212 años de la Revolución de Mayo: las historias pendientes y el rol de las escuelas

La narrativa tradicional legitimó un relato que escondió y simplificó hechos, actores y actrices. Nuevas miradas intentan problematizar aquellas afirmaciones.

Un grupo de niños y niñas representan a los actores típicos de la Revolución de Mayo. Créditos: La Gaceta
Un grupo de niños y niñas representan a los actores típicos de la Revolución de Mayo. Créditos: La Gaceta

El 25 de mayo se cumplen 212 años de la revolución acontecida en 1810, que tuvo como epicentro a la Ciudad de Buenos Aires y donde el Cabildo fue el gran edificio protagonista. Así como esos grandes equipos de fútbol que marcaron épocas, Saavedra; Castelli, Belgrano; Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea; Paso y Moreno se nombran de memoria. Esta historia hegemónica signada por grandes hombres y acontecimientos fue fruto del relato de Bartolomé Mitre organizado a fines del siglo XIX. Allí, se planteaba que ya en el período colonial había una identidad argentina que llevó adelante la Revolución de Mayo desde Buenos Aires hacia el resto de las provincias. En esta visión, los personajes fundamentales eran los militares, los abogados y los intelectuales.

En la actualidad, la perspectiva mitrista continúa vigente en las escuelas, principalmente en las de educación inicial y primaria. Sin embargo, las nuevas investigaciones tratan de modificar este paradigma a través de trabajos que intentan contar otras historias, desde otros marcos teóricos, con otras perspectivas y otros personajes.  

Yamila Balbuena, docente en Historia de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), destaca que la historia escolar canoniza la Revolución de Mayo como el mito de origen de la nación argentina: “Es un mito fundacional basado en una primera ruptura con la metrópoli española y ese sistema colonial que se cuenta como una narración sin conflictos. Los rituales escolares en torno al 25 de mayo hacen que tengamos más nociones de esta fecha que de otras. Sin embargo, los estereotipos y las representaciones crean recuerdos poco históricos o problematizadores del pasado”.

Silvia Ratto, directora de la Licenciatura en Historia de la UNQ, agrega: “Hay mucha distancia entre la historia investigada y la historia enseñada. La investigación avanzó muchísimo en desarmar ciertas ideas que ya están en el sentido común y que forman parte de las efemérides tradicionales. Lo que se enseña sigue siendo el patrón que busca la nacionalidad argentina desde la colonia”.

La plebe y los indígenas

El proceso revolucionario se retrotrae a las invasiones inglesas de 1806 y 1807 cuando, ante el peligro extranjero, comienzan a organizarse milicias en la ciudad de Buenos Aires, que serán el germen del posterior ejército revolucionario.

“Ahí tenemos a dos actores que no eran contados en la historia tradicional. Por un lado, sectores subalternos que son convocados a defender la ciudad de Buenos Aires en milicias, denominados la plebe urbana. Además, está la propuesta que hacen unos caciques de incorporar lanceros al ejército para defender a la ciudad de los colorados, que era como se conocía a los ingleses en esta época”, subraya Ratto.

A pesar que la oferta de colaboración militar fue rechazada porque implicaba armar a soldados indígenas, este dato demuestra que los caciques llegaban a la sala del Cabildo y no causaban inseguridad entre los vecinos pudientes de la ciudad, sino que eran presencias habituales.

¿Y las mujeres?

Las primeras investigaciones visibilizaron a las de la élite como Mariquita Sánchez de Thompson. Al respecto, la directora de la Licenciatura en Historia afirma que, sobre estos personajes, “se destaca en las fuentes más tradicionales el lugar que tuvieron como espías o mujeres que llevaban información a los patriotas”.

Sin embargo, a medida que fue avanzando la historiografía, se puso en valor la importancia de las mujeres del bajo pueblo que acompañaban a los ejércitos para cocinar o lavar la ropa de los soldados. “Mujeres anónimas, porque no hay posibilidad de ponerles nombre y apellido, pero que eran una presencia en el campo de batalla”, señala Ratto.

Especialista en estudios de género y sexualidades, Balbuena hace énfasis en que no solo se trata de sumar al elenco estable de sujetos históricos las figuritas que faltan. “Si bien consideramos que visibilizar a las mujeres luchadoras de la historia es uno de nuestros objetivos, también lo es pensar construir otro relato histórico que siente sus bases sobre otros principios. Necesitamos una renovación historiográfica que pueda incorporar no solo las voces de los sectores que no han tenido historia hasta ahora, sino problematizarlo”, advierte.

Con ojos propios

Yamila Balbuena afirma que el relato sobre la Revolución de Mayo se pensó como modelo de la Revolución Francesa, europea, blanca y occidental: “Nuestra historia siempre se pensó en espejo a la historia europea o norteamericana. El problema es que este espejo deforma, nunca llegamos a reflejarnos del todo porque siempre nos sale menos, peor o mal. Termina siendo una historia pesimista”.

En este sentido, la docente de la UNQ advierte: “Debemos pensar nuestra historia en nuestros propios términos a partir de nuestras categorías, nuestras realidades y no en comparación a la historia europea o norteamericana. Si nos toca compararnos, que sea en diálogo con los sures globales o con las luchas emancipatorias”.


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Nicolás Retamar

Redactor. Docente y licenciado en Comunicación Social.