Vitalismo urbano: ¿qué características podrían tener las ciudades del futuro?
En este artículo, la bioquímica Claudia Azpilicueta comparte una propuesta y nuevas preguntas para mejorar la vida en entornos urbanizados.
El cine, las series, la literatura, nos proponen desde hace tiempo relatos de escenarios distópicos donde las catástrofes ambientales se desatan sobre ciudades hostiles, en las que los seres humanos buscan desesperadamente sobrevivir. Lo cierto, es que la ficción muchas veces iguala o supera a la realidad. Los centros urbanos siguen aumentando en todo el mundo, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos. Esto lleva a que se necesite desarrollar marcos adecuados para poder planificar y diseñar ciudades en donde los riesgos ambientales puedan atenuarse o minimizarse y se favorezca la integración social, mejorando la calidad de vida de la población.
En 2022, se realizó el II Informe del Grupo de Trabajo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad, que demuestra que la planificación urbana basada en la previsión de riesgos es fundamental para el bienestar humano. Estas proyecciones tienen en cuenta factores socio-demográficos y económicos, así como amenazas provenientes de eventos naturales, como terremotos, inundaciones, tifones y erupciones volcánicas, facilitando el desarrollo de enfoques participativos, centrados en las personas.
Los componentes del desarrollo sustentable son la sustentabilidad ambiental, económica y social y de ellas, esta última es la menos desarrollada, tanto en la teoría como en la práctica. Se puede definir a la sustentabilidad social como “el desarrollo compatible con la evolución armoniosa de la sociedad civil, fomentando un entorno conducente a la convivencia compatible tanto cultural como social, de grupos diversos, fomentando asimismo la integración social, buscando mejoras en la calidad de vida de todos los segmentos de la población”.
Muchas definiciones de sustentabilidad social se centran en la participación de la comunidad y la equidad económica como los principales determinantes. Las medidas para lograr la sustentabilidad social deberían abordar la pobreza y sus mecanismos generadores, así como la exclusión social.
Un modelo para construir futuros
El vitalismo urbano analiza cómo debería ser la vida en entornos urbanizados, con el objetivo no solo de permitir la supervivencia, sino también de favorecer mejores condiciones de crecimiento y desarrollo de la población. Este enfoque, parece tener un enorme potencial para renovar las teorías urbanas existentes.
Clasifica a las ciudades en cuatro tipos: ciudades inteligentes, resilientes, sustentables e inclusivas, y, si bien, sólo es un modelo para intentar explicar entornos mucho más complejos, puede servir para investigar potencialidades futuras de la vida urbana.
Podrían agruparse entonces del siguiente modo para facilitar su análisis.
-Ciudades inteligentes: son aquellas en las cuales el gobierno recurre a la tecnología digital para administrarlas. En ellas se desarrolla la economía del conocimiento a través de emprendedores creativos, favoreciendo la aparición de empresas emergentes. Sin embargo, las tecnologías inteligentes pueden mejorar la eficiencia de los sistemas urbanos, pero también pueden excluir y enajenar a los residentes y las empresas locales.
-Ciudades resilientes: destacan la capacidad de las ciudades para sobrevivir, adaptarse y aun así prosperar frente a diversos tipos de estrés, crónicos o agudos. En estas ciudades es fundamental desarrollar perspectivas multisistémicas, considerando las capacidades e interacciones de individuos, comunidades, empresas y organizaciones, de modo de poder aprender, transformarse y absorber impactos de todo tipo, como pueden ser los ambientales.
-Ciudades sustentables: son ciudades que se esfuerzan por mejorar la calidad de vida y el bienestar, satisfaciendo las necesidades de las generaciones presentes y futuras y permitiendo el desarrollo en condiciones de justicia y equidad Este enfoque invita a percibir las ciudades como parte de ecosistemas más amplios, teniendo en cuenta entre otros factores, las formas de obtención de la energía y los tipos de movilidad, que afectan sobre contextos geográficos, ecológicos y políticos más amplios.
-Ciudades inclusivas: las ciudadessuelen ser el primer lugar de llegada y asentamiento de los inmigrantes, y es en ellas donde la gente de diferentes países de origen, idiomas, culturas y religiones conviven y trabajan. La naturaleza dinámica del vitalismo urbano permite abordar la inclusión como algo que las sociedades deben aspirar y que necesita ser constantemente defendido y fortalecido, a través de la acción individual y colectiva, integrando a los diversos modos y estilos de vida que las componen.
Nuevas preguntas y acción colectiva
La vida en ambientes urbanos hace que nos veamos sometidos continuamente a presiones y desafíos. Las pandemias, el cambio climático, la preocupación por los alcances de las nuevas tecnologías (como la inteligencia artificial), la pobreza extrema en países del tercer mundo que genera flujos migratorios masivos hacia los más desarrollados y la falta de derechos reclamados por minorías diversas, exigen estar listos para cambios y transformaciones, desde lo social e institucional.
Reflexionar sobre los alcances que estos factores tienen sobre la vida en las ciudades tal cual hoy las conocemos, nos puede permitir comenzar a pensarlas a futuro de un modo más humano e inclusivo. Los cimientos del vitalismo son inherentes a cualquier ciudad donde exista la presencia de seres humanos capaces de ir construyendo relaciones entre sí, independientemente de sus diferencias y aún más, aprovechándolas para generar estrategias más originales.
De este intercambio, pueden surgir nuevas respuestas que todavía no vislumbramos para futuros que visualizamos muchas veces como amenazantes. Probablemente desde la acción colectiva, logremos empezar a formularnos las preguntas adecuadas para prevenirlos.