Juan Grabois: “La universidad debe ponerse al servicio de los pobres y excluidos”

El referente de la economía popular asegura que generar intercambios de saberes en las instituciones universitarias promueve la justicia social.

Las propuestas formativas permiten un mayor reconocimiento de la diversidad de actores de la economía popular.
Las propuestas formativas permiten un mayor reconocimiento de la diversidad de actores de la economía popular. Crédito: UNQ Tv

A sus 38 años, Juan Grabois es docente de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), abogado, escritor y dirigente social. También es licenciado en Ciencias Sociales, fundador y referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Un todo-terreno que combina academia y calle, claridad discursiva y cuerpo. En diálogo con esta Agencia, habla sobre la economía popular como una realidad que confronta al proyecto neoliberal y que permite planear estrategias de supervivencia para quienes deben gambetear el futuro por estar excluidos del sistema.

Suele decirse que la economía popular es una especie de “paraguas conceptual” para la organización de aquellos trabajadores excluidos del mercado laboral. ¿Cómo la definiría usted?

-Como todos los conceptos profundos, el de economía popular tiene su dialéctica y su dinámica. Es, básicamente, la forma que tienen de administrar los poquitos recursos que este sistema les deja a los excluidos y como dice el Papa Francisco: “casi como poetas sociales de esas cositas, van construyendo una vida”

¿Algo así como una estrategia espontánea de subsistencia?

-Me gusta decir que hay momentos de la economía popular. El primero puede definirse como un método de subsistencia, que es la consecuencia del proceso de desindustrialización, del proceso neoliberal que condena a la mitad de nuestra población a no poder vender su fuerza de trabajo en el mercado. Este es un primer momento trágico, triste, que no hay que romantizar nunca, porque es la realidad de nuestro pueblo excluido.

¿Cuál sería el segundo momento?

-El de la resistencia, cuando empiezan los procesos organizativos, cuando de esos basurales donde se revuelven los residuos, o de esas ferias donde hay situaciones de explotación, de maltrato y de coimas espantosas, o de las distintas actividades que la gente se va inventando para ganarse el pan, se empiezan a dar procesos de organización comunitaria y agrupamiento para resistir todas las injusticias del momento anterior: la falta de ingresos y la falta de derechos laborales, por ejemplo.

¿Y cuándo surge una economía social y solidaria?

-Precisamente hay un tercer momento, que es el de la transformación. Me refiero a cuando la economía popular puede empezar a tener algunos caracteres más propios de lo que se llama la economía social y solidaria, que son una nueva forma de vivir. Pero si uno olvida los primeros dos momentos, puede caer en la romantización de la situación que padece nuestro pueblo pobre. Hay que entender la realidad como se da, aquella realidad que es superior al concepto porque, a veces, uno intenta encajar el concepto en la realidad y no encaja.

¿Qué herramientas de intervención pueden brindar las universidades a la economía popular?

-La formación de técnicos y profesionales que pongan sus saberes, su tiempo y su corazón al servicio de los procesos de la organización popular, con una mirada humilde, de servicio y muy respetuosa. Creo que, en este campo, si la universidad logra eso, cumple su función.  Porque a la economía popular la crea el pueblo, no la crean ni los militantes ni los técnicos. 

¿Cuál es la función docente en el campo de la economía popular?

-Poner nuestra capacidad y conocimientos, que son producto de privilegios que algunos tenemos en la vida, por la injusticia en la que se distribuyen los bienes y los males en este sistema. Ponernos al servicio del pueblo pobre y excluido para poder fortalecerlos.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.