Diego Golombek, el relojero que sincroniza los tiempos de la vida

Uno de los divulgadores científicos más reconocidos del país explica cómo un desajuste en los ritmos biológicos puede afectar la salud. Su estilo único permite que incluso los temas más complejos, sean disfrutables y fáciles de comprender para cualquier persona.

“Primero ríanse, después piensen”, parece ser el lema de este científico que combina lo insólito con lo brillante. Crédito: UNQtv.
“Primero ríanse, después piensen”, parece ser el lema de este científico que combina lo insólito con lo brillante. Crédito: UNQtv.

Si el cuerpo fuera un reloj, Diego Golombek sería su relojero. Este biólogo, investigador y divulgador se dedica a entender cómo funcionan los engranajes invisibles del tiempo en la biología: el reloj circadiano, esa maquinaria interna que le dice al ser humano cuándo dormir, comer o despertar. Desde su laboratorio en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en el sur del conurbano bonaerense, Golombek busca algo tan ambicioso como práctico: mejorar la calidad de vida sincronizando los ritmos internos con el mundo exterior.

“Nosotros estudiamos cómo se sincroniza el reloj biológico en el cerebro, ese mecanismo que te dice cuándo dejar de ver Netflix y empezar a dormir”, dice a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ. La explicación, acompañada de una sonrisa, deja en claro que la ciencia puede ser rigurosa sin perder sentido del humor. Detrás de su estilo descontracturado hay una convicción: el conocimiento científico debe ser útil, comprensible y, sobre todo, apasionante.

En el laboratorio que fundó en la UNQ a fines de los años 90, Golombek investiga cómo los ciclos de luz, los horarios y hasta los hábitos cotidianos afectan el bienestar. Su equipo, pionero en cronobiología, busca aplicaciones concretas que van desde reducir el impacto de los turnos nocturnos en trabajadores hasta desarrollar soluciones para trastornos del sueño que afectan a millones de personas. “El reloj biológico es el núcleo de todo lo que hacemos. Entenderlo significa tener la capacidad de transformar vidas”, señala con firmeza.

El regreso de un talento a casa

Llegar a este punto no fue sencillo. Mientras otros científicos argentinos emigraban en busca de mejores oportunidades, Golombek decidió regresar. “Si no vuelvo ahora, no vuelvo más”, pensó en 1999, cuando obtuvo un puesto en la entonces joven Universidad Nacional de Quilmes. Con un modesto laboratorio, comenzó a construir una base sólida en cronobiología, que hoy es un referente a nivel nacional y regional. “Lo que más me enorgullece no son los experimentos ni los artículos publicados, sino haber formado una generación de investigadores que sigue creciendo”, relata.

Aunque algunos de sus hallazgos más mediáticos, como la relación entre el sildenafil –el principio activo del Viagra– y la sincronización del reloj biológico, acapararon titulares, enfatiza que el verdadero impacto de su trabajo está en los pequeños detalles que transforman vidas. Es decir, prefiere destacar los usos prácticos que, aunque menos espectaculares, son profundamente esenciales: “La ciencia no es para el show; es para mejorar la vida de las personas”, sentencia con la claridad de quien entiende que la verdadera magia está en conectar la investigación con las necesidades reales.

Ciencia que late

La divulgación es otro pilar fundamental en su carrera. Autor de libros como Ciencia y casi ciencia y Las neuronas de Dios, demuestra que los conceptos más complejos pueden ser entendidos por cualquiera, siempre que se cuenten con claridad y una pizca de humor. Para él, la ciencia no debe quedarse encerrada en los laboratorios ni en los papers. “Pensar en cómo nuestras preguntas pueden transferirse a la sociedad es parte del ADN de la UNQ”, reflexiona.

El Sistema de Investigación y Desarrollo (I+D) de la UNQ, que celebra 25 años, es clave para el desarrollo de proyectos como el de Golombek. “En un país donde muchas veces la ciencia se hace a pulmón, la UNQ tiene un sistema transparente, con financiamiento claro y evaluaciones justas. Es algo pionero, incluso entre las universidades públicas”, destaca.

Sin embargo, lo que realmente lo impulsa, es la chispa de la curiosidad: “La ciencia no es fácil, pero si te mueve la pasión y la intriga, los desafíos se superan. Esa emoción de ir al laboratorio cada día y descubrir algo nuevo es lo que define a un científico”, destaca.

Con todo, mientras uno de los divulgadores científicos más reconocidos del país estudia cómo el reloj biológico avisa que es hora de dormir, también logra que quienes lo escuchan se mantengan bien despiertos para escuchar lo que tiene que decir. Porque si la ciencia es el arte de hacer preguntas, él tiene el talento de brindar respuestas que, además, laten al ritmo de la vida.


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María Ximena Perez

Doctora en Comunicación. Periodista, docente e investigadora.