El cruce de Los Andes: ¿Cómo cuidaba San Martin la salud de sus soldados?

Según la evidencia científica, el Libertador aplicó una campaña sanitaria de avanzada para poder alcanzar el éxito militar y derrotar el dominio español.

Cruce de los Andes
Cruce de los Andes (1817). Créditos: historiando.org/.

José de San Martin fue un reconocido militar argentino que ostenta, entre sus abundantes logros, cruzar los Andes. Se trató de un conjunto de maniobras realizadas por el Ejército entre el 12 de enero y el 9 de febrero de 1817 para lograr que más de 5 mil personas, entre soldados y milicianos, lleguen a Chile desde Cuyo y se enfrenten allí al ejército español. Considerada una de las mayores hazañas de la historia militar universal, la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ desmenuza gracias a la última evidencia científica, los detalles que permitieron al Libertador alcanzar su destino.

El cuidado de la salud de los soldados fue un factor fundamental en el que San Martin invirtió tiempo, dinero y conocimiento. Además de los que iban al frente de batalla, el Libertador sumó a la campaña de los Andes a un cuerpo sanitario conformado por cirujanos, ayudantes, médicos y boticarios. Además, había auxiliares que se encargaban de la evacuación de los heridos. En aquel momento, era obligatorio que todos los soldados se apliquen la vacuna antivariólica. San Martín tenía claro que un brote de viruela en los campamentos hacinados sería una victoria cómoda para el ejército español sin tener que luchar una batalla. La salud de todo el Ejército estaba enfocada en la protección frente a los factores climáticos, que podían ser muy adversos, pero también en el fortalecimiento nutricional.

Para no transportar mucho peso, los alimentos eran escasos, por lo que era fundamental que el aporte nutricional de cada uno de ellos fuera importante. El plan alimentario se conocía como “Valdiviano” y constaba de alimentos guisados con gran cantidad de charqui (carne seca al Sol), grasa y ají. La carne sumaba proteína a los alimentos y se conservaba fácil mientras que los ajíes aportaban vitaminas A y C. El menú incluía bebida: mate (con vitaminas del complejo B y cafeína), vino, aguardiente y ron.

Con los soldados también caminaba un ganado de alrededor de 600 vacas, las que se faenaban al momento de acampar. Por las dudas, también había depósitos de alimentos instalados en algunos puntos de la ruta para ser usados en caso de retirada o derrota.

Una farmacia ambulante

El general San Martín junto con su cuerpo médico envió en 1815 una lista de medicamentos necesarios al Instituto Médico Militar. En ella había 103 tipos de medicamentos diferentes, así como también más de 70 tipos de insumos médicos. Los síntomas que podían sufrir los soldados iban desde fatiga y falta de oxígeno (debido a la altura) hasta sequedad en la piel y mucosas debido al frio extremo en algunos momentos del día. Algunos de los medicamentos con los que se contaba en la campaña eran el alcanfor, excitante de los centros respiratorios y se empleaba en cefaleas. Como laxante se usaba el azufre, mientras que el té de membrillo servía para cortar la diarrea. Como analgésicos y para conciliar el sueño se usaban el opio y la morfina. La ipecacuana se usaba como expectorante y la quinina se indicaba en el caso de fiebre alta.  

Ejército de los Andes
El Ejército de los Andes saliendo del campamento del Plumerillo. Boceto al óleo y dos tintas sobre tela. Museo Histórico Nacional, Buenos Aires. Créditos: wikipedia.org/.

No era raro consumir algo que resultara en un veneno con posible intoxicación. En estos casos se indicaba tártaro emético, raíz de ruibarbo y vitriolo blanco, eficiente en terminar con la diarrea. Las heridas graves de batalla se trataban con amputación: se usaba una técnica perfeccionada por el Dr. Paroissien, quien la había aprendido durante su formación en Europa. Para cauterizar la herida y evitar hemorragias se usaba un compuesto conocido como “piedra infernal”. No era más que nitrato de plata, que cerraba la herida y además evitaba infecciones. Hay que tener en cuenta que los médicos y auxiliares atendían heridos sin tomar descanso entre ellos y sin una higiene adecuada.

Si la antisepsia no era buena, mucho menos lo era la anestesia. Al paciente se le daba una tira de cuero para morder y también bebidas alcohólicas. A veces se realizaban cortes para insensibilizar la zona. Más allá de lo terrible que suene, los métodos utilizados eran los más avanzados de la época.

Muchos soldados murieron en batalla, principalmente durante “Cancha Rayada”, la única derrota del Ejército de los Andes. Otros fallecieron por problemas cardíacos o por las grandes alturas. Más allá de eso, es destacable la campaña sanitaria sin la cual hubiese fracasado la campaña militar.


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Nadia Chiaramoni

Licenciada en biotecnología. Doctora con mención en ciencias básicas y aplicadas