lee.
Mismos patrones de belleza
Instagram es una de las redes sociales más populares del mundo y donde las empresas y marcas publicitan sus productos a los usuarios a través de, entre otras formas, influencers. En consonancia con lo que sostiene la investigadora Yuan, las humanas compiten con el nuevo modelo de negocio que son aquellas creadas con Inteligencia Artificial.
Así como Lil Miquela, Aitana López, Alba Renai, Kenza Layli, Lu do Magalu y Olivia C, existen otras influencers virtuales digitales como Lalina de Francia y Shudu Gram, considerada la primera supermodelo digital del mundo. A pesar de la novedad, hay estándares de belleza del mundo tangible y tradicional que continúan.
Por ejemplo, sus cuerpos responden a la delgadez extrema y la panza chata con una cintura marcada. Además, algunas de ellas generan contenido erótico respondiendo así al patrón de cosificación de las mujeres. Incluso, en el concurso Miss Inteligencia Artificial, una de las categorías por las que fueron juzgadas las influencers fue la belleza, un aspecto típico del concurso tradicional que implica tener ciertos rasgos y responder a preguntas clásicas como “si pudieras tener un sueño para hacer del mundo un lugar mejor, ¿cuál sería?”. En definitiva, un fenómeno que avanza y que no se condice con las luchas que llevaron adelante los feminismos en los últimos años, algo esperado si se tiene en cuenta que las IA son creadas por la industria.
Así, se abren algunos interrogantes. Estas IA, ¿se tratan solo de un nuevo tipo de negocio o también buscan reafirmar los estándares de belleza? ¿Cómo impactan en las niñas y adolescentes que siguen a estas mujeres en las redes sociales? Si pueden ser presentadoras, modelos, promotoras y demás, ¿hasta dónde compiten con los seres humanos? ¿Hay límites?