¿Cuáles son las claves para mejorar la salud de un recurso fundamental?

Una investigación realizada por científicos de la UNQ sugiere la importancia del uso intensivo del suelo, a partir de la rotación de cultivos.

El suelo proporciona materias primas renovables y no renovables de utilidad para el ser humano. Crédito: eos.

Como sistema multifuncional que sustenta los ecosistemas terrestres, el suelo es un recurso natural que dispone la sociedad para garantizar su seguridad alimentaria. Sin embargo, el ritmo actual de degradación amenaza la capacidad de este recurso para satisfacer las necesidades de las futuras generaciones. ¿Cómo hacer para que el suelo goce de buena salud?

Una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y publicada recientemente en la revista Applied Soil Ecology, sugiere la importancia del uso intensivo del suelo basado en la rotación de cultivos. El trabajo, realizado en el marco del Laboratorio de Biología de Suelos de la UNQ, en colaboración con un grupo de productores agrícolas nucleados en la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), plantea la hipótesis de que el uso intensivo del suelo puede mejorar su salud, en lugar de degradarlo.

“Una intensificación basada en la rotación de cultivo y en el uso de cultivo de servicio (un cultivo que se hace y no se cosecha) puede mejorar la sustentabilidad del suelo”, señala Luis Wall, director del Laboratorio de Biología de Suelos de la UNQ, y uno de los autores de la publicación.

En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ , Wall cuenta que el trabajo recién publicado surge como consecuencia de una investigación previa, que había demostrado que la rotación de cultivos es muy importante para mejorar la salud de suelo con respecto al monocultivo de soja, “entendiendo y aceptando que el monocultivo de soja en el país ha hecho desastres ambientales”.

En esa línea, la investigación precedente sugería que la rotación de cultivos permite contrarrestar los efectos del monocultivo. Pero, en el actual proyecto, se va un paso más allá: “Planteamos no quedarse en la rotación trigo-soja, maíz-soja, sino en tratar de que el tiempo en que el suelo está desnudo sea el menor posible y, entonces, se incorporen otros cultivos para intensificar el uso”, puntualiza el investigador.


Luis Wall

“La salud del suelo es como la del ser humano: si uno se la pasa durmiendo y comiendo siempre papas fritas y hamburguesas, posiblemente comience a deteriorarse. Si le damos de comer siempre lo mismo y lo dejamos sin actividad, no será saludable”.

— Luis Wall, director del Laboratorio de Biología de Suelos de la UNQ.

Para ilustrar la hipótesis, ejemplifica: “La salud del suelo es como la del ser humano: si uno se la pasa durmiendo y comiendo siempre papas fritas y hamburguesas, posiblemente comience a deteriorarse. Con el suelo pasa lo mismo: si le damos de comer siempre lo mismo y lo dejamos sin actividad, no será saludable. En ese sentido, es clave rotar cultivos, y que esté funcionando la mayor cantidad de tiempo posible”. ¿Por qué es importante la intensificación? Porque modifica la estructura microbiológica del suelo, que es la responsable de mejorar su estructura física y química.

Luis Wall: " Se hacen cosas en el suelo y nadie piensa qué es lo que le está pasando a su biología". Crédito:bichosdecampo
Luis Wall: “Se hacen cosas en el suelo y nadie piensa qué es lo que le está pasando a su biología”. Crédito: bichosdecampo.

El secreto está en la microbiología

Según explica el investigador de la UNQ, la microbiología del suelo es el conjunto de todos los microorganismos que habitan en él. “En 1 gramo de suelo hay 10 mil millones de bacterias, 1 millón de virus, 200 metros cúbicos de biomasa, hongos y filamentos. Hay mucha más vida en el suelo que seres humanos en el planeta.; y esa vida es la que hace funcionar el suelo”.

Y agrega: “ La agricultura modifica la estructura de esas poblaciones. Por eso, la ciencia está tratando de entender de qué manera distintos manejos de la agricultura modifican esas poblaciones de modo que el sistema funcione mejor”. En esa dirección, el estudio muestra cómo la microbiología se modifica con el uso del suelo y brinda herramientas para decidir cuáles son los mejores manejos.

Más evidencia para mejores decisiones

Wall sostiene que el suelo se alimenta de la energía del sol a través de las plantas. Por eso, cuando se lo deja descansar, está como en “ayuno”. Esto hace que se genere menos actividad y menos estructura. En cambio, cuando se le da de comer con distintos cultivos, se logra una mejor alimentación y una mejor comunidad microbiana.

Desde aquí, es el agricultor quien tiene el poder de manejar la microbiología del suelo. Es clave, entonces, poder cambiar la mentalidad respecto de qué es el suelo, para saber qué hacer con los agroquímicos y con los manejos. En función de eso, posiblemente, se puedan lograr buenas prácticas agrícolas. Como concluye el científico de la UNQ, “hacia ese lado tiene que estar, incluso, la toma de decisiones de políticas públicas que puedan estimular a la sociedad en general, para conservar adecuadamente el recurso y mitigar los procesos de degradación”.


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María Ximena Perez

Periodista, docente e investigadora. Doctora en Comunicación.