Científicos estudian cómo el abuso verbal puede dejar huella en la personalidad de los niños

Una nueva investigación revela que los gritos pueden ser tan dañinos para el desarrollo infantil como el abuso físico o sexual. Estrategias de prevención según una experta.

Las palabras hirientes y las expresiones despectivas pueden minar la autoestima de un niño, afectar su desarrollo emocional y socavar la confianza en sí mismo. Crédito: Ser padres.

El abuso verbal en niños es una preocupación creciente en la sociedad actual, ya que sus efectos pueden ser profundos y duraderos. Aunque a menudo se pasa por alto en comparación con otras formas de maltrato infantil, puede tener un impacto significativo en el bienestar emocional, psicológico y social de los niños. Un estudio reciente, presentado en la revista Child Abuse & Neglect al que la Agencia de noticias científicas de la UNQ tuvo acceso, arroja luz sobre esta problemática que suele pasar desapercibida. Contrario a la percepción común, sostiene que el impacto del abuso verbal en el desarrollo infantil puede ser igualmente perjudicial que el abuso sexual o físico.

En una revisión exhaustiva de 166 trabajos previos sobre maltrato infantil, los investigadores proponen una reevaluación de la clasificación tradicional, abogando por designar el abuso verbal como una categoría independiente. Actualmente, se clasifica en cuatro categorías: abuso físico, abuso sexual, abuso emocional (que incluye el abuso verbal) y negligencia. El estudio sugiere que darle al abuso verbal su propia categoría facilitaría su prevención y tratamiento.

Un mal visible y dañino

A diferencia de otras formas de maltrato emocional, el abuso verbal se describe como más “manifiesto”. En ese sentido, la profesora Shanta Dube, autora principal del estudio, destaca que el maltrato verbal merece atención especial, ya que es más evidente que la indiferencia o el tratamiento silencioso. El estudio fue encargado por Words Matter, una organización benéfica británica centrada en poner fin al maltrato verbal para mejorar la salud infantil.

El análisis se centra en el impacto a largo plazo del abuso verbal, examinando los efectos de gritos, insultos y amenazas de adultos, incluyendo padres, profesores y entrenadores. Los resultados sugieren que las consecuencias pueden manifestarse en diversas formas, desde angustia mental, como depresión e ira, hasta comportamientos de exteriorización, como conductas delictivas o el consumo de drogas, e incluso afectar la salud física, contribuyendo a problemas como la obesidad o enfermedades. pulmonares.

El estudio también destaca un cambio potencial en la dinámica del maltrato infantil. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia del abuso emocional infantil aumentó, mientras que los casos de abuso físico y sexual han disminuido. Los investigadores subrayan la “necesidad de coherencia” en la definición del maltrato verbal infantil para abordar adecuadamente su prevalencia e impacto.

Estrategias de prevención y apoyo

En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, la psicóloga Miriam Bustamante, miembro del Colegio Estudios Analíticos, con amplia experiencia en la práctica psicoanalítica con niños, explica que la violencia verbal se convierte en una intrusión en la vida del niño cuando un adulto, ya sea en el rol paterno o materno, descarga sobre él la ira, la frustración o la impotencia. “Este exceso puede adoptar la forma de conductas violentas o de palabras hirientes que, aunque no impliquen agresión física, dejan una marca profunda”. En ese sentido, la violencia verbal es perjudicial, ya que las palabras tienen el poder de moldear la percepción sobre sí mismo.

Según detalla Bustamante, el adulto debe establecer una dinámica relacional asimétrica con su hijo o hija. “Es esencial reconocer que el niño o niña no es un igual, sino un individuo en pleno proceso de desarrollo, absorbiendo modelos de identificación que potencialmente replicará en el futuro”. En esta relación asimétrica, “es crucial que sea escuchado y no tratado como un objeto manipulable de manera arbitraria”.

Hay escuchar al niño, no considerarlo simplemente un objeto manipulable. Crédito: Infobae.

En esa dirección, se necesita diferenciar las acciones realizadas por el niño de su identidad como ser. “Hay que promover la responsabilidad en lugar de definir al niño por sus acciones”. En este enfoque, se reconoce la autonomía del niño y se fomenta una relación basada en el respeto mutuo, donde se valora su crecimiento y desarrollo sin perder de vista la importancia de guiarlos hacia la responsabilidad.

Con todo, la prevención implica una combinación de concientización, educación y apoyo. Los programas de educación para padres, la promoción de prácticas parentales positivas y la sensibilización en la comunidad son fundamentales. Además, es crucial fomentar entornos seguros y de apoyo para que los niños puedan expresar sus emociones y recibir ayuda cuando sea necesario.

El abuso verbal es un problema grave que requiere atención y acción inmediata. Con conciencia, educación y apoyo, se puede trabajar hacia la creación de entornos seguros y amorosos que promuevan el bienestar emocional y psicológico de los niños. Al abordar este problema de manera integral, se contribuye a la construcción de una sociedad que valore y proteja el desarrollo saludable de la infancia.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.