La pandemia de covid-19: el otro mundial del que ya nadie habla

Aunque se aproxima Qatar 2022 y la selección de Messi calienta motores, hay otro equipo que juega su propio certamen. Son los científicos y las científicas que, desde marzo de 2020, dejan todo en la cancha para ganar el campeonato más importante de todos.

Créditos: composición con base en ilustración de theconversation.com/es
Créditos: composición con base en ilustración de theconversation.com/es.

Con garra, talento y corazón, la ciencia argentina juega uno de los campeonatos más difíciles de su historia: la pandemia de la covid-19. Y lo hace de manera adecuada porque, desde hace tiempo, entrena sus capacidades de producción y transferencia de conocimientos; y, por otra parte, cuenta con un planteo táctico audaz, conectado a un modelo de desarrollo de juego sólido. En este marco, científicos y científicas funcionan como piezas de un auténtico equipo: desde hace dos años relegaron sus propias líneas de investigación –en las que llevaban empeñadas vidas enteras – se arremangaron sus guardapolvos y concentraron sus esfuerzos en combatir al Sars CoV-2: un rival tan invisible como escurridizo. Así, para marzo de 2020, en medio de una emergencia sanitaria sin parangón, el país presentaba a su selección: jugadores y jugadoras de toda la cancha, bien predispuestos a jugar el torneo de sus vidas.

Goles que valen oro

Una de las capitanas del equipo fue Andrea Gamarnik, bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y jefa del Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir. Ni bien iniciado el encuentro, marcó un golazo y desarrolló COVIDAR: el primer test serológico hecho en el país, útil para determinar si una persona estuvo en contacto con el coronavirus. El logro se festejó por partida doble, pues arroja resultados (positivo/negativo) en cuestión de horas y, al mismo tiempo, permite suplantar la importación de productos foráneos.

“Tener la disponibilidad de un test nacional nos dio independencia, pudimos jugar más sueltos. Este es un ejemplo de una herramienta desarrollada en una pandemia en la que muchos países aportaron insumos a corto plazo. Sin embargo, hay herramientas para resolver problemas locales o regionales que no se crean afuera por lo que es necesario contar con las capacidades locales para resolver nuestros problemas. Esto da soberanía e independencia”, plantea Gamarnik. Con el correr de los meses, al COVIDAR IgG (así se llamó específicamente), le siguió el lanzamiento del COVIDAR IgM, fundamental para identificar un anticuerpo distinto y así optimizar la capacidad de testeo.

pelota en la red

Marcos Bilen es doctor en Biotecnología, investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y socio fundador de la PyME Productos Bio-Lógicos. Con experiencia desde 2008 en transferencia de conocimiento a la sociedad, jamás imaginó que habría una pandemia de esta magnitud y que, además, protagonizaría uno de los desarrollos más importantes. ¿Por qué? Porque sencillamente, se especializaba en arbovirus: virus transmitidos por mosquitos y garrapatas. Estaba en el banco de suplentes, hasta que el director técnico lo llamó, se puso la camiseta y salió a jugar.

En conjunto con Chemtest –empresa conformada por investigadores de la Universidad Nacional de San Martín– crearon el ELA-CHEMSTRIP: un test molecular para el diagnóstico de personas infectadas de covid con síntomas y sin ellos, cuyos insumos fueron en más de un 80 por ciento fabricados en territorio doméstico.

“Lo que se vio en el desarrollo de este proyecto es la conjunción de tres factores: el sistema científico-tecnológico, una necesidad puntual de la sociedad y la experiencia de los recursos humanos que tiene Argentina. Esa interacción funcionó muy bien y fue lo que dio la posibilidad de tener una estrategia adecuada”, reflexiona Bilen a dos años del inicio de la pandemia. Y completa: “Lo que generamos viene de la mano de lo que incubamos años atrás en la misma institución de investigación. Ese centro científico capacitó profesionales que crecieron, que generaron nuevos conocimientos, ideas, aplicaciones; crearon una empresa y esa empresa, finalmente, logró dar respuesta a una pandemia, y lo hace desde un aspecto muy innovador”, enfatiza.

Un gol espectacular fue el de Carolina Carrillo, bióloga molecular, investigadora del Conicet y especialista en corona… ¡No! Especialista en Chagas. Esta mujer fue otra de las que, con valentía, suspendió sus trabajos previos y se entregó de lleno a la covid. Fue una de las creadoras del NEOKIT Covid-19: una tecnología que permite un diagnóstico de base molecular más rápido y más barato que el PCR, que utiliza la técnica de amplificación molecular isotérmica y se destaca por su simplicidad operativa.

“Fue un trabajo en equipo, con apoyo de un consorcio público-privado y de las políticas públicas. También es un ejemplo de autonomía respecto de otros países dominantes de los mercados de tecnologías, porque pudimos desarrollar un producto innovador y heterodoxo para los criterios clásicos de biología molecular, que se ajusta a las necesidades y posibilidades locales reales”, explica la investigadora. Y asegura que “el conocimiento aplicado a resolver las problemáticas locales, con las posibilidades reales en el territorio suma soberanía científica y tecnológica”.

Además, vale recordar jugadas emblemáticas como el test de antígenos y los test multiespecie, que sirvieron para seguir ganando puntos y generar confianza.

El arco en cero

Para que un equipo funcione bien, la defensa es clave. Una estrategia crucial, en esta línea, fue la planificada por el CONICET, la UBA y UNSAM con la Pyme KOVI, para la creación del barbijo Atom Protect.  El CEO de la empresa, Alan Gontmaher, destaca la importancia de jugar de local. “El barbijo es 100 por ciento nacional y sirvió para proteger a nuestra gente. No necesita divisas para ser producido, sustituye cualquier importación, genera empleo, investigaciones y desarrollos”. Para el empresario, el mundo es cada vez más complejo y competitivo, por ello, “el que no tenga avances tecnológicos y no esté a la altura de las circunstancias, va a tener dificultades. La industria requiere sí o sí de la ciencia, es la base del futuro y lo que va a generar un bienestar para la sociedad”.

En este marco, vale destacar los aportes de otros jugadores y jugadoras del Conicet que diseñaron máscaras y telas antivirales para evitar los golpes que podían recibir los profesionales de la salud; y otros insumos críticos menos conocidos, como el sistema de válvulas creado por el ingeniero del Conicet, Guillermo Artana, con el propósito de que un solo respirador esté en condiciones de proveer oxígeno a más de un paciente al mismo tiempo.

El próximo campeonato

En marzo pasado se anunció que la vacuna bautizada como Arvac “Cecilia Grierson”, desarrollada por un equipo de la UNSAM y el CONICET, comenzará las pruebas en humanos.

Hacia las vacaciones de invierno, el equipo liderado por Juliana Cassataro, buscará culminar la fase 2/3 con 4 mil personas. El equipo entrena duro porque, a partir de ese momento, de tener éxito, estarán en condiciones de registrar la vacuna y de comenzar a fabricarla a escala. En las tribunas se alienta con fuerza: en 2023, Argentina podría comenzar a inmunizar a su población con una creación 100 por ciento local. Además de Cuba, las tierras que vieron nacer a Diego Armando Maradona y Lionel Messi se convertirán en la segunda nación de la región en diseñar sus propias fórmulas vacunales para combatir la covid.

Además de la tecnología creada en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM, se halla la variante monodosis diseñada por el investigador Osvaldo Podhajcer desde el Instituto Leloir; la Argenvac, del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata (una iniciativa impulsada por el científico Guillermo Docena) y el proyecto coordinado por la especialista Daniela Bottero, que se propone el diseño de una vacuna de segunda generación, a partir de la participación de instituciones como el Conicet, el INTI, el INTA y el Instituto Leloir.

¡Hay equipo!

Argentina tiene virólogas que estudian el ataque del Sars CoV-2, pues conocer sus características es la mejor manera de combatirlo; inmunólogos que aportan sus saberes sobre el modo en que el organismo organiza sus defensas; físicos y matemáticas que, mediante la puesta en marcha de modelados y sistemas informáticos, calculan la velocidad de la propagación; especialistas en ciencia de datos que recopilan información con las técnicas del big data y del machine learning para proyectar en dónde estarán los próximos brotes, o lo que es lo mismo: las jugadas rivales. El país tiene sociólogos, antropólogos, psicólogos y comunicadores, jugadores pensantes, que ayudaron a reflexionar la pandemia, a partir del estudio delas tradiciones y el comportamiento individual y social. Ni que mencionar a los médicos infectólogos, intensivistas y enfermeros: todoterrenos, motores del mediocampo, que dejan hasta la vida en la cancha por cada paciente. La pandemia es un campeonato que se gana entre todos y todas. Si hay equipo, ¡qué también acompañe la hinchada!


Últimas noticias de la sección Ciencias:



¿Te gustó esta noticia? ¡Compartila!