A 42 años de Malvinas: la búsqueda de respuestas para transitar el duelo

Un recorrido por el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense que permitió la identificación de los soldados enterrados en el Cementerio de Darwin.

Cementerio de Darwin. Créditos: EAAF

El Plan Proyecto Humanitario Malvinas es una misión especial llevada adelante por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) con el objetivo de identificar a los soldados inhumados en el Cementerio de Darwin. Se estima que, al finalizar el conflicto, unos 240 hombres fueron enterrados en este camposanto por el coronel británico Geofrey Cardoso. Mientras que algunos fueron identificados gracias a sus pertenencias; a otros, de los que no se tenía ninguna pista, se les puso una placa que rezaba “Soldado Argentino solo conocido por Dios”. A la fecha, gracias al trabajo del EAAF ya fueron identificados 119; por ello, los esfuerzos continúan y el desafío sigue latente.

Los inicios

“El trabajo arrancó en 2012, mucho antes de ser un proyecto en sí”, relata Virginia Urquizu, coordinadora de casos del EAAF. El 2 de abril de 2012, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció que iba a pedirle colaboración al Comité Internacional de la Cruz Roja para llegar a un acuerdo con Gran Bretaña. El objetivo era preciso: iniciar un “trabajo técnico” en las islas. No obstante, no era nada simple, pues, de manera subyacente lo que se buscaba era exhumar a los cuerpos de los soldados, estudiar los restos, extraer muestras y volverlos a inhumar. Luego de las negociaciones del caso, el acuerdo finalmente se concretó en diciembre de 2016.

“Cuando comenzamos, a inicios de 2013, lo que hacíamos era llegar a las casas de los familiares transmitiéndoles la intención; en ese momento no era más que eso. Los familiares accedieron casi en su totalidad a dar la muestra de sangre. Esto permitió que, al momento de la firma del acuerdo, se iniciara la exhumación y ya se tuviera una buena cantidad de casos representados en la base de sangre”, detalla la especialista consultada por la Agencia. Tal como refiere Urquizu, el objetivo era localizar a los familiares y entrevistarlos; por este motivo, miembros del EAAF viajaron por toda Argentina: desde Jujuy a Tierra del Fuego. “Era difícil porque les explicábamos que podíamos hacer algo, pero a la vez no sabíamos si lo íbamos a concretar. Eso fue bastante complicado para nosotros. Todo el trabajo comenzó a fines de 2012, las entrevistas empezaron en 2013 y recién a fines de 2017 pudimos entregar los primeros resultados. A muchos de los familiares que habíamos entrevistado en 2013 ya no los encontramos”, apunta.

Más allá de los gobiernos

“Una de las particularidades de este proyecto es haber logrado un trabajo completamente coordinado porque no solo es interdisciplinario, sino que también es interinstitucional”, afirma Urquizu. Una iniciativa de la que participaron los ministerios de Desarrollo Social y del Interior, la secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, la Cancillería, el Centro Ulloa, la Escribanía General de la Nación y el EAAF. “Son tiempos y formas de trabajar muy diferentes. Tuvimos encuentros previos organizados por la Cruz Roja para capacitarnos en relación a cómo colaborar de manera interinstitucional. “El EAAF se ocupaba de la pata técnica: tomábamos las muestras, llenábamos los formularios con los datos ante y pos mortem, llevábamos las muestras al laboratorio de genética en Córdoba y notificábamos los resultados. Es un proyecto que ha superado los cambios de gestión. Más allá de las mesetas propias de un trabajo de este calibre, sobrevivió a todos los gobiernos. Empezamos en 2012 y hace dos semanas viajé a Corrientes y Chaco a notificar a familiares”, amplía Urquizu.

El proyecto se dividió en dos etapas. En la primera, se trabajó en las 121 sepulturas con la placa “Soldado Argentino solo conocido por Dios”, ya que no se podían exhumar tumbas que ya tenían nombre. Se obtuvieron 122 casos debido a que en una de las sepulturas había restos de dos personas y, posteriormente, se lograron identificar 115 personas. En la segunda etapa se sumó una sepultura en particular: tenía nombres asignados, pero en el EAAF sabían que estaba mal nombrada. A partir de aquí, se sumaron cuatro identificaciones y se llegó a las 119.

“En el cementerio se realizan tareas de exhumación, de toma de muestras y todo lo que tiene que ver con los informes. Se trabajaba en una morgue temporaria que la Cruz Roja montó”, especifica Urquizu. La primera etapa tomó alrededor de cuatro meses durante los cuales el Equipo permaneció en las islas. Se armo una planificación que era muy dependiente del clima, de hecho, se hacía lo que las condiciones meteorológicas permitían. Además de los trabajos con los restos, se inventariaba la ropa y los objetos que había. “Si existía algo que considerábamos que podía tener valor emocional, se conservaba con muchísimo cuidado para devolvérselo a los familiares. Los objetos se separaban, se secaban y se guardaban al vacío para que lleguen en buen estado. Podíamos encontrar, por ejemplo, algún carnet de conducir, credenciales del ejército, alianzas, algún objeto grabado, una carta”, relata.

La tranquilidad de una certeza

Las comunicaciones de resultados pueden ser muy diferentes y dependen de los deseos de las familias. Las noticias que se dan no son felices ya que se está corroborando el fallecimiento de un ser querido. Los familiares, en su mayoría, hablan de la tranquilidad que significa tener, al menos, una certeza. “Hay una familia que notifiqué hace dos semanas y la hermana me dijo que ahora sí iba a poder hacer un altar para su hermano; antes de ese momento no había estado preparada”, cuenta Urquizu. Otras familias realizan rituales a su modo: homenajean a soldados en un rincón de la casa, en la plaza del pueblo, o con una placa colocada en un colegio.

“Nos ha tocado dar notificaciones muy privadas con el familiar solo, y me toco en Corrientes hacerlo en el colegio donde había ido la persona fallecida. La mamá dijo que no quería recibir sola el resultado, entonces estaba todo el pueblo: el verdulero, el panadero, las maestras, los amigos de la primaria y hasta su primera novia”, relata Urquizu. Y remata: “El trabajo que hacemos habilita la posibilidad de empezar a despedirse y transitar el duelo. El objetivo último de todo esto es llevar una respuesta a los familiares”.


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Nadia Chiaramoni

Licenciada en biotecnología. Doctora con mención en ciencias básicas y aplicadas