¿Por qué duele tanto un tirón de pelo y cómo impacta en el sistema nervioso?

La dolencia es diez veces más intensa que un pinchazo y se percibe de manera inmediata, a una velocidad que sorprendería a cualquiera.

Créditos: Depositphotos.
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Parece un chiste, pero no lo es. Un tirón de pelo puede ser más que esa molestia fugaz que despierta un grito o una mala palabra: es un viaje a 160 kilómetros por hora hacia el cerebro. Este dato, revelado por científicos de la Universidad de Linköping en Suecia, redefine lo que se sabe sobre el dolor. Y, además, confirma algo que muchos sospechaban: el cuerpo humano no deja de sorprender.

El estudio, que mezcla biogenética y neurociencia de vanguardia, demuestra que la señal del dolor de un tirón de pelo es diez veces más intensa que la de un pinchazo. Pero lo realmente impactante no es la intensidad, sino la velocidad. La clave está en las fibras nerviosas Aβ, esos pequeños “cables” recubiertos de mielina que transmiten señales como si fueran la fibra óptica del cuerpo.

Los suecos no tiraron pelos al azar: en un entorno controlado, diseñaron experimentos quirúrgicos para medir y comparar el dolor provocado por tirones de cabello con el de pinchazos u otras molestias mecánicas. Sensores de precisión, grabaciones neuronales y un arsenal de herramientas tecnológicas permitieron mapear la ruta del dolor con una claridad sin precedentes.

Los investigadores también pusieron a prueba la importancia de la proteína PIEZO2, un sensor biológico que detecta las fuerzas mecánicas. Con un enfoque genético, probaron con individuos que carecían de esta proteína. La conclusión fue llamativa: sin PIEZO2, el dolor por tirones de cabello simplemente no existe.

Un dolor, mil formas

La intensidad del dolor varía entre personas y también entre especies. Los factores genéticos, culturales y psicológicos juegan un rol clave. Piense en algo cotidiano: una ducha caliente. Mientras algunos la disfrutan como una caricia, otros la consideran una tortura. La sensibilidad al dolor es un fenómeno tan personal como impredecible.

Incluso las mascotas tienen algo que decir al respecto. Algunas razas de perros soportan sin drama los cepillados diarios; otras reaccionan como si las estuvieran torturando. En humanos, trastornos como la fibromialgia o mutaciones genéticas pueden amplificar o reducir la percepción del dolor.

Este tipo de investigaciones, más allá de lo anecdótico, tiene implicancias. Entender cómo funciona el dolor a nivel biológico podría ser la clave para desarrollar terapias personalizadas. La promesa es ambiciosa: tratamientos específicos para el dolor crónico o trastornos del sistema nervioso que revolucionen la medicina.

Con todo, la próxima vez que un tirón de cabello lo deje con los ojos llorosos y la boca llena de improperios, recuerde: su cuerpo acaba de activar uno de los mecanismos más veloces y complejos de la biología. Y eso, aunque duela, es algo asombroso.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.