Radios comunitarias y territorio: la puesta en el aire de las voces silenciadas
Las emisoras alternativas y populares retratan sus propias realidades. Sin perseguir el lucro, se organizan de forma democrática para construir sentido.
Aunque sus primeros pasos pueden situarse varios años antes, a fines de la década del 80 y principios del 90, tras la retirada de la Dictadura y la llegada del menemismo en medio de una crisis social, política y económica, surge la explosión de las radios comunitarias. En esta época, su denominación era otra: radios “truchas”, aunque también se las conocía como piratas o ilegales. Populares, alternativas y sin fines de lucro, antagónicas a las radios comerciales de Frecuencia Modulada (FM), las radios comunitarias se constituyeron con el fin de poner a flotar en el aire aquellas voces que no existían en las radios tradicionales, esos temas que no se abordaban o, si lo hacían, era con miradas ajenas y estigmatizantes. Desde radios más chiquitas, humildes y con baja potencia hasta radios más equipadas con mayor cobertura; desde temáticas bien locales hasta temáticas regionales, las radios comunitarias pelean por el derecho a la comunicación a lo largo y ancho del país. En sus inicios dispersas para luego organizarse de forma regional y nacional, no solo resisten sino que proponen. Y allí radica una de sus fortalezas.
Algo que define a las radios comunitarias es valorar a la comunicación como un derecho humano básico. Asociaciones vecinales, mutuales, organizaciones sociales, sindicatos y cooperativas gestionan este tipo de radios bajo otra lógica que las comerciales. A diferencia de estas, no tienen dueño, sino que son administradas de forma democrática y no persiguen el lucro como fin último. El vínculo de las comunitarias con el territorio que habitan muchas veces es una marca distintiva, ya que es ese territorio el que le da vida y voz.
“Las radios comunitarias brindan la posibilidad a la ciudadanía de un espacio para la expresión y para garantizar el derecho a la comunicación. Además, permiten expresar aquellas voces que son acalladas por los medios hegemónicos, que de manera cabal en las últimas décadas, y producto de la concentración de la comunicación en manos de las corporaciones, silencian aquellas voces que no son afines a los intereses de esas mismas corporaciones o los grandes poderes reales de la sociedad”, afirma Martín Iglesias, docente, investigador y director de la Radio de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
La piel de las comunidades
Comunitarias, alternativas y populares, las radios tienen una necesaria vinculación con el lugar que habitan. Sin embargo, Pablo Antonini advierte que “no se vincula con el territorio, es parte de él”. Para el presidente del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), “radios comunitarias hay de muchos tipos y muchas tienen en lo territorial su razón de ser, como radios nacidas en asentamientos o de entidades vecinales. A pesar de ello, otras tienen una agenda más regional, no limitada solamente al barrio donde se emplazan”. En este caso, la articulación está vinculada no solo con lo que está geográficamente cerca sino con expresiones que a la radio le interesa difundir a través de su programación.
Cualquier radio comunitaria, para sostenerse que como tal, se construye en base a articulaciones, vinculaciones y alianzas con organizaciones y distintos sectores de la sociedad. Esta relación, que suele expresarse de forma directa en la programación y línea editorial de la radio, también cuenta con la participación de vecinos y vecinas.
Agustín Espada, director de la Maestría en Industrias Culturales de la UNQ, destaca que este tipo de emisoras tienen una función epidérmica: “Son como la piel de muchas comunidades que tienen la posibilidad de dar a conocer sus problemáticas y de contarse a sí mismas. En esas radios comunitarias tienen su principal vía de expresión pero también de autodefinición, autoidentificación y autodeterminación. Son un espacio donde esos grupos sociales encuentran la forma de su voz, casi como un organizador de pensamientos, demandas e identidades”.
Aunque el nacimiento de las radios comunitarias suele estar asociada a la denuncia y la resistencia, proponer y formar parte de las soluciones es otra de sus tareas en la actualidad. Un caso es el del terremoto ocurrido en San Juan el 18 de enero de 2021 donde, a pesar de no haber víctimas fatales, fue el más importante desde 1977 y dejó como saldo alrededor de 30 mil casas afectadas y de 3 mil colapsadas por completo. Los medios masivos lo tildaron de sismo, una habilidad discursiva que atenúa el impacto.
En el paraje El Abanico, uno de los epicentros del terremoto, está La Lechuza FM 88.1, una radio comunitaria impulsada por la Asociación Civil Retamo que es parte de FARCO. La radio y el foro nacional trabajaron codo a codo para visibilizar la problemática de la población afectada. “A nivel nacional pasó como un temblorcito y, como no hubo víctimas fatales, no merecía mayor atención. Sin embargo, dejó miles de personas sin casa. La Lechuza, junto con la red nacional, no solo se encargó de visibilizar el tema sino que también participó de la organización con los vecinos para gestionar las casas y resolver las necesidades básicas”, cuenta Antonini.
FARCO
El Foro Argentino de Radios Comunitarias es una red que agrupa a radios comunitarias y populares de todo el país, que nació de la unión de distintas entidades de radios entre finales de la década del 80 y principio del 90. Si bien primero se juntaron en entidades regionales, luego confluyeron en una idea de federación y después en el formato actual de foro, que se armó formalmente en 1995.
“Esa primera construcción tuvo mucho que ver con la defensiva porque las radios en manos de organizaciones sin fines de lucro fueron ilegales hasta la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) en 2009. Fueron muchos años de transmitir desde la ilegalidad, estar con riesgos de allanamiento y de decomisos que en muchos casos sucedió. Después, a esa necesidad de juntarse para defenderse, se le fueron sumando cuestiones más de tipo propositivo, formular políticas públicas, plantear y lograr estrategias de producción en red”, destaca su presidente.
En la actualidad, FARCO cuenta con 120 radios de 22 provincias como asociadas plenas. Para incorporarse, la radio tiene que tener personería jurídica como organización social: tiene que ser de una cooperativa, una mutual, una asociación civil, una comunidad de pueblos originarios o un sindicato. Es decir, no puede ser una radio de una persona física. Además, tiene que tener aval de otras radios socias y cumplir con normas como la presencia en las asambleas que se realizan.
Hay radios que no pueden ser socias plenas de FARCO dado que no cumplen con algunos requisitos necesarios. Pese a esto, están vinculadas a la red y participan de los encuentros que se realizan. Además, pasan el informativo que produce el foro y, en algunos casos, colaboran en su producción. Aunque es difícil de estimar, Pablo Antonini calcula que son entre 100 y 200 radios más de diferentes características. “Acá confluyen radios privadas que comparten agenda, radios municipales, escolares, radios que fueron fundadas por políticas públicas de las que participó FARCO, muchas radios de comunidades de la agricultura familiar que por ahí no tienen el tiempo de participar de la red pero articulan”.
Políticas públicas para el sector
La LSCA, sancionada el diez de octubre de 2009, define en su artículo cuatro a las radios comunitarias como “actores privados que tienen una finalidad social y se caracterizan por ser gestionadas por organizaciones sociales de diverso tipo sin fines de lucro. Su característica fundamental es la participación de la comunidad tanto en la propiedad del medio, como en la programación, administración, operación, financiamiento y evaluación. Se trata de medios independientes y no gubernamentales”.
Antes de esta fecha, las emisoras comunitarias eran tratadas como ilegales dado que no tenían autorización para transmitir. Persecución y decomiso de equipamiento era el paisaje habitual hasta ese entonces. También, la defensa y custodia de los propios vecinos formaba parte del panorama. El Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) no brindaba licencias a este tipo de actores. Bajo el decreto ley 22.285 sancionado en septiembre de 1980 en plena dictadura militar, y sostenido en gobiernos democráticos, se cuidaron los interés de las radios privadas comerciales en detrimento de las voces que denunciaban realidades de sus barrios.
Complementaria a la Ley 26.522, también conocida como Ley de Medios, hubo políticas que permitieron no solo reconocer sino apoyar la comunicación alternativa. El Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (FOMECA), es una herramienta que permite redistribuir los recursos que provienen de los medios de comunicación audiovisual mediante gravámenes y multas para fomentar a los medios comunitarios, de frontera y de pueblos originarios. Se realizan concursos de subsidios para apoyar procesos de actualización tecnológica, mejoras de gestión y producción de contenidos audiovisuales para radios, canales y productoras de medios comunitarios.
Martín Iglesias resalta que esta medida permitió dotar de recursos genuinos a las emisoras para equiparse y producir contenidos atractivos para las audiencias. De esta manera, las comunitarias buscan incidir en la sociedad a través de la disputa comunicacional. Sin embargo, tras la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, hubo un revés para las políticas implementadas anteriormente y una de las primeras víctimas fueron los medios de comunicación alternativos.
“Durante el gobierno de Macri hubo una desfinanciación de estos medios. Por un lado, por la dilación de la ejecución de los presupuestos que tenían que ver con el FOMECA y también por una política discrecional que cortó directamente la asignación de pauta publicitaria oficial a los medios sin fines de lucro que ya ejercían la actividad audiovisual y no tuvieron acceso a esa publicidad”, afirma Iglesias.
Mandamientos de la comunicación comunitaria
El papel de las emisoras alternativas y populares tiene que ver con la visibilización pero también con el aporte a la organización para resolver los problemas con la instalación de otros temas de agenda tanto a niveles locales como nacionales que no aparecen en los grandes medios. La radio comunitaria, afirma Agustín Espada, sirve como un cristalizador de demandas, identidades y diversidades tanto para territorios urbanos como para rurales, ciudades grandes y pequeñas.
Por su parte, Martín Iglesias sostiene que este tipo de comunicación brinda la posibilidad a la ciudadanía de un espacio para la expresión de múltiples voces que son acalladas por los medios hegemónicos. Además, garantiza el derecho a la comunicación no solo de personas individuales sino de movimientos sociales y experiencias colectivas.
FARCO define de modo sintético qué es la comunicación comunitaria: es sinónimo de participación; ayuda a interpretar colectivamente lo que pasa; pone en contexto (qué, quién, dónde cuándo, pero también por qué); abre el juego a muchas voces, afines y discordantes; parte de la cultura y el lenguaje popular; se propone el cambio, la transformación, en base a la participación de la comunidad; no se contenta con una sola mirada; busca fuentes informativas confiables, no solo las oficiales; rescata la visión de los actores menos presentes en los grandes medios; tiene un enfoque propio, editorializa; aprovecha todos los recursos radiofónicos posibles; no solo denuncia, rescata las propuestas; da seguimiento a los temas, rescata lo urgente pero también los procesos.
Hay cientos de experiencias diferentes, lógicas de construcción y objetivos que tienen las radios comunitarias, pero el común denominador pasa por hacer oír esas voces que son parte de los territorios y están “muteadas” en los grandes medios de comunicación. Y allí radica una de las funciones más democráticas que tiene la existencia de las radios comunitarias.
La radio de la UNQ
La radio de la Universidad surgió como una iniciativa del rectorado a partir de la Ley 26.522, que establece la prioridad de asignación de emisoras de radio para las universidades públicas. El proyecto, que se viene desarrollando hace varios años, obtuvo su reconocimiento legal a partir de 2015. Desde ahí comenzó un proceso que tuvo que ver con el desarrollo de la parte técnica y la provisión de tecnología como el mástil de transmisión, antenas, el estudio y todo lo técnico. Mientras se iba generando la habilitación definitiva, se trabajó en la conformación de los equipos humanos que lleven adelante la emisora.
La idea inicial era lanzar la radio en 2020, pero la pandemia modificó los planes. Su director Martín Iglesias, cuenta que al no haber radios públicas en Quilmes, ese lugar fue tomado por la radio de la Universidad: “La radio jugó su rol a partir de la presentación de un servicio informativo que fue reflejo de la pluralidad de voces de nuestros territorios. También retransmitió los proyectos de continuidad educativa que el ministerio de Educación y la secretaría de Medios desarrollaron durante 2020 y 2021. El ciclo radiofónico Seguimos Educando fue parte de nuestra propuesta de programación”.
Actualmente, en la grilla existen distintos programas y segmentos de variadas producciones de todo el país que tienen acuerdos de cooperación e intercambio entre las radios comunitarias, cooperativas y también universitarias. También hay piezas ligadas a programas culturales del ministerio de Cultura de la Nación. De esta manera, se conformó una grilla de programación variada.
Más allá del vínculo con la propia comunidad universitaria, la radio tiene un perfil bien definido de interpelación directa a las audiencias, al territorio y a las comunidades de Quilmes y alrededores. “Está pensado como medio de comunicación no solamente para difundir lo que hace la Universidad en términos académicos, de investigación, desarrollo o extensión, sino también para informarte y tener una visión de la realidad de lo que pasa. En términos informativos, esto tiene que ver con el acceso a la información confiable en lo que tiene que ver con el ámbito internacional, nacional, regional y local”, afirma Martín Iglesias.