Día Mundial de la Alimentación: las estrategias de la UNQ para combatir la malnutrición

La institución no solo lleva adelante su histórico programa Supersopa, sino que participa en redes de investigación a través de diferentes especialistas.

Dos estudiantes de la Universidad sirven la Supersopa. Créditos: Natalia García / UNQ.
Dos estudiantes de la Universidad sirven la Supersopa. Créditos: Natalia García / UNQ.

Cada 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación. Desde hace años, la Universidad Nacional de Quilmes es una referencia nacional e internacional en la lucha contra el hambre y la malnutrición. En este sentido, la Supersopa de alta calidad y bajo costo, elaborada en la institución por docentes y estudiantes, es el emblema que enorgullece a la comunidad. Más aun, en contexto de crisis económica, el objetivo de las autoridades es aumentar su producción para 2025. Sin embargo, a través de científicos y especialistas, la Casa de Altos Estudios también forma parte de redes internacionales y teje vínculos que no solo le permiten investigar y reflexionar, sino elaborar diferentes propuestas para combatir este problema. A continuación, presentamos algunas de las acciones que se realizan en la UNQ.

Por ejemplo, a mediados de año, el investigador Luis Blacha fue parte de un proyecto educativo en África donde, junto a docentes de otras universidades argentinas, dictó un curso de doctorado sobre soberanía alimentaria, alimentos para la inclusión social y valor agregado para estudiantes avanzados en Nigeria. “Fue un acierto poder generar un curso doctoral con perspectiva sur-sur. No les fuimos a complementar algo que ellos sabían, sino que fuimos a mostrar otra manera de hacer las cosas”, sostuvo en diálogo con Al borde del precipicio, el programa de la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.

Además, junto a especialistas de diferentes áreas, Blacha dirige el proyecto “Soluciones alimentarias para la inclusión social. Productores agroecológicos, cooperativas, CyT y comedores sociales contra el hambre”. “Entendemos que el hambre es una forma de desigualdad social muy específica y por eso hablamos de desigualdad nutricional. Lo que buscamos es combatir el acceso desigual a nutrientes a partir del diseño y la implementación de soluciones alimentarias con inclusión social”, subrayó.  

Según los últimos datos elaborados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más de 700 millones de personas podrían haber padecido hambre en 2023. Sin embargo, el problema no es solo la falta de alimentación, sino la mala alimentación. En este sentido, el organismo advierte que más de un tercio de la población mundial (alrededor de 2800 millones de personas) no pudo permitirse una dieta saludable en 2022.

Por eso, otra de las líneas de investigación es la que llevan adelante Darío Cabezas y su equipo, que elaboran panes y diferentes productos con y sin gluten con cereales y granos nutritivos como teff y quinoa. El primero tiene alto contenido en fibra, calcio, fósforo, hierro, cobre y vitaminas, y la segunda es una semilla que contiene alta cantidad de fibra, proteínas y micronutrientes.

“Queremos hacer una interacción real donde se genere alguna transferencia de tecnología y podamos desarrollar harinas junto con la empresa que nos provee el teff a un nivel más industrial para que salga al mercado”, resaltó Cabezas, integrante del Laboratorio de Investigación en Funcionalidad y Tecnología de Alimentos.

A su vez, Cabezas participa de la Red de Valiosas Semillas Iberoamericanas, que investiga y difunde la importancia de los cultivos ancestrales en la región como la quinoa, el amaranto, la chía, las legumbres y los maíces andinos. De hecho, su coordinadora Claudia Mónika Haros visitó la Universidad Nacional de Quilmes a principios de octubre.

Aunque hay gente malnutrida en todos los rincones del planeta, las desigualdades son muy amplias: mientras que en los países de ingresos medianos altos la cifra fue del 21,5 por ciento, en los países de ingresos medianos bajos superó el 50 por ciento. Incluso, en las naciones más pobres, el número superó el 70 por ciento.

Según un informe sobre la situación alimentaria en niños, niñas y adolescentes (NNyA) elaborado por Unicef y la Fundación Interamericana del Corazón, los NNyA consumen solo el 20 por ciento de las cantidades recomendadas de frutas y verduras y los productos ultraprocesados representan más del 35 por ciento del aporte calórico diario en toda la población infanto juvenil.

Ante este panorama, la Universidad participa de la Red Iberoamericana de Investigación en Cultura y Conocimiento de los Sistemas Alimentarios (RIICCA) y liderará su nodo en Argentina. La Red no solo se preocupa por comprender cuestiones vinculadas al hambre, el acceso a los recursos, la salud, los alimentos y el ambiente, sino que también trabaja junto a comunidades en la construcción de alternativas sostenibles, autónomas y colectivas.

En este aspecto, uno de los objetivos fundamentales es incidir en el armado de políticas públicas locales, provinciales y nacionales que promuevan una alimentación saludable y contextualizada. “Enfrentamos problemas similares en América Latina, África y la región pobre de Asia. Estas cuestiones son gravísimas y no solo tienen que ver con la alimentación, sino con la capacidad de decisión sobre qué comemos y qué bebemos. Esto no está ligado solo a la seguridad alimentaria, sino a la soberanía alimentaria”, resaltó Jorge González, impulsor de RIICCA.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.