Otra forma de hacer y pensar la economía con enfoque científico

“Es muy importante y necesario que haya desde la academia una mirada sobre este sector de la población”, señala a la Agencia el Padre Charly Olivero.

La economía social y solidaria es, al mismo tiempo, práctica económica y movimiento social.
La economía social y solidaria es, al mismo tiempo, práctica económica y movimiento social. Crédito: Inesem.

Las crisis económicas y sus consecuentes desigualdades sociales ponen límites a la vida cotidiana del ser humano. Pero, a veces, como un efecto no buscado, otorgan cierta libertad para crear estrategias de supervivencia. De esta manera se ocupa el día a día de un vastísimo número de argentinos y argentinas, excluidos de la economía formal capitalista, que deben gambetear el futuro para no convertirse en seres sin posibilidades. Son estos actores sociales quienes más experimentan otra forma de hacer y pensar la actividad económica, más popular y social. De eso trata, precisamente, el enfoque teórico y práctico que tiene como referencia prioritaria a las personas, el ambiente y el desarrollo sostenible y sustentable, por encima de otros intereses: la economía social y solidaria.

Sin embargo, como explica en diálogo con esta Agencia Juan Grabois, referente de la economía popular y docente de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), es necesario entender aquella realidad que es superior al concepto porque, a veces, se “intenta encajar el concepto en la realidad y no encaja”. Por eso Grabois prefiere hablar de tres momentos que se dan en el proceso de organización de aquellos trabajadores excluidos del mercado: “El primero puede definirse como un método de subsistencia, consecuencia del proceso de desindustrialización, del proceso neoliberal. El segundo es el de la resistencia, cuando se empiezan a dar procesos de organización comunitaria y agrupamiento para resistir todas las injusticias del momento anterior. Y el tercero es el momento de la transformación, que es cuando que surge una economía social y solidaria, una nueva forma de vivir”.

Para Bárbara Altschuler, docente, investigadora y directora del Observatorio de la Economía social y Solidaria de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), “la economía social y solidaria es un campo muy dinámico y en permanente recreación y transformación, a la luz no solo de los debates políticos e intelectuales, sino también de los movimientos y de las experiencias prácticas y políticas”. Según explica, este campo se puede pensar a partir de tres dimensiones fundamentales: una empírica, que reconoce la existencia concreta de experiencias, unidades económicas, empresas sociales y solidarias y cooperativas de diversos tipos, que hacen economía desde otras perspectivas, valores, principios y formas organizativas; una dimensión política, porque es un proyecto de construcción de modelos alternativos, tanto políticos como societales, ya que no separa la organización económica de la organización social, política, cultural y ambiental de procesos societales de construcción de alternativas; y una dimensión simbólica, que tiene que ver tanto con la disputa simbólica de sentidos, académicos, científicos e intelectuales, como con la vida práctica y los sentidos comunes que circulan en la sociedad.

El rol de las universidades

La presencia de la temática en la agenda pública de Argentina es significativa: existe una importante variedad de políticas, programas y nuevas normativas específicas que promueven el desarrollo y el fortalecimiento de emprendimientos de economía social y solidaria con políticas sociales, de trabajo y educativas, orientadas a la integración social, la generación de puestos de trabajo y la formación de los actores del sector. 

Al ser consultado por este medio, el Padre Charly Olivero, referente social en el campo, asegura que la sistematización y la producción del conocimiento en relación a las economías alternativas, puede favorecer la organización: “Es muy importante y necesario que haya desde la academia una mirada sobre este sector de la población y sus apuntes económicos porque, al estar sistematizado, puede discutir políticas de inclusión”.

En esa dirección, el crecimiento del sector es acompañado desde las universidades públicas con ofertas de formación apropiadas para operadores, técnicos y profesionales en el ámbito. En líneas generales, buscan formar profesionales que desarrollen una visión compartida en los valores y principios de la economía social y solidaria, al tiempo que cuenten con un profundo conocimiento de las trayectorias organizativas del sector y de los procesos de gestión técnica e institucional, que contribuyan a su expansión y fortalecimiento en los territorios y comunidades locales.

En suma, desde su diversidad, y atravesada por procesos de cambios permanentes, esta “otra economía” que sabe adaptarse a los desafíos de los tiempos, puede convertirse en un instrumento para la inclusión social y el desarrollo.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.