Semana Mundial del Parto Respetado: cuando la información es poder

María Eugenia Dichano, investigadora de la UNQ, reflexiona sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos.

Persona recién nacida sobre el vientre de su madre que todavía conserva el cordón umbilical. Créditos: Bebés y más
Persona recién nacida sobre el vientre de su madre que todavía conserva el cordón umbilical. Créditos: Bebés y más

Las mujeres parimos hace milenios, desde mucho antes de que existan las instituciones médicas tal como las conocemos. Pero desde algunas décadas atrás, empezamos a pensar que nuestros cuerpos ya no sabían cómo traer personas a este mundo. Miedosas, inexpertas, primerizas, falladas, son solo algunos de los calificativos utilizados por profesionales para operar sobre nuestros cuerpos bajo la “palabra autorizada”.

Si bien Argentina es pionera en leyes con enfoque de género y cuenta con la Ley de Parto Humanizado (25.929) reglamentada en el 2005, nuestras experiencias gestando y pariendo tienen mucho para decir. El artículo 2 inciso d) de la ley mencionada, señala que toda mujer tiene derecho “al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer“.

Pero, ¿qué pasa cuando profesionales nos proponen, a las pocas semanas de gestación, programar una cesárea sin argumentos médicos? ¿Cuánta información nos brindan? ¿Cuánto condicionan nuestras decisiones?

Así, cedemos el protagonismo propio y de aquellos seres que vienen a habitar el mundo extrauterino, para conceder responsabilidades y convertir un hecho fisiológico y natural en algo quirúrgico y mecánico. La OMS considera que la tasa ideal de cesáreas debe oscilar entre el 10 y el 15 por ciento. Sin embargo, según datos del Sistema Informático Perinatal, Argentina superó el 43 por ciento de cesáreas en 2022. Incluso, la cifra sobrepasa el 50 por ciento en Catamarca, Córdoba, Formosa, La Pampa, La Rioja, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Tucumán. Desde 2010 hasta 2022, la tasa de esta intervención aumentó del 28 al 43 por ciento.

Pero aquí el debate no es cesárea sí o cesaría no. El ojo está puesto sobre quién decide sobre nuestros cuerpos, que parece ser el eje de los últimos debates que dio la lucha de mujeres y también en cómo queremos recibir a quienes llegan.

La Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (26.485) define la violencia obstétrica como una modalidad de violencia de género: “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929”.

Aunque resulte duro, nos leemos una y otra vez en estas líneas, desde el momento que ingresamos a una institución y nos colocan una vía para suministrarnos oxitocina sintética aumentando la frecuencia e intensidad en las contracciones con el objetivo de acelerar el proceso natural del parto. Esto deriva en la necesidad de buscar otra alternativa sintética para aliviar el dolor, y es allí donde aparece la epidural que anestesia la mitad de nuestro cuerpo haciendo que no sintamos dolor, contracciones ni la necesidad de pujar.

La episiotomía, incisión realizada sobre el perineo con el objetivo de ensanchar la vagina, también resulta ser una práctica más que habitual que tiene consecuencias a largo plazo como incontinencia y prolapso. Aunque la OMS afirma que no deben realizarse episiotomías de forma rutinaria, Argentina se acerca a una tasa de incidencias mayor al 70 por ciento.

Trabajo de parto en movimiento para aliviar el dolor. Créditos: En tu parto
Trabajo de parto en movimiento para aliviar el dolor. Créditos: En tu parto

Hacia un parto más humano

Esta semana también nos invita a reflexionar sobre los derechos de las personas recién nacidas. La ley de Parto Humanizado establece que tienen derecho a estar al lado de su madre mientras permanezca en la institución, “siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales”. Resulta impactante pensar cómo hijos e hijas son arrebatados de nuestros úteros para ser sometidos a prácticas (también rutinarias) que pueden esperar. Luego de nueve meses de temperatura cálida, luz tenue y latidos cercanos, se enfrentan a balanzas, vacunas, gotas y luces encandilantes. Nos lo devuelven vestidos, bañados y, la gran mayoría de las veces, dormidos.

En el libro “Mujeres invisibles. Partos y patriarcado”, Violeta Osorio y Francisco Saraceno sostienen que “no hay nada más violento e invasivo que nacer en un sistema que nos recibe con secuestros y torturas”. Aunque el personal de salud repita hasta el hartazgo que “no es para tanto”, la ciencia está de nuestro lado.

El lema de este año es “El parto es respetado cuando vos podés elegir”. No importa si decidimos parir acostadas, en cuclillas, en una institución o en casa. Si queremos programar una cesárea o elegimos usar epidural. Lo que importa es que respeten nuestros deseos, que nos brinden información sobre cada una de las intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante el proceso de gestación, trabajo de parto, parto y postparto pudiendo optar libremente. Que nuestras voces sean escuchadas, que parir sin intervenciones médicas innecesarias deje de ser un privilegio para que vuelva a ser la norma. Que nosotras y nuestros hijos e hijas volvamos a ser protagonistas, que nos devuelvan los partos que nos arrebataron.


* María Eugenia Dichano es investigadora en género y derechos humanos de la UNQ


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