Sus medidas impresionan: 4 metros de largo, 250 kilos y un hocico con más de 50 dientes, algunos de los cuales alcanzaban los 5 centímetros.

Integrado por científicos del Conicet y especialistas internacionales, un equipo interdisciplinario descubrió el esqueleto de un de un gran cocodrilo que habitó el sur argentino hace 70 millones de años. Los restos fueron encontrados en rocas de la Formación Chorrillo, a unos 30 km al sur de la localidad de El Calafate, provincia de Santa Cruz. Se trata de una especie desconocida para la ciencia a la cual los investigadores bautizaron con el nombre de Kostensuchus atrox, que significa “cocodrilo feroz que refiere al viento del sur”. Los resultados fueron publicados recientemente en la revista científica PLosONe.
Hace 70 millones de años, la Tierra presenciaba el ocaso de los dinosaurios. Al mismo tiempo, un cocodrilo de dientes comparables a los de un T-rex merodeaba el sur de la actual Patagonia argentina. A diferencia de las especies vivientes que poseen cráneos achatados y ojos y fosas nasales proyectados hacia arriba, el Kostensuchus se caracterizaba por tener la cabeza proporcionalmente más alta, los ojos orientados hacia fuera y las fosas nasales elevadas. Esto indica que el antiguo depredador no tenía los hábitos acuáticos de sus parientes vivientes. Por el contrario, su cuerpo era robusto y contaba con patas relativamente cortas, ubicadas verticalmente bajo su cuerpo, permitiendo una movilidad más ágil que un caimán o un cocodrilo contemporáneos,cuyas patas se orientan hacia afuera y son más propensos a reptar.
El Kostensuchus forma parte de los peirosáuridos, una familia extinta de cocodrilos que vivieron a finales del Período Cretácico en lo que es hoy Sudamérica y África. Sin embargo, la nueva especie descubierta se diferencia del resto de peirosáuridos por su gran tamaño corporal. “Mientras que el resto eran más modestos en tamaño y en peso, el Kostensuchus llegaba casi a los cuatro metros de longitud y 250 kilos de peso. Era un animal respetable en tamaño y ferocidad”, explica Fernando Novas investigador del Conicet en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara y líder del proyecto. Además, la cabeza del Kostensuchus medía 50 centímetros delargo y el hocico estaba armado con más de 50 dientes, algunos de los cuales medían más de 5 centímetros y sus bordes eran aserrados, conformando así una mandíbula letal para sus víctimas.
Las características anatómicas del Kostensuchus indican que se trató de uno de los depredadores principales hacia fines del Cretácico en la zona patagónica, conviviendo y compitiendo con diferentes especies de dinosaurios. Además, las peculiaridades de las rocas y de otros restos donde encontraron su esqueleto, indican que este gran cocodrilo merodeaba ambientes húmedos y con vegetación abundante.
Según Novas, este hallazgo es fundamental para conocer cómo era el ecosistema hace 70 millones de años y deconstruir la idea del dominio total de los dinosaurios: “Estamos aportando, desde Sudamérica, información que permite ver que se trataba de un mundo en el que los dinosaurios no estaban solos, sino que los cocodrilos tenían un rol destacado, algunos de ellos siendo depredadores muy importantes”, esclarece el biólogo.
Sin querer queriendo
Desde el 2019 el suelo patagónico es objeto de numerosas exploraciones lideradas por Novas y Makoto Manabe, del Museo Nacional de Tokio, en Japón, y sus respectivos grupos de trabajo. La zona que investigaron posee una importante capacidad fosilífera. Tal es así que, durante las expediciones, los científicos recolectaron gran cantidad de restos, incluyendo huesos de dinosaurios gigantes, tanto herbívoros como carnívoros, fósiles de otros animales como insectos, ranas, peces, tortugas, serpientes, dientes de pequeños mamíferos, caracoles terrestres y acuáticos, y restos de plantas.
El 10 de marzo de 2020, el equipo, integrado por 25 argentinos, incluyendo paleontólogos, técnicos y becarios, y cinco investigadores japoneses, halló los restos del gran cocodrilo. El descubrimiento se produjo de manera casual. Durante la expedición, Marcelo Isasi, técnico del Conicet, se topó con los huesos del cráneo fosilizado y resguardado en el interior de concreciones, es decir, formaciones rocosas extremadamente sólidos que se forman geológicamente de manera natural. Estos nódulos resguardaron durante millones de años el esqueleto del animal, salvo la cola y las patas. Una vez recolectadas, las muestras fueron trasladadas a Buenos Aires para ser trabajadas con detalle en los talleres de preparación de los fósiles.
La expedición, que contó con el apoyo financiero del Museo Nacional de Tokio y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, posiciona a la ciencia argentina en lo más alto. “La relevancia tiene que ver con poner nuevamente sobre las noticias internaciones a la ciencia argentina. La paleontología sudamericana en líneas generales y los científicos argentinos en particular están muy bien posicionados con todos los descubrimientos que se hacen en este lado del mundo”, destaca Novas.

