Un debate sobre los modos y las formas: ¿cómo pensar la democracia en el siglo XXI?

Especialistas disertaron en la UNQ para reflexionar sobre los desafíos, promesas y deudas pendientes, a casi 40 años del fin de la dictadura cívico-militar.

De izquierda a derecha, Santiago Liaudat, Daniel Busdygan y Anabella Di Pego. Créditos: Magalí Sánchez
De izquierda a derecha, Santiago Liaudat, Daniel Busdygan y Anabella Di Pego. Créditos: Magalí Sánchez

Se realizó la conferencia “Desafíos, promesas y nuevos problemas en el porvenir de la democracia” en el aula 44 de la Universidad Nacional de Quilmes. El encuentro contó con las exposiciones de Daniel Busdygan (director de la Maestría en Filosofía de la UNQ), Anabella Di Pego (investigadora adjunta del Conicet y Doctora en Filosofía) y Santiago Liaudat (Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UNQ y profesor en Filosofía en la UNLP). El evento, entre otros, fue organizado por la Maestría en Filosofía, la Secretaría de Posgrado y la Comisión especial para la planificación y organización de las actividades conmemorativas del 40 aniversario de la restauración de la democracia en la Argentina.  

Pensar la democracia hoy

En 2023 se cumplirán 40 años de la restauración de la democracia tras la salida de la dictadura cívico-militar. En su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa, Raúl Alfonsín sostenía que “con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”. Sin embargo, este sistema político quedó ligado, en el sentido común y en los hechos, al sufragio cada dos años. Hay sectores que, siguiendo los dichos del expresidente, no tienen garantizado el acceso a la salud, a la alimentación y a la educación.

La democracia quedó asociada a un mero acto electoral porque en buena medida a eso se redujo”, sostuvo Santiago Liaudat. “El momento de interpelación activa de la ciudadanía es exclusivamente el momento del voto cada dos años y eso es lo que se conoce como democracia formal, lo que se identifica como un debilitamiento del sistema democrático”, destacó el autor de Stevia: Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital.

¿Y el pueblo?

Desde su primera materialización en 1853, la Constitución Nacional expresa en su artículo 22 que “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”. Con experiencias de expresidentes que hicieron lo contrario a lo que habían prometido en campaña  y la presión de los grupos de poder que van desde medios de comunicación hasta grandes empresas, el significado original de ‘gobierno del pueblo’ queda desdibujado.

En este sentido, Liaudat resaltó que las elites gobernantes realizaron una separación entre política y sociedad que se sostiene hasta el día de hoy, con las particularidades del peronismo y el kirchnerismo. “Existe temor a abrir esta discusión política a la sociedad. Hay un temor no confesado a ceder protagonismo y a incorporar nuevas voces a la discusión política”, resaltó el investigador.

El problema del algoritmo

La digitalización de las vidas de las personas producto de los teléfonos inteligentes, las redes sociales e internet, transformó el espacio público en pocos años. Las noticias falsas, los discursos de odio y la estigmatización de la política como sinónimo de robo y corrupción calan hondo en un sector de la población que arrastra la deslegitimación de la década del 90’ y el enfrentamiento de los medios de comunicación opositores a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

Al respecto, Daniel Busdygan sostuvo que la discusión de  las ideas y de los modelos políticos se halla en cierto peligro porque, en su formato digital, el “debate” de ideas políticas giró a dinámicas más complejas. “El giro digital que ha tomado ahora la política hace que ideas antidemocráticas tomen volúmenes inusitados que deberían revisarse seriamente”, destacó el filósofo.

Romper el miedo

El cierre de la clase política sobre sí misma es una de las causas que explica el debilitamiento y el cuestionamiento de la democracia, incluso la formal, desde algunos sectores. Sin embargo, el debate sobre qué tipo de democracia se quiere y se necesita es una cuenta pendiente que no pareciera querer saldarse. Incluso, las discusiones institucionales sectoriales para promover mejoras, como la reforma del Poder Judicial que no prospera, dan cuenta de la imposibilidad de realizar cualquier avance.

“Pareciera que no se puede discutir en profundidad la organización institucional de la democracia, que es la mejor forma de gobierno así como está”, afirmó Anabella Di Pego. “Aunque pueda generar miedo y desconfianza, hay que empezar a problematizar, además de reformas puntuales, reformas estructurales como variaciones institucionales y otras formas de participación”, apuntó la autora de Política y filosofía en Hannah Arendt: El camino desde la compresión hacia el juicio

Una sociedad involucrada  

Si bien es prácticamente imposible una democracia directa donde el poder lo tenga el pueblo, existen mecanismos y formas que propician la participación de todos los sectores de la sociedad. Para Di Pego, una de las formas para profundizar este sistema es “territorializar la democracia en espacios de participación locales. Que las poblaciones implicadas tomen decisiones que afecten a su vida y a la de generaciones futuras. Hay que generar nuevos tipos de ciudadanía para que se pueda volver a sentir que de alguna manera es un sistema que da respuesta a la inquietud de los ciudadanos”.

Cuanto menos, en pos de mejorar y profundizar la democracia existente a casi 40 años de su restauración, el país deberá darse la oportunidad de discutir seriamente cómo ampliar los horizontes: aprovechar internet, las redes sociales y los mecanismos tradicionales para involucrar a la sociedad y desterrar esa idea de que la democracia no sirve para nada.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.