Alcohol y publicidad: cuando los medios promocionan la enfermedad
Por Federico Pavlovsky y Luciana García*
El alcoholismo representa la adicción número uno en términos epidemiológicos. Una buena dimensión de lo que implica la carga de esta enfermedad ha sido plasmada en el último reporte de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en 2022 (UNODC), donde se especifica que las muertes relacionadas al uso de alcohol, como factor contribuyente, rondan los 2,4 millones anuales, siendo las muertes por trastorno de adicciones un 5 por ciento de todas las causas de fallecimientos.
En nuestro país un estudio epidemiológico de salud mental en población general (World Mental Health Survey Initiative OMS/Harvard) publicado en 2018, dio cuenta de una prevalencia del trastorno por abuso de alcohol del 8,1 por ciento en la población encuestada (la sustancia de abuso más utilizada), la segunda patología de salud mental más prevalente luego del trastorno depresivo mayor. Siendo también esta población la que tuvo la menor tasa de acceso oportuno a un tratamiento de salud mental, llegando a tasas aún más bajas en el caso de las mujeres.
Contrariamente a lo que la mayoría de las personas cree (y aquí se ve el éxito indudable de las campañas de marketing) no existe una dosis “saludable” diaria de alcohol, aquella “copita de vino por día” que se promulgó durante décadas en los medios de comunicación e incluso desde un sector de la comunidad médica (que décadas atrás también había señalado que fumar era saludable). De hecho, incluso se ha encontrado una relación con enfermedad cardiaca también en pacientes con consumos bajos y moderados durante un seguimiento de 5 años (no solo en consumidores severos, donde es la regla). El uso regular actualmente se asocia con una larga lista de enfermedades metabólicas, cardiológicas y oncológicas.
A principio de siglo la campaña pro-consumo de alcohol era más agresiva y casi bizarra, la dosis “recomendada” era de casi un litro por día.
Argentina, de los más peligrosos
Nuestro país se ubica actualmente dentro de los cinco países más peligrosos en términos de muertes viales en el mundo: fallecen en promedio 19 personas por día y en el año cerca de 7000. En un cuarto de estos incidentes, las personas manejaban bajo los efectos de una intoxicación alcohólica.
En lo que podría sonar como una broma tragicómica para los defensores del paradigma de la “Guerra contras las drogas”, en Argentina, la mayor cantidad de muertes (accidentes, sobredosis, evolución de patologías crónicas asociadas) son producto de una droga legal, promocionada en todo momento y por todos los medios, violando incluso las disposiciones de la antigua y arcaica Ley de lucha contra el Alcoholismo (1997). Cada vez que en Argentina (donde el vino es la “bebida nacional”) se reúne espasmódicamente a un comité de expertos, para hablar de “drogas”, todos saben que cuando intenten avanzar en recomendaciones sobre el consumo de alcohol, algún diputado/a dirá: “no podemos perjudicar a la industria”.
Como siempre vale la pena aclarar, el consumo puntual de una sustancia psicoactiva (legal o no) no convierte a nadie en “adicto”, proceso que requiere tiempo y en el que se ven involucrados aspectos personales, neurobiológicos y sociales. Pero dentro del mundo de las adicciones, el alcohol está en el ranking #1, aunque las tapas de los diarios hablan de drogas extrañas que convierten personas en zombis o en reptiles.
A cada síntoma, un medicamento
El binomio industria farmacéutica y publicitaria, ha fomentado grandes confusiones. La serie “Dopesick” (2021), acerca de la epidemia de opioides en los Estados Unidos, es un excelente ejemplo acerca de cómo se puede influir en la población en relación a sus hábitos a la hora de elegir (y reclamar) fármacos y también a los profesionales que los prescriben.
Vivimos en una trama social y de mercado, donde a cada síntoma se propone un medicamento: para el insomnio, para la angustia, para el resfriado, para el dolor de garganta, la falta de energía por agotamiento y, quizá en un futuro cercano, para el vacío existencial. El mensaje es simple, como vivimos en forma inhumana, mediquemos nuestros síntomas hasta que se diluyan al menos un poco o al menos nos permitan encajar. Las farmacias estallan los viernes vendiendo potenciadores sexuales (sobre todo a jóvenes) y los lunes protectores gástricos-hepáticos y pastillas del día después.
Vivir sin resaca
En los últimos días, la farmacéutica sueca DeFaire Medical, lanzó un suplemento nutricional (Myrkl) para disminuir los síntomas de resaca que se producen por la acumulación del compuesto químico acetaldehído. Las agencias de publicidad ya están haciendo su trabajo. Se invita a los bebedores moderados a “despertarse sin resaca al día siguiente, ya sean trabajadores, padres o personas mayores”.
Basado en compuestos conocidos por la medicina hace décadas (vitamina B 12, L-Cisteina) y una serie de bacterias pro bióticas (Bacillus) que estimulan el metabolismo del alcohol en el estómago, promete evitar todo malestar a los bebedores. El estudio central sobre el que se basa el lanzamiento se realizó con una población reducida de 24 pacientes y estudiando su evolución por tan solo una semana. La investigación fue financiada por el mismo laboratorio que lo desarrolló, un buen ejemplo de la utilidad de declarar los conflictos de interés. Han tenido la precaución de no proponerlo como un medicamento para tratar el alcoholismo y en principio será vendido en la plataforma online de la farmacéutica como suplemento dietario.
Es curioso porque la “resaca” es una de las alarmas que registran muchos pacientes para pedir ayuda en relación a su forma de beber. En la psicología de un consumidor problemático, la percepción de control exitoso sobre su manera de beber (pese a toda la evidencia cotidiana) es una característica psicológica que este producto amplifica. Posiblemente retrasará la consulta a profesionales de la salud mental y/o la búsqueda de otros recursos comunitarios como Alcohólicos Anónimos.
Un tema pendiente
¿Estamos realizando una maniobra humanitaria para ayudar a los bebedores a sentirse menos mal? ¿O estamos encontrando una forma para que continúe aumentando la venta de alcohol (donde el consumo es cada vez más precoz: 13-14 años)? En términos comerciales un nuevo triunfo del lobby alcohol-farmacéutico: “bebe todo lo que quieras y además nuestro producto. Te sentirás pleno la mañana siguiente”.
En la carrera de medicina recuerdo a cirujanos alertarnos de “tapar” un dolor abdominal con analgésicos, porque podía encubrir un problema serio, como una apendicitis. El abuso de alcohol como problemática social es un tema pendiente, que no puede ser delegado exclusivamente para su discusión y análisis, a las empresas productoras de alcohol, sus agencias de publicidad y a la industria farmacéutica.
*Federico Pavlovsky es psiquiatra y Luciana García es médica, ambos forman parte del Dispositivo Pavlovsky.